26 de abril de 2020

No te tengo.


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No te tengo, hermano. Te juro que no te tengo. Y no sabes lo que esto significa para mí. Sin ti no soy nadie. No tiene ningún sentido ni valor mi vida. Sin vos no hay previas. Si. Lo sé. Tengo Hermanos que morirían por mi, Atleti de Madrid, pero ya nada es igual. No los veo, no los siento, no me encuentran mis carteras cuando las palmo, no hay derbis, no hay vida, no hay nada. Me siento tan vacío como un vaso de plástico. No sabes lo que te echo de menos.

Sé que te tengo que felicitar por tu cumple. Y lo ando haciendo, ¿Es que no me ves?, pero sin mucho sentido ni convicción. Tu no eres un equipo de fútbol. Tu eres mi puta vida, cabrón. Sin ti no soy nadie, vuelve ya, te necesito, de verdad. Nada tiene sentido de todo esto sin ti. Me lo has dado todo: viajes, Amigos, Hermanos, un sentido, mi faro, mi luz, mi pena, mi desconsuelo, mi vida, hostia puta ya … Mi puta vida. Mi puta mierda de vida, pero que es la que he decidido y quiero vivir. No me jodas, cojo. ¡Vuelve ya! El único sentido que siempre le he encontrado a todo esto. Y no estás, macho. No estás. Es decir, nada tiene sentido, nada es razonable. Vivo en medio de la ceremonia del sinsentido.

Yo no puedo aguantar mucho más así. En serio que no. Te necesito, Te amo. Te quiero con locura infinita. Empiezo a no tener ningún razonamiento para levantarme por las mañanas.  Vuelve, por favor. Te lo pido de todo corazón. O esto se nos va a ir de las manos. Me pide la peña por ahí que te felicite. ¿Cómo hostia puta no voy a hacerlo? No sé si lo sabes, pero es que sin ti soy la nada más absoluta. Ando vacío, perdido y sin consuelo posible. No me puedes hacer esto más. Te prometo que daré mi vida por esa puta Champions de mierda que el hijo de la gran puta de arriba sabe perfectamente que nos debe. No volveré a hacer pereza por vivir en Carabanchel, haga el puto día que haga, llueva lo que llueva, granice lo que quiera. Dormiré un par de horas, si es menester, siempre y como tantas veces he hecho. Te animaré hasta reventar. Moriré por ti. Te quiero tanto, cabrón …. Tantísimo tanto, que no tengo ahora mismo ningún sentido a mi puta vida.  Ya lo sabes, no soy nadie sin ti. Así que me cuentan por ahí que te tengo que felicitar por tu cumple, pero no te veo, macho. No sé qué es de tu vida. No sé en cuáles afters andas. Da latidos roiblancos, por favor. Hazlo, y hazlo pronto. O yo, me voy a arrepentir … Y venga, va … Feliz cumple, gilipollas.

24 de abril de 2020

Once histórico ATM.





Buenas noches:

No sé ustedes, pero yo necesito empezar a hacer algo diferente con mi puta vida. Y ese algo empieza por mi bloq. Os lo he contando muchas veces: yo lo utilizo como si fuese al psiquiatra, como si de un Toni Soprano se tratase y contase sus aventuras y desventuras a mi Jennifer Melfi.

Por desgracia, no tengo partidos que comentar, así que, ayudado por la inspiración de mi grupo de guasap por los siglos de los siglos, Amén, voy a empezar a analizar éste mismo.

De primeras, eso es una segunda equipación. No hay más. Las más bella de todas (partiendo de la base que cualquier trapejo que porte ese escudo, que no logo, lo es). Nuestros colores, intactos. Nuestra idiosincrasia, representada. Nuestro toque azul, ahí está. Nuestras medias, las de siempre. ¿Ustedes saben lo que yo daría por tener, hoy en día, dicha equipación? No se lo pueden ni imaginar. De momento, me voy a dejar bigote, a ver si así ….

