24 de abril de 2020

Once histórico ATM.





Buenas noches:

No sé ustedes, pero yo necesito empezar a hacer algo diferente con mi puta vida. Y ese algo empieza por mi bloq. Os lo he contando muchas veces: yo lo utilizo como si fuese al psiquiatra, como si de un Toni Soprano se tratase y contase sus aventuras y desventuras a mi Jennifer Melfi.

Por desgracia, no tengo partidos que comentar, así que, ayudado por la inspiración de mi grupo de guasap por los siglos de los siglos, Amén, voy a empezar a analizar éste mismo.

De primeras, eso es una segunda equipación. No hay más. Las más bella de todas (partiendo de la base que cualquier trapejo que porte ese escudo, que no logo, lo es). Nuestros colores, intactos. Nuestra idiosincrasia, representada. Nuestro toque azul, ahí está. Nuestras medias, las de siempre. ¿Ustedes saben lo que yo daría por tener, hoy en día, dicha equipación? No se lo pueden ni imaginar. De momento, me voy a dejar bigote, a ver si así ….

Este grupo de colchoneros empernidos (menos uno, todos ustedes saben bien quién es) ganó una Final de Copa en la puta Pocilga al Athletic. Final en la que, por cierto, eran mayoría en la grada, aún disputándose en Madrid. Mucha peña se sintió avergonzada por este tema. Yo, al contrario, me sentí el menda más orgulloso del mundo. Menos, sí, sin duda. Pero mucho más auténticos. Atléticos que firmaban en fuego su sangre rojiblanca. De los que iban lloviese, granizase, hiciese frío, calor, o, directamente, el partido no tuviese ya mucha más transcendencia que la tiene una puta mierda pinchada en un palo. Mi gente. Éramos así, chavales. Lo sé. Lo sabéis.

Así que empezamos:

Mirko Votava. Lateral derecho, de los que le gustan a Don Pablo, con su bigote incluido. Muy buen lateral derecho. De los primeros que vi yo incorporarse al ataque, con peligro, de verdad. Alemán, para más señas, que convertimos con nuestra forma de ser en un tipo con sangre caliente (rojiblanca, no lo duden). Gran ídolo de mi señora madre, hasta el punto de que, posteriormente, nos compramos un canario y le llamábamos siempre así: “Mirko Votava”. No sé ya mucho más de él, pero hace relativamente poco tiempo sé que nos tiene un cariño super especial. No tengo duda, uno de los nuestros.

El Pibe Ruiz. El pibe, del Atlético de Madrid. Central tosco, duro, a veces antiestético donde los haya, pero inexpugnable por alto, y que defendía bien, a pesar de su famosa cintura de rueda de carromato. Recuerdo un penalti que le pitaron una baza en el Cuerna (¡Cómo no!) frente a los indeseables de siempre, y el menda, para demostrar que el balón no le dio en la mano, se bajó el pantalón y le enseñó el moratón que tenía en las pelotas. Como secretario técnico, eso sí, no me terminó de convencer. El capullo es que veía a cualquier menda pulular por ahí con un balón cosido a los pies, y era la Octava Maravilla. Se lo perdono, claro que lo hago. Otro de los nuestros. Eso sí, el balón, otro extraño desconocido en sus pies. Uno de tantos.

Mejías. El eterno portero que pudo ser, y que jamás fue. Para los más noveles del grupo, el Atleti, históricamente, siempre ha tenido muchosp problemas para cubrir ese puesto. Aquí llegó de todo. Alguno parecían hasta modelos. El pequeño canguro cambió la historia. Oblak se encargó del restó. Era muy especial, muchos reflejos debajo de los palos, pero capaz de lo mejor y de lo peor. No transmitía seguridad. Pero me da igual. Uno de los nuestros también.

Clemente Villaverde. El eterno abogado. El sempiterno chupapollas. No voy a hablar de él personalmente, este post no está enfocado en eso, precisamente. Para mi era más malo que la carne del pescuezo. Técnicamente limitadísimo, y sin la sangre necesaria para ser un gran lateral defensivo. Jugador anti natural. Esperpénticamente estético. Na. No es uno de los míos, lo siento.

Chus Landáburu. Clásico jugadorazo infravalorado por todos (empezando esta vez, sí, por nosotros mismos, en el Calderón se le pitaba mogollón). El razonamiento era claro: fallaba muchos pases (algo parecido le pasa ahora a nuestro Koke, por cierto). A mi me daba igual. Fallaba pases, si, porque daba no menos de 700 de ellos por partido. Era una puta máquina de jugar al fútbol. Lo que mejor le define, es “escuadra y cartabón”. Nadie lanzaba los córners como él. Nadie tampoco lanzaba esas escalofriantemente contras como él lo hacía. Y las faltas, señores …. ¡Cómo tiraba las faltas! Bueno, ya os lo he contado: escuadra, y cartabón. De los míos, por y para siempre.

