Está claro que hasta en tu último día has decidido tocarme los eggs en exceso, y me has puesto una nueva prueba, la última de ellas: Intentar escribir algo mientras lloro desconsoladamente tu pérdida. Porque no hay nada que me consuele ahora mismo, Hermano.
¿Quién me va a hacer ahora tus coñas sobre las Champions del Atleti? ¿Quién me va a llamar a los 7 segundos cuando me entre en mi enfermo coco una puta paranoia de las mías? ¿Quién me va a regalar botellas de vino, ese polo de El Salvador, de Rugby, equipo y deporte que tanto amabas?
No te pido más, Hermano. Espero que sigas siendo igual allí arriba. Con tu Don Santiago, con tu Don Francisco. Me importan una puta mierda tu ideología, tu equipo o tus ideas. Porque siempre, por encima de todo y de todos, has valorado una extraña palabra que cada día empieza a estar más en desuso: la AMISTAD. La amistad que te llevó a hacer cosas tan inimaginables por mí como venirte desde Pucela hasta Madrid, simplemente por el hecho de dejarme un abono, cuando mi situación económica seguía casi igual a como está ahora, con el fin de que no me perdiese un partido del Atleti contra el Valencia, aún tu sin importante entrar (que ni siquiera lo hiciste al final). Todo con la mayor de tu sonrisas. Regalaste, además, cosas a todos mis colegas. Sin importante una puta mierda que fuesen desconocidos o miembros del FA. Eras todo bondad. Todo corazón. Y mira, te vas con una de las cosas que realmente sé que amabas de nuestro equipo, nuestro admirado Calderón. Ese estadio en el que siempre te hubiese gustado que fuese de tu equipo en realidad. Al que tanto amabas. Con el que sé que lloraste con su demolición. Descansa en paz con él, Hermano. Y, conste, también llorará tu pérdida nuestro querido Niño Torres, al cual querías a la par que admirabas hasta el punto de tener todas las camisetas de los equipos en los que jugó. Ahí te importó una mierda que fueses vikingo, cabrob. Eso solo lo empleabas para mí. Cuánto te sigo queriendo … Cuánto …
Pero, mire vos por donde, ahora todo me encaja. Ya sabes que yo siempre creo que las cosas al final, en esta vida, tienen un por qué. Y, sinceramente, le doy gracias, muchas gracias a Dios por haberme perdido en aquel día del año pasado buscando el puto tabaco en Valladolid (tu Pucela del alma). Le doy gracias, porque a pesar de las gafas palmadas, de la puta mierda de partido que no vi, del descontrol que se apoderó de mí, al final, todo tenía un objetivo, todo un significado. Dios quiso que pasasemos nuestro último día juntos, haciendo lo que más nos molaba: birreando y gin-toneando sin parar de aquí para allá. Siempre con nuestras puyas, con nuestros piques, con nuestras historias del pasado. No me dejaste ni un puto instante solo, mamón, y mira que te dije que yo ya ese día pasaba de todo. Formas parte de mi corazón, y, créeme, puto vikingo, un trozo de carne te has llevado para allá arriba de este puto indio de mierda al que tanto querías. Me da igual. Como si te quieres llevar todo, Hermano. Me has dejado tirado, cabrob, ya no te voy a poder restregar esa puta Champions que sé que vamos a conseguir. Pero sé que, en el fondo, cuando lo logremos, te alegrarás por mí.
Siempre has sido miembro fundamental en todas las famosas Trobadas que hemos vivido juntos en ERDF. Una pena que esto al final se fue a la mierda (como tantas cosas buenas en esta puta vida, la más de las veces, sin sentido alguno), pero, al menos, tus últimos días los has pasado en contacto, a través del guasap, con unas cuantas vacas sagradas de esas, de las que tu eras parte intrínseca. No te voy a dar buenas noticias de ellos: el Puma no puede ni hablar, anda llorando desconsoladamente. El Abu piensa llevar un reloj que le regalaste por bandera (tu generosidad no conocía límites, Hermano). El Barra camina dándose un voltio por este maldito fango llamado vida, triste, apagado, más sombrío de lo que nos acostumbra. Cesitar se ha olvidado de sus historias por ti. Lukitas, lo que te va a echar de menos, madre … Pelegre, con el que compartías algo más que andanzas y amores, está como una lagartija a la que le han dado un calambrazo, no para de aquí para allá, inquieto, pensando en qué igual podíamos haber hecho más y no lo hemos realizado. Vespe está ya buscando contrincante para ver quién soluciona el problema de Catalunya, de su Barsapasta, aunque es consciente de que ninguno encontrará con el ingenuo y la sabiduría que tenías .Y nuestro Zulito ya sabes como es: todo corazón. Y cuando el corazón no late como debería, en tipos como él lo echamos demasiado en falta.
Yo ni te quiero contar como estoy. De verdad que paso. No puedo dejar de llorar. Lo único que te quiero hacer desde aquí es una promesa: en tu honor, en tu memoria, juro hacer todo lo posible y lo imposible por mantener tu recuerdo vivo y que este grupo sobreviva con el mismo entusiasmo, diversión y alegría, camaradería y sentimiento con el cual nos impulsó a conocernos y seguir juntos a pesar de todo durante todos estos ya ni años … Décadas. Pero hoy no me lo pidas, ¿Eh, Nachete? De verdad que no. Hoy no puedo de dejar de llorar pensando en ti. En serio que no puedo. Ya perdonarás. Te quiero tanto, cabrob …
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