25 de noviembre de 2013

Atleti 7 - Getafe 0. Un buen día en la oficina.


En los tiempos que hoy corren, el poder ir a la oficina es casi un lujo (y miren que jamás pensé que llegaría a escribir esto). Somos privilegiados los que podemos acudir cada día a nuestro trabajo, debido a la ineptitud de los que ya todos conocen. Y, en los trabajos, hay veces en que las cosas se te dan bien, una mayor parte en las que ni bien ni mal, sino todo lo contrario, y otras en los que las cosas se te dan mal, rematadamente mal.

Pero, si conoces bien tu oficio y tienes experiencia, lo normal es que solventes tu currele con solvencia, eficacia, rapidez y brillantez. Tienes más posibilidades de que al final tengas un buen día en la ofi. Y eso  es el Atleti hoy en día en el Coliseum Madrileño por Excelencia, es decir, el estadio Vicente Calderón. El Atleti se sabe su oficio al dedillo, funcionan como una  máquina perfectamente engrasada y automatizada, y a poquito que los empleados estén concentrados y con ganas de realizar sus tareas, el resultado suele ser brillante, por normal general, y colosal, si tienes un día especialmente inspirado, como fue el pasado sábado en esa tan maravillosa fría noche del Calderón en pleno invierno, cuyo biruji suele tener un embrujo especial.

Siete goles. Mucha tela. Y suena bien, porque el Getafe andaba el sexto o por ahí. Y muchos de ellos de una fantástica factura. Pasemos a detallarlos.

El primero, de Raúl García. Ya saben cómo le llamo desde que fichó por el Atleti. “Todo lo que haces, lo haces bien”. Y si se trata de rematar de cabeza, nos encontramos frente a un auténtico especialista. Córner perfectamente ejecutado por, cómo no, Milinko Koke, y remate inapelable de Raúl batiendo a Moyá, que, ciertamente, nada pudo hacer en ninguno de los tantos. Era el minuto 25 de partido.

A los 36, un buen centro de Turán lo peina Koke y Lopo lo desvía al fondo de las redes. 2-0. Y en el 41, Valera recuerda su corazoncito rojiblanco y fuerza de forma absurda su segunda amarilla por una clara mano que le supone la expulsión. El Geta, con diez. Como si el Atleti necesitase este tipo de ayudas. Se mascaba la tragedia. Con este panorama se llegó al descanso.

En la segunda parte, recital total, en la que el Atleti abusó cómo y cuando quiso del equipo del coliseum de sillas sin dueño. Villa, que ya había tenido una clarísima en el primer tiempo tras certero remate de cabeza a bocajarro que sacó espléndidamente Moyá, aprovechó un centro del pletórico Juanfran para poner el 3-0 en el marcador, apenas 3 minutos comenzada la segunda parte.

Otros tres minutos más tarde, un delicioso balón puesto por Tiago (buenos días, Capo) lo remató de forma modélica Raúl García para poner patas arriba el Calderón y anotar su cuarto  tanto. En la oficina todo el mundo quería más. Y el capataz también, ya que sumó a la fiesta a Oliver y Diego Costa, ese delantero. Antes de marcharse el navarrico, pudo hacerlo con  un hat-trick tras un remate de volea que repelió la escuadra, en una maravillosa contra lanzada por todo el equipo. Sin embargo, el gol de la noche llegaría sobre el 23 de la segunda parte. Balón que pone Gabi, Diego Costa gana la posición a su par aprovechando su corpulento cuerpo, y se inventa un remate de volea y de espaldas a la portería sencillamente colosal, extraordinario, sublime. Uno de los goles más bonitos que uno recuerda en el Calderón (y, afortunadamente, tengo un buen puñado de ellos en mis retinas). Y es que, una fiesta en el Calderón sin la participación de Diego Costa, es menos fiesta.

El sexto, faltando 13 minutos, fue de nuevo  del Guaje Villa, que a la chita callando, pero va  cumpliendo sus objetivos tanto numéricos como de juego que personalmente le había impuesto, tras una veloz galopada de Adrián y pase puesto con escuadra y cartabón sobre David Villa. La conexión asturiana en su más puro estado.

Y el último fue justo premio a los buenos minutos del propio Adrián, tras una excelente acción individual de Oliver, aprovechando una serie de remates en el área tras remate seco y ajustado al palo. 7-0. Suena bien. Suena poderoso. Suena a campo inexpugnable. Qué duda cabe, fue un magnífico día en la oficina.

