Lo reconozco. Admiro profundamente a la muchachada de @cafemestalla (no se los pierdan, colchoneros, da gusto leer a gente así en los tiempos de retrasamiento mental que hoy corren) y cómo son capaces de escribir nada más acabar un encuentro. Recuerdo que, un día, comentando el tema con mi Hermano @Arias4ever, éramos incapaces de escribir una crónica después de un partido sin dejar pasar mediante un día de reposo. Ayer uno acabó enfadado, injustamente mosqueado con mis propias huestes, porque los bufanderos descerebrados somos así: si no gana nuestro equipo, chungo cubata. Da igual en dónde jueguen, contra quién o cómo lo hagan.
Sin embargo, con perspectiva, afortunadamente (al menos en mi caso) uno ve las cosas con diferente fotografía. Uno se da cuenta de que disputamos un encuentro frente al, probablemente, campo más difícil que hay en España para puntuar (quizás el Camp Nou esté a su nivel, la puta pocilga no cuenta, -el nuestro ahora mismo no anda parejo, con perdón- que esos tienen siempre a su disposición factores externos con los que los demás, desafortunadamente – o afortunadamente, al menos uno duerme tranquilo sabiendo que lo que consiga, mucho o poco, ha sido siempre gracias a su esfuerzo, no por ayudas ajenas- no contamos, ni falta que nos hace, oigan). Un campo con un maravilloso ambiente de fútbol (muy parecido al del Calderón, reitero, al del Calderón, el del Metropolitano nuevo, hay que dejarle crecer), de los que uno disfruta con su desplazamiento mogollón, lleno de buena gente, que, obvio, van a lo suyo, y con un rival que siempre nos respeta, porque somos, aunque ellos no lo quieran reconocer, el espejo real al que siempre se fijan. Allí no gana Barsa. Allí no lo hicieron los indeseables robaperas. Los del golpe en el pecho de por ahí abajo tampoco. Son duros de pelar. Y eso me encanta. Si hubiese en esta liga más equipos como ellos, otro gallo nos cantaría, a todos (sus despistes fuera de casa son otra cosa, afortunadamente, problema de ellos, que, oigan, uno bastante tiene con los propios). Si algún colchonero no ha tenido la ocasión de disfrutar un Valencia-Atleti en Mestalla, no esperen más. No les defraudará.
Vamos al partido, pues. Espléndida media hora de la muchachada. Decididos, constantes, presionantes al límite de nuestras posibilidades. Más inculcados que nunca con nuestra filosofía de “partido a partido”. ¿qué cojones importa el Liverpool ahora?
El rival, por su parte, atolondrado. Como si fuese un gallego, en medio de una escalera, que no tiene muy claro si está subiendo la misma, o la anda bajando. En esas circunstancias, el Atleti no debe de perdonar, y no lo hizo. La figura emergente de Llorente hizo el resto, aprovechándose de una internada, tras una asistencia de Correa o de Vitolo, trastabillada, no recuerdo bien. Era el 0-1, más que justo.
Pero, oigan, andamos por Valencia, estamos en Mestalla. Estoy convencido de que el Atleti de Godín, de Juanfran, de Raúl García, del dorsal número 3, este encuentro hubiese estado ya cerrado. A nuestro Atleti actual, pensar eso es una utopía. Y sí, el rival también cuenta. Está claro.
Tras esa primera media hora estupenda, el equipo se fue desfondando, y los ches fueron creciendo. Y llegó su tanto del empate, tras un saque de córner del desconcertante (para bien y para mal) Parejo, que Maxi controló el balón, se echó un piti, un cafelito con espumita en el Café Gijón, echó un vistazo al Mundo, un chupito de licor de café, posteriormente decidió centrar, y un individuo con nombre más de pastor de iglesia evangélica que de otra cosa, Gabriel Paulista, remató de cabeza sin piedad. Llevaba desde el 2015 sin marcar. No desespere, mi querido orador. Teniendo al Atleti como rival, todo es posible en este mundo. ¿Y la defensa del Atleti, preguntarán mis queridos lectores? En el Café Gijón, tertuliando sin ton ni son.
A continuación, y aún digiriendo el mazazo del empate local, apareció Parejo en su versión empanado, perdió un balón absurdo en el medio campo, de esos a los que cualquier buen entrenador que se precie colgaría del cuello a su jugador sin compasión posible, y, para todo lo demás, Thomas montó su Party particular y anotó un golazo de bandera. 1-2 y al descanso. Qué partidazo, oigan.
