La cosa empezó allá por finales de Septiembre de este año. Recibíamos a un Granada que, si mal no recuerdo, andaba líder, mientras nosotros empezábamos con la lacra de tener 2 partidos aplazados por aquello de haber acabado la temporada más tarde de lo normal. Comandados por un Joao Félix pletórico, bastó que Luisito Suárez jugase un ratito y anotase los dos primeros chicharros con la rojiblanca puesta. Ni más ni menos que seis chicharros les clavamos. Como para no ilusionarse uno. El Despacho reventaba de ilusión.
Continuamos en Huesca, en un encuentro en el que el equipo, sin haber dado mala imagen ni mucho menos, siguió alimentando esa extraña leyenda de que los recién ascendidos, en su casa, no terminamos de rematarlos casi nunca.
El siguiente rival fue el dichoso Vila-Real, en un partido, por qué no decirlo, malo de solemnidad. Un empate a nada, que empezaba a servir para que las huestes más inasequibles al desaliento empezáramos a sospechar que esta nueva temporada iba a ser de nuevo un vía crucis particular, en el que llegaríamos al siguiente año probablemente sin apenas aspiraciones ligueras no de Campeonar, sino de lo que hay que exigirle siempre a nuestro equipo: estar ahí.
Después vino el bodrio también de Balaídos, sacado con mucha mejor nota de lo que realmente mereció el equipo. Luego vino el Betis, en un encuentro conseguido ganar con relativa tranquilidad. Y de ahí a Pamplona, lugar en el que Joao seguía de dulce y Torreira se estrenaba con la espantosa equipación amarilla de accidente de tráfico con la que hemos disputado esta temporada un número bastante despreciable de encuentros.
Seguimos para bingo, porque el siguiente partido fue contra otro sorprendente líder del Campeonato de Liga, el Cádiz. Sin embargo, no dimos opción alguna al equipo de la tacita de plata, y le masacramos 4-0 sin piedad. Joao Félix seguía de recital en recital, mientras que Luisito, a lo suyo. Y marcar, y marcar, y volver a marcar.
Vamos ya por noviembre, y el primer miura de verdad visita el Metropolitano: el Barsapasta. Suárez no pudo jugar (muchos vimos la sombra alargada de Caminero tras su ausencia, cómo somos los Atléticos de retorcidos a veces, madre) y en una contra en la que Ter Stegen salió a saludar a las gaviotas (en el páramo ese cualquier cosa se puede uno encontrar), el gran Carrasco se llevó el balón de espuela, esquivando al estupendo por otro lado guardameta alemán y consiguiendo el 1-0 definitivo. Ojo, que la cosa parecía seria. Muy seria.
Después nos vamos al siempre complicado Mestalla, en el que un autogol ché nos da 3 puntazos de oro. Nos deshacemos del Pucela en casa, con la gran noticia de que Lemar empieza a reivindicarse en el jugador que (¡Al fin!) el Cholo ha logrado que saque de dentro ese talento que siempre se le ha presupuesto tener.
Seguidamente, nuestro rival más encarnizado se deshace de nosotros con relativa facilidad en ese campucho de entrenamiento en el que a los señoritos se les permite jugar y hacer lo que les venga en gana, solo faltaba. Y vino el Elche, contra el que se disputó un partido estupendo, con un Llorente estelar. Y a continuación otro punto de inflexión en el Campeonato: visitamos Donosti, con una Erreala lanzada, y en la que el Atleti disputó uno de los mejores encuentros de la temporada.
Seguimos en casa frente al Geta, que, como buen vecino que es, siguió con su maravillosa costumbre de no hacernos siquiera un solo tanto desde la llegada de Don Diego Pablo, si mal no recuerdo. Y nos fuimos a Álava, en donde vencimos en uno de esos encuentros en los que a uno se le empieza a poner una cara de Campeón que no se puede aguantar, con el tanto en el 91 de Luis Suárez y con un gol previo de Marcos Llorente de esos en los que se fue hasta del alcalde de dicha localidad.
Otro punto de inflexión fue la primera bola extra conseguida frente al mejor Sevilla de toda su historia, en un partidazo de poder a poder. Y nos fuimos a Eibar, en el que Luis Suárez devolvió en el minuto 90 la frivolidad que tuvo Dimitri (portero local) en anotar su tanto también de penalti. Y recibimos a un batallador y respondón Valencia, al cual tuvimos que remontarle en un segundo tiempo pletórico.
Y viajamos a Cádiz, en dónde conseguimos 4 tantos fuera en un partido de esos locos que tanto desesperan a mi hermano el Sr. Mármol. Y agotaditos perdidos, también remontamos frente a un Celta motivadísimo ante la visita a casa del Líder, pero finalmente una desgraciada jugada postrera hizo que se nos escapasen 2 puntos de nuestro hogar.
