Algo tenía yo en la cabeza con el Niño. Me lo venía advirtiendo un colega mío que, por razones laborales, le gusta chuparse todos los entrenos que puede: "Tomi, el Niño está que se sale, tío ... Que son estos baldaos los que no le acompañan ... Si le vieras en los entrenos ...". Y yo le creía. Le creía, igual que creo que este chaval de 17 añitos nos va a marcar una época en el Atleti. Y ayer fue mi confirmación total. Ayer le ví todas las cualidades que le quería ver: lucha, valentía, rapidez, dureza, y, sobre todo, clase. Mucha clase.
Porque el Atleti empezó el partido atolondrado, como suele hacerlo. Y el Levante, aprovechándose del puto (porque todo el que me toca los huevos lo es) negro (salta a la vista) de mierda (solo juega bien contra el Atleti, luego, a chupar banquillo) ese del Ettien, que nos trajo por la calle de la amargura durante todo el partido, y de la incompetencia manifiesta de un árbitro que se inventó un penalty en un balón que despeja clarísimamente García Calvo (selección ya) a córner, hizo que se pusiese una vez más por delante en el marcador, y que aparecieran antiguos fantasmas de ese campo. Menos mal que el aliento de los 300 incondicionales camaradas míos del Frente que se desplazaron allí se oía hasta en la tele. Y menos mal, of course, que apareció la figura del Niño para en una jugada llena de velocidad, fuerza y clase, llevarse un balón medio perdido que le metió en profundidad Aguilera, y cruzar magistralmente el balón ante la salida del guardameta granota.
Con este resultado se llegó al descanso, y fue un mazazo para los levantinos, que, sin hacer gran cosa, si que al menos demostraron bastante más orden en este primer periodo, salvo en los minutos finales.
Con este resultado se llegó al descanso, y fue un mazazo para los levantinos, que, sin hacer gran cosa, si que al menos demostraron bastante más orden en este primer periodo, salvo en los minutos finales.
La segunda parte terminó con el síndrome de la primera, es decir, dominio del Atleti, y el Levante acojonadillo. Y así surgió el 1-2, en una internada por banda derecha de Aguilera, y remate espectacular de Correa (lo único que hizo en todo el partido) a lo Cruyff, que batió sin remisión la portería granota. Parecía todo sentenciado, pero, en la enésima internada en banda derecha (Carreras, jubílate, majete) Kaizku, uno de los mejores y más luchadores jugadores levantinistas, puso el empate en el marcador justo al minuto siguiente de conseguir Correa el 1-2, ante, eso sí, la atenta mirada del Mono Burgos (sé que era un balón jodido de parar, pero, al menos, tírate, machote). A partir de aquí, solo exisitió un equipo, el Levante.
Me encantó el equipo valenciano. Jugando por bandas, en profundidad, al primer toque, presionando muy bien ... Mis jugadores eran pollos sin cabeza detrás del balón. Todo esto, dirigido por un tal Changui (¿Y este tío no es titular en el Levante? :-O que demostró que es un jugadorazo como la copa de un pino. Mientras tanto, y nosotros, sin Luis Aragonés viendo el partido (le expulsaron por decirle al 4º árbitro que no le dejaba ver el partido, el hombre - por el 4º árbitro, digo- cumplió su objetivo, salió en la tele, me cago en tu puta madre, cabrón) éramos un juguete en manos del equipo granota. Menos mal que García Calvo e Hibic arreglaban los desaguisados de sus compañeros de banda, Armando y Carreras, respectivamente. Nuestro centro del campo, por otro lado, ni existía. Dani, perdido en 100.000 cambios de posiciones, Nagore llegaba tarde a todo, a Movilla le tuvo que quitar Luis lesionado (y menos mal, porque ayer parecía un jugador de rugby, con unos patadones sin ton ni son...), a Luque le faltaba chispa ... Y así, Paredes, Marina, o quien coño fuera, decidió sacar al campo a algo de sangre fresca. Salió Dieguito Alonso. Y, justo cuando apuntito estuvo el equipo granota de conseguir el 3-2 definitivo, en un fallo clamoroso de un jugador levantino prácticamente a puerta vacía, en la siguiente jugada, chilena en el medio campo de García Calvo que habilita a Diego Alonso, se marcha el uruguayo en velocidad y, con todo el alma, con toda la rabia y con todo el corazón, se saca un chutazo impresionante que se cuela como un obús en la portería levantina.
¡QUÉ GOLAZO, MAMMA MÍA!
Se le notó en la celebración al uruguayo toda la rabia y todo el sentimiento que llevaba ese gol ... ¡Cuánto me alegré, sobre todo por él! ¿Ves, Zu? Es imposible no tenerle cariño a este tío, macho, imposible (al menos, para mí). Fue el golpe definitivo, pero no el gran golpe. El gran golpe vino al final. Hacía un siglo que no veía yo marcar un gol a un jugador del Atleti de vaselina. Era una espinita que tenía clavada. Y quién si no me la iba a desclavar (como tantas otras que también de desclavará, estoy convencido). El Niño, con un toque sutil y majestuoso, digno solamente de los privilegiados en esto del fútbol, consiguió una auténtica maravilla de gol, que puso el delirio en mi corazón y mis 300 camaradas que allí se dieron cita.
Porque fue la noche de nuestro Niño. Fue el comienzo de su reinado en el Calderón. Su auténtica confirmación. Señoras, señores, con ustedes ... Fernando Torres. Prepárense a disfrutarlo.
-- Un saludo.
Tomi. Frente Atlético. Vieja Guardia
PATIS SIEMPRE PRESENTE
PD.- DUDA EXISTENCIAL. Con el 2-3 en el marcador (o con el 2-2, no recuerdo bien) hubo un jugador del Levante que jugó 3 minutos, al menos, con 2 amarillas (tuvo que ser el linier el que se diese cuenta, de hecho, ni el árbitro ni el hijo de puta del cuarto árbitro se dignó a darse cuenta, bastante tenía con tocar los huevos a Luis). Si hubiese metido un gol durante ese periodo, ¿Qué hubiese pasado? :-?
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