Después, el Valencia, esta vez sí, se disfrazó del auténtico Valencia de Mestalla, agobió hasta la extenuación comandados por el imberbe Ferrán (reconozco que no tenía una idea clara y concisa del chaval, es un auténtico diablo, y si lo que quiere el Valencia es pasta, lo que ahora puede valer 30-40, en un par de años, igual añadimos un unito a su izquierda, y, mientras tanto, a disfrutar, oigan) y empataron, probablemente, en la acción que menos posibilidades tenían de hacerlo, tras un saque de falta de Parejo golpeando, más bien, un balón playa que otra cosa, y que Kondogbia, no se sabe muy bien si con el interior del pie, con el tobillo, con la espinillera, o con el hueso de la rótula, terminó batiendo ante la atónita mirada de Oblak (que tampoco es que se matara por atajar el balón, las cosas como son). Es incomprensible que en un equipo del Cholo nos pueda un rival meter un gol así. Sin embargo, esta temporada, al menos, hasta el mismísimo Tragacete lo podría conseguir, que todo es ponerse (sin segundas) en este mundo.
A partir de ahí, todo Cristo quiso ganar el partido. El Cholo tiró de artillería. Morata la tuvo, pero atajó fenomenal Cillesen. Carrasco salió como si lo hubiese hecho yo (es decir, nada de nada, monada), Celades tiró de Cherychev, o cómo pollas se escriba, y el partido fue el clásico que, seguramente, entusiasmó al seguidor neutral, desesperó al que iba con uno u otro equipo. Por eso le digo que hay que ver las cosas con perspectiva. Ayer mordía. Hoy mordería, en todo caso. Partidazo total. Capaces de lo mejor y lo peor. Son así, no le den más vueltas. Valencia vs. Atleti. Fieles a su idiosincrasia.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Me sigue gustando la progresión de Llorente (mucho más asentado, con más confianza, más aplomo y más seguro de sí mismo, hay que seguir así), pero, en esta ocasión, hay que dárselo a quién realmente lo merece, y, aunque no sea de nuestras huestes, el tal Ferrán tiene una pinta estupenda de jugador de fútbol. Queda anotado en mi agenda.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
El numerito que llevamos haciendo ya demasiadas jornadas con el tema del puto lateral izquierdo. ¿Qué Lodi no sabe defender? De acuerdo, hoy por hoy es cierto. ¿Qué luego pones al Arias allí y es como si hubiese puesto a un esquimal en plena Costa del Sol, echándole bronceado sin ton ni son? Absurdo hasta decir basta. El colmo, por supuesto, es terminar con la puta estupidez de siempre: Saúl, lateral. De verdad, no me quiero calentar, pero estoy hasta el nardo Bernardo este tema. Primero …¡Estamos hablando de un puto lateral, joder!¡Me da igual que suba o no! Que muerda, sea rapidito, y fuera. Y, para esa puta simple misión, vale Manu, o un lateral de juvenil, o quién pollas quieras, pero deja ya de marear a la peña, hostia puta ya. Coño, que llevo 50 años viendo fútbol, y ahora me entero que esta posición es la más clave que hay en un puto equipo, me cago en mi puñetera estampa. Estamos perdiendo a Saúl (y hablo en serio) y, de verdad, Don Diego Pablo, la gestión que anda haciendo con respecto a este tema, es, por momentos, absurda, innecesaria e irritantemente … RIDÍCULA. Lo siento, no hay más.
ÁRBITRO:
Un tal David. No le había visto en mi vida. No lo hizo mal, la verdad.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 6 GRADOS).
Lo dejamos con está. No hago más comentarios al respecto.
Y el martes, el Liverpool. Esto no va a tener que ver con nada. Nos enfrentamos a la mejor delantera que hay hoy en día por el mundo (la movilidad de Salah, la magia de Firminho, la salvaje potencia de Mané). Da igual. ¿Quién dijo miedo? Partido para disfrutar, encuentro para recordar, con muchas cosas que guardar … No concibo otra cosa que morir matando (y ya veremos quién cae finalmente). “Defendiendo esta camiseta, y el escudo que ella lleva” …
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