EL CRACK DEL PARTIDO: “Todo lo que haces lo haces bien” Raúl García. Lo que más me alegró de todo fue el reconocimiento que tuvo por todo el público  del Calderón. Se lo merece tanto como el que más. No quiero que renueve pronto. Quiero que lo haga ya.

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO: El sinvergüenza del señorito Courtois. Vale que le regalen un abono a ras  del  césped. Encima, tiene el privilegio de ver los partidos cambiando en cada tiempo de fondo. Pero que, encima, se lleve una pasta lironda por no dar ni golpe en todo el puto día, es una auténtica tomadura de pelo. ¿Tendrá la desfachatez de ducharse el menda después de los partidos que ¡ejem! “juega”? Está claro, es el listillo de la oficina.

ÁRBITRO: Clos Gómez. Un tanto extraño a la hora de la señalización de las faltas, pero bueno. Yo aún le sigo teniendo en mi corazón tras la Final de Copa.

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 20 GRADOS).
Se de alguien que me va a matar cuando me vea, pero es otro encuentro de obligado cumplimiento. Y conste que le estoy oyendo los exabruptos desde aquí, don Pablo. Modérese, por favor.

Y el martes, Champions, en un partido muy importante para todos aquellos que quieran demostrar al Cholo que  son tan parte o más del equipo como el que más. Hora de demostrar que el Atleti tiene mucho más que simple 13-14 jugadores brillantes. Yo confío ciegamente en ellos. A dejar el pabellón bien alto, muchachada.

11 de noviembre de 2013

Vila-Real 1 - Atleti 1. El mundo al revés.


Reconozco que el ritmo frenético de partidos que hemos disputado últimamente me ha resultado completamente agotador a la hora de poder escribirles nada,  aunque el Atleti jugó con  la dulce monotonía que ya nos tiene acostumbrados en el Calderón frente al Athletic y en Champions frente a uno de los múltiples equipos  con los que están  hermanados  la escoria fulera (si , ya saben, esos que van por la vida de “solos contra todos”), y con el supino pero efectivo aburrimiento que me supuso la victoria en Granada, así que, como además el  termómetro no fue  afectado por ninguno de los partidos que  disputamos, decidí darle a mi neurona un pequeño descanso.

Sin embargo, ayer sabía que era  un partido sobre el que me apetecería  escribir. Campo pequeño, un rival que me ha causado una  espléndida impresión en los encuentros previos en que les vi en esta temporada, el histerismo del paletismo local queriendo  ver en nosotros al  enemigo público número uno por supuestamente haberles bajado a segunda ... Y, el partido  resultó eléctrico en la primera media hora, en la que el Vila-Real se recuperaba del gol encajado en propia puerta por Mario a los 2 minutos de haber comenzado el partido (tras genial rosca de Juanfran, deberían de darle a él el gol en realidad), y el Atleti ejercía de Atleti defendiendo como los ángeles y ejercitando una presión espléndida a la  hora de la recuperación del balón, buscando después la portería local. Los amarillos, por su parte, solamente tuvieron una ocasión clarísima en una buena acción de Rubén Pérez en la que el gran  Cani (un  maravilloso jugador cuando  tiene la lucecita encendida) falló incomprensiblemente delante de Courtois.

El Atleti, por su parte, sin llegar a crear peligro evidente, pero si que tenía cierto control del  juego. El problema es que cuando uno sabe que hace una cosa tan rebién como el Atleti defiende, se termina creyendo que con eso le va a bastar y a sobrar para conseguir la victoria en el marcador,  eso se transforma en conformismo, y, probablemente, con algunos equipos le baste y le  sobre, pero si tienes a un rival en condiciones como fue ayer el Vila-Real, terminas jugando con fuego, y, lo que es peor, quemándote.

Porque a partir de la media hora el Atleti fue eso: un equipo conformista, ramplón y que basó todo su juego en el arte  de impedir al  contrario crear peligro, olvidándose de que existía a lo largo del campo otro área.