Este grupo de colchoneros empernidos (menos uno, todos ustedes saben bien quién es) ganó una Final de Copa en la puta Pocilga al Athletic. Final en la que, por cierto, eran mayoría en la grada, aún disputándose en Madrid. Mucha peña se sintió avergonzada por este tema. Yo, al contrario, me sentí el menda más orgulloso del mundo. Menos, sí, sin duda. Pero mucho más auténticos. Atléticos que firmaban en fuego su sangre rojiblanca. De los que iban lloviese, granizase, hiciese frío, calor, o, directamente, el partido no tuviese ya mucha más transcendencia que la tiene una puta mierda pinchada en un palo. Mi gente. Éramos así, chavales. Lo sé. Lo sabéis.

Así que empezamos:

Mirko Votava. Lateral derecho, de los que le gustan a Don Pablo, con su bigote incluido. Muy buen lateral derecho. De los primeros que vi yo incorporarse al ataque, con peligro, de verdad. Alemán, para más señas, que convertimos con nuestra forma de ser en un tipo con sangre caliente (rojiblanca, no lo duden). Gran ídolo de mi señora madre, hasta el punto de que, posteriormente, nos compramos un canario y le llamábamos siempre así: “Mirko Votava”. No sé ya mucho más de él, pero hace relativamente poco tiempo sé que nos tiene un cariño super especial. No tengo duda, uno de los nuestros.

El Pibe Ruiz. El pibe, del Atlético de Madrid. Central tosco, duro, a veces antiestético donde los haya, pero inexpugnable por alto, y que defendía bien, a pesar de su famosa cintura de rueda de carromato. Recuerdo un penalti que le pitaron una baza en el Cuerna (¡Cómo no!) frente a los indeseables de siempre, y el menda, para demostrar que el balón no le dio en la mano, se bajó el pantalón y le enseñó el moratón que tenía en las pelotas. Como secretario técnico, eso sí, no me terminó de convencer. El capullo es que veía a cualquier menda pulular por ahí con un balón cosido a los pies, y era la Octava Maravilla. Se lo perdono, claro que lo hago. Otro de los nuestros. Eso sí, el balón, otro extraño desconocido en sus pies. Uno de tantos.

Mejías. El eterno portero que pudo ser, y que jamás fue. Para los más noveles del grupo, el Atleti, históricamente, siempre ha tenido muchosp problemas para cubrir ese puesto. Aquí llegó de todo. Alguno parecían hasta modelos. El pequeño canguro cambió la historia. Oblak se encargó del restó. Era muy especial, muchos reflejos debajo de los palos, pero capaz de lo mejor y de lo peor. No transmitía seguridad. Pero me da igual. Uno de los nuestros también.

Clemente Villaverde. El eterno abogado. El sempiterno chupapollas. No voy a hablar de él personalmente, este post no está enfocado en eso, precisamente. Para mi era más malo que la carne del pescuezo. Técnicamente limitadísimo, y sin la sangre necesaria para ser un gran lateral defensivo. Jugador anti natural. Esperpénticamente estético. Na. No es uno de los míos, lo siento.

Chus Landáburu. Clásico jugadorazo infravalorado por todos (empezando esta vez, sí, por nosotros mismos, en el Calderón se le pitaba mogollón). El razonamiento era claro: fallaba muchos pases (algo parecido le pasa ahora a nuestro Koke, por cierto). A mi me daba igual. Fallaba pases, si, porque daba no menos de 700 de ellos por partido. Era una puta máquina de jugar al fútbol. Lo que mejor le define, es “escuadra y cartabón”. Nadie lanzaba los córners como él. Nadie tampoco lanzaba esas escalofriantemente contras como él lo hacía. Y las faltas, señores …. ¡Cómo tiraba las faltas! Bueno, ya os lo he contado: escuadra, y cartabón. De los míos, por y para siempre.

Don Juan Carlos Arteche, Artechenbauer. Solo por los huevos que le echó con Gil cuando le culpó de vender zapatos, ya merece la pena el menda. Él le contestó una vez, que nada ni nadie le impediría el hecho de ser Atlético. Y así ejerció hasta el final de sus días. Central tosco, duro, pero que, curiosamente, con la llegada de un tal Luis Pereira, mejoró hasta límites insospechados. Un tipo que remonta un 1-3 al Betis, con un Calderón diluviando, metiendo los 2 últimos goles, cayendo lesionado y en camilla, y siendo retirado entre una de las mayores ovaciones que uno recuerda, qué quieren que les diga. Arteche es IDOLAZO. Me da igual su técnica o lo que sea. Este sí que es de los míos, pero de verdad.