Y nos fuimos de viaje a saludar a la estupenda gente de Granada, llevándonos de nuevo los 3 puntos. Y se acabó el placentero viaje, porque llegó nuestra peor pesadilla, el puto Levante. De nuestra segunda bola extra logramos rescatar un punto, al que le dimos por válido (fallando Correa un gol de esos que solamente él puede fallar, aunque lo compensó más tarde, vaya que si lo hizo). A los 3 días, otra vez de nuevo a ver la geta a estos. 343 remates a puerta, dominio total y absoluto, penalti previo a Oblak en la jugada del 0-2, que anotaron ya en el descuento y sin portero. Qué hartura de equipo, qué pesados son y qué de ganitas que les tengo. Les he pillado un gato que no puedo con ellos, y es que tampoco lo quiero evitar. Por cierto, en todo lo que quedó de temporada …Un partido lograron ganar. Uno. Sin comentarios.
El panorama se planteaba de manera siniestra, porque nuestro siguiente rival eran los putos azulejeros en el Madrigal. Afortunadamente, sacamos casta de Campeón de nuevo y vencimos un encuentro que en cualquier otra temporada hubiésemos palmado sí o también.
Y llegaba el derbi, y el Atleti hizo 60 minutos de cine, y metió otro chicharrazo Luisito, pero los de la flor en el culo, siempre la han tenido, y siempre la tendrán. Y al final el narcotraficante del Benzema igualó el marcador cuando no había tiempo apenas de nada más. Y mientras tanto, los rivales se nos acercaban cada vez con más agobio e insistencia. Y palmamos 2 puntos incomprensibles también en Getafe (aunque el equipo lo dio todo). Y Oblak obró el milagro del Alavés cuando en el 88 atajó un penalti a un jugador vitoriano. Y nos dimos un rulo por Sevilla, durante el cual metimos a los palanganas en la lucha por el Campeonato y contemplamos una de las imágenes de la temporada en Heliópolis, cuando el Cholo, al final del encuentro, abrazaba a la par que consolaba a un desconsolado Correa cuando Bravo le había sacado lo posible y lo imposible.
Y menos mal que antes, dentro del todo guirigay este de Liga que ha habido, habíamos sacado otra bola extra que teníamos en el tintero por la puta Filomena frente al Athletic en el Metropolitano. Y nos deshicimos del Huesca en otro de esos partidos revueltos entre semana.
Y llegó mi bajón total tras creer mi vida perdida en la derrota de San Mamés. Y varios Hermanos míos me agarraron de la pechera y me dijeron que de tirar la toalla nada de nada, que el Atleti era el que me había elegido a mí, y no al revés, y que no había más vuelta de hoja al tema. Y cuando pensé que el Barsa nos pasaría como un trolebús, cuesta abajo y sin frenos, resulta que naranjas de la china. Y fuimos a Elche, y en otro encuentro en el que debimos de golear, sufrimos lo imaginable e inimaginable para conseguir los 3 puntos, tras errar los ilicitanos un penal que se estrelló en el palo en el noventa y muchos. Y el Atleti antes había masacrado al Eibar en el Metropolitano, dejándole bien claro cuál iba a ser su destino final en este viaje. Y nos fuimos a Barcelona, y el equipo dio la cara, mereció ganar, dejó algo más que hechuras de lo que ha sido finalmente, mientras que nuestros adorables vecinos no tuvieron pelotas para pillar un liderato que puede que hubiesen conservado hasta el final de los finales.
Y vinieron con ganas los mozalbetes de la Erreala, los cuáles en la segunda parte, nos lo pusieron de corbata, tras realizar un primer tiempo épico el Atleti. Y cómo olvidar este penúltimo partido frente a Osasuna. De nuevo el destino jugó con nuestros corazones, con nuestros sentimientos, con nuestras emociones.
Y llegó el final, y vencimos en Pucela, partido que, por supuestísimo, empezamos palmando de nuevo. Y remontamos con la magia de Correa (el gol es una auténtica joya, por todo, de esos que no vamos a olvidar jamás), y la decisión de Luis Suárez. Y si, señores, somos Campeones. Y no puedo dar que dar las gracias a mi equipo por hacerme la persona más feliz del Universo. Y celebramos, y celebramos, y volveremos a celebrar. Porque no hay nada más grande en este mundo para un bufandero descerebrado que ganar una Liga. Nada tiene más mérito. Nada te agota más. Nada disfrutas tanto. Nada lo vives de igual forma. Y casi que me ha dado igual este año no haber podido ir al campo, ¿Saben? He descubierto El Despacho, lo he acogido casi como mi segunda casa, me han admitido maravillosamente bien, y del buen ramilllete de partidos que he visto allí, solo he palmado uno, aquel psicotrópico frente al puñetero Levante.
Me duele la garganta, me duelen un montón los brazos, palmé el móvil en la celebración, hubo algún pequeño y desagradable incidente al final, pero nada me va a hacer olvidar todo esto, porque cada día que va pasando, ando todavía un pelín más contento que el anterior.
Muchas gracias por haberme aguantado toda esta temporada, Hermanos. Que si … Que quedan las putas notas finales, lo sé (resultado definitivo del Todopoderoso Termómetro incluido). Y lo van a tener, no desesperen. Pero ahora mismo solo importa una cosa. Todo el mundo sabe quién es el Campeón. ¡Aúpa Atleti!