Don Juan Carlos Arteche, Artechenbauer. Solo por los huevos que le echó con Gil cuando le culpó de vender zapatos, ya merece la pena el menda. Él le contestó una vez, que nada ni nadie le impediría el hecho de ser Atlético. Y así ejerció hasta el final de sus días. Central tosco, duro, pero que, curiosamente, con la llegada de un tal Luis Pereira, mejoró hasta límites insospechados. Un tipo que remonta un 1-3 al Betis, con un Calderón diluviando, metiendo los 2 últimos goles, cayendo lesionado y en camilla, y siendo retirado entre una de las mayores ovaciones que uno recuerda, qué quieren que les diga. Arteche es IDOLAZO. Me da igual su técnica o lo que sea. Este sí que es de los míos, pero de verdad.

Llaverito Julio Prieto. Les cuento una anécdota que no mucha gente sabe: es primo hermano de el gran Abuelito, persona que comparto el abono. Todocampista total. Un prototipo de Saúl (muchísima menos calidad, ¿Eh?) pero aquí, al menos, fue pionero en lo suyo. Y ojito cómo le pegaba al balón. Disparo duro, más seco que mi garganta después de un sábado de marchuki, todo corazón y pundonor. De los míos, por favor …

Roberto Simón Marina. ¡Cómo te queremos, Marina, cómo te queremos!. Aprendiz, bastante aventajado, por cierto, de la figura del “diez” en un equipo de fútbol. Técnica exquisista, excelente visión de juego, menudito, peleón. Seguramente, nació ya con 37 años, por su físico deshilachado. Pero era buenísimo. Nos dio muchas tardes de gloria. Es imposible no querer a este menda, si eres del Atleti, al menos. Totalmente imposible.

Hugo Tarugo Sánchez. Bah. Nos os voy a hablar de él, en serio. Este escrito va de mi gente, y él me demostró que no lo fue. Tengo recuerdos de él, evidentemente: su fichaje en principio sonó a broma macabra. Metió el gol más bonito que he visto en mi vida en el Calderón, de una chilena desde nuestro campo al portero del Oviedo, en un partido de Copa del Buey. La final que hizo contra el Athletic, pregúntenle mejor a ellos, anda … Hubo un tiempo en el Calderón en los que había un periodista contratado por el Club, que hacía entrevistas a los jugadores. Un día le tocó a él, cuando ya se rumoreaba su más que posible marcha. Total, el ínclito en cuestión le interrogó por su posible marcha. Él contestó, desde el centro del campo, lo siguiente, mientras señalaba a los aficionados que aún permanecíamos allí: “Yo no me iré de aquí hasta que todos ustedes lo quieran”. No hay más preguntas, señoría.

Quique Ramos. Interior con una velocidad endiablada. Rápido como él solo. No llegó a gran cosa al final, cierto, pero no era un tuercerbotas, ni mucho menos. De los míos, señores. Siempre de los míos. Prometió más de lo que llegó a ser. Nuestra segunda joyita, vamos (la primera, con todos los honores, es para un tal Bermejo).

Don Juan José Rubio. El tímido del Atlético de Madrid. Mi gran ídolo de la época. Otro jugador infravaloradísimo. Capaz de regatearse a 5 tíos en una baldosa, rápido, vertical, y con un arte intrínseco para PROVOCAR (que no tirarse) penaltis cuando la cosa andaba dura de roer. Técnicamente maravilloso. Las faltas las lanzaba extraordinariamente bien (aunque, para mi gusto particular, tuvo que tirar más, ya te digo). Anécdota: cuando me fueron a entregar mi insignia de plata por mis 25 años en el Club, había una fila de jugadores para elegir (la basura del Cerezo entre ellos, por cierto). Yo esperaba mi cola, ya nadie le elegía a él. Y tuve suerte, me tocó elegir y al final me la entregó él. Le dije todo lo que era para mí, lo buenísimo pelotero que fue, y que para mi era un orgullo y un honor que me la entregase él. Uno de los instant es más felices de mi vida. No lo olvidaré jamás. ¿Qué cómo reaccionó él? Don Hector del Mar le clavó: “el tímido del Atlético de Madrid”.


1 comentario:

Unknown dijo...

Grande Tomi.
Recuerdo un pelotazo que me dio D. Chus Landaburu entrenando el Atleti en el campo del Moscardó.
Uno de los nuestros sin duda.
Su Kapitan.
Ánimo Tomi, ya nos queda menos
Kapijaen

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