El Vila-Real, por su  parte, cada instante que fue pasando fue pisando  el acelerador un poquito más fuerte, creando más y más peligro, Marcelino estuvo muy bien en los cambios, y fruto de los mismos sacó al terreno de juego  al  francés Perbet y a Aquino (que creo que es el hijo  del mítico Toro Aquino que jugó en el Mucia, Albacete y demás) y a falta de once minutos llegó el gol del empate. Sesudos analistas de ayer y de hoy buscarán, como siempre, un culpable: que si  Alderweild no estuvo contundente, que si Juanfran se mete el gol en propia meta, que si Insúa y su banda … Gilipolleces. El gol se  mascaba cada vez  más que iba a llegar, y cuando se tensa  tanto la cuerda, puede pasar esto: que se rompa. Si no hubiese fallado el uno, hubiese sido el otro. ¿Qué más da? Somos un equipo, para lo bueno, y también para lo malo. Punto.

Reacción final del Atleti, en la que Arda se inventó un pase en la que el pobre Insúa se hizo la picha un lío y de tanto defender le quitó un balón franco  a  Villa, cuando este amenazaba con plantarse solo delante de la meta defendida por Seres Inútiles Asenjo, y, resultado que el Vila-Real dio por bueno, lo cual es buena señal del respeto que la peña nos va teniendo por ahí. Eso sí, entre tanta miseria de fútbol por nuestra parte en este segundo  periodo, me encantó con el empate ver a Courtois sacando a toda leche, y los jugadores corriendo  a por el balón como si fuésemos palmando. Demasiado tarde, sí, pero buena señal. En realidad el punto es bueno, y es malo. Chungo porque perdemos dos puntos ya  que durante 60 minutos  no fuimos el Atleti. Bueno porque suma  frente a un rival que confirmó  todas mis expectativas: fenomenal velocidad  en la  circulación de balón,  juego abierto en bandas ,  trabajo y ratos de muy buen fútbol. Lo importante es sumar, aunque hayamos restado. El mundo al revés.

EL CRACK DEL PARTIDO:  Del Atleti estuvieron  a  un gran nivel Courtois, Miranda y Tiago hasta  que le duró el fuelle (que fue hasta casi el final, la verdad).  Por parte local, pónganse en pie ante el  partidazo  que se marcó Bruno, un mediocentro que como persona  proporcionalmente me cae  tan mal como tan buen jugador considero. Él solito se hizo  dueño de todo  el centro del campo, y dio una  auténtica exhibición de  clase y fuerza, dosificadas a  partes iguales. Partidazo descomunal.

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO: No sé si sería  por esa amenaza de gripe que dicen  que tuvo, o por la maldición de la Selección (en la cual creo a pies puntillas, es seleccionar a un rojiblanco y creerse el amo del universo tocándose la polla,  no sé por qué, la verdad)  pero ayer Diego Costa, directamente, es que no fue Diego Costa. Muy flojo también (creativamente hablando)  sus compis de tropa  en creación de juego: Villa, Koke y Raúl García.

ÁRBITRO: Pérez Montero. Pintoresco personaje del monigote de figura de futbolín vestido  de negro ese, cuya cualidad innata es que todas  las jugadas y lances  del juego el menda crea  un estado de  tensión porque sabes  que puede caer una tarjeta en cualquier instante. Se por lo que sea. Un pisotón, un codazo, un saludo al contrario, un “¿Cómo está usted, señor árbitro?”, una mirada hacia un recogepelotas Sí. Incluso al espectador que está viendo el  partido desde el campo o desde su casa. A mi hermano, de hecho, le debió de amonestar con el tanto azulejero por derramársele un poco el pelotazo que se estaba clavando, porque se  piró a su habitación nada  más conseguirse el empate. Qué ser, Dios mío.

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 20 GRADOS).
El termómetro dicta sentencia, e  indica que se  perdieron dos  puntos en casa de un recién ascendido, así  que, por mucho que se metan con  él, ya saben que lo tengo que bajar un par de grados. De todas formas, en pleno mes de Noviembre, sigue siendo una temperatura más que óptima  para seguir confiando a muerte en este equipo.

¿Lección del día? No siempre se puede ganar, y, francamente, por empatar en Vila-Real  tampoco  es como para pegarse dos tiros, aunque no se jugase como se debía, ciertamente. Pero es que los rivales también cuentan, y ayer, el que tuvimos enfrente, sinceramente, me pareció  un equipo muy a tener en cuenta. ¿Perdido dos puntos? ¿Sumado uno? Mi  termómetro dice que palmamos dos. Mi corazón, que sumamos  uno. Elijan ustedes la opción que más les plazca.

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