Llaverito Julio Prieto. Les cuento una anécdota que no mucha gente sabe: es primo hermano de el gran Abuelito, persona que comparto el abono. Todocampista total. Un prototipo de Saúl (muchísima menos calidad, ¿Eh?) pero aquí, al menos, fue pionero en lo suyo. Y ojito cómo le pegaba al balón. Disparo duro, más seco que mi garganta después de un sábado de marchuki, todo corazón y pundonor. De los míos, por favor …

Roberto Simón Marina. ¡Cómo te queremos, Marina, cómo te queremos!. Aprendiz, bastante aventajado, por cierto, de la figura del “diez” en un equipo de fútbol. Técnica exquisista, excelente visión de juego, menudito, peleón. Seguramente, nació ya con 37 años, por su físico deshilachado. Pero era buenísimo. Nos dio muchas tardes de gloria. Es imposible no querer a este menda, si eres del Atleti, al menos. Totalmente imposible.

Hugo Tarugo Sánchez. Bah. Nos os voy a hablar de él, en serio. Este escrito va de mi gente, y él me demostró que no lo fue. Tengo recuerdos de él, evidentemente: su fichaje en principio sonó a broma macabra. Metió el gol más bonito que he visto en mi vida en el Calderón, de una chilena desde nuestro campo al portero del Oviedo, en un partido de Copa del Buey. La final que hizo contra el Athletic, pregúntenle mejor a ellos, anda … Hubo un tiempo en el Calderón en los que había un periodista contratado por el Club, que hacía entrevistas a los jugadores. Un día le tocó a él, cuando ya se rumoreaba su más que posible marcha. Total, el ínclito en cuestión le interrogó por su posible marcha. Él contestó, desde el centro del campo, lo siguiente, mientras señalaba a los aficionados que aún permanecíamos allí: “Yo no me iré de aquí hasta que todos ustedes lo quieran”. No hay más preguntas, señoría.

Quique Ramos. Interior con una velocidad endiablada. Rápido como él solo. No llegó a gran cosa al final, cierto, pero no era un tuercerbotas, ni mucho menos. De los míos, señores. Siempre de los míos. Prometió más de lo que llegó a ser. Nuestra segunda joyita, vamos (la primera, con todos los honores, es para un tal Bermejo).

Don Juan José Rubio. El tímido del Atlético de Madrid. Mi gran ídolo de la época. Otro jugador infravaloradísimo. Capaz de regatearse a 5 tíos en una baldosa, rápido, vertical, y con un arte intrínseco para PROVOCAR (que no tirarse) penaltis cuando la cosa andaba dura de roer. Técnicamente maravilloso. Las faltas las lanzaba extraordinariamente bien (aunque, para mi gusto particular, tuvo que tirar más, ya te digo). Anécdota: cuando me fueron a entregar mi insignia de plata por mis 25 años en el Club, había una fila de jugadores para elegir (la basura del Cerezo entre ellos, por cierto). Yo esperaba mi cola, ya nadie le elegía a él. Y tuve suerte, me tocó elegir y al final me la entregó él. Le dije todo lo que era para mí, lo buenísimo pelotero que fue, y que para mi era un orgullo y un honor que me la entregase él. Uno de los instant es más felices de mi vida. No lo olvidaré jamás. ¿Qué cómo reaccionó él? Don Hector del Mar le clavó: “el tímido del Atlético de Madrid”.


5 de abril de 2020

Hasta siempre, Cabrob ...


Está claro que hasta en tu último día has decidido tocarme los eggs en exceso, y me has puesto una nueva prueba, la última de ellas: Intentar escribir algo mientras lloro desconsoladamente tu pérdida. Porque no hay nada que me consuele ahora mismo, Hermano.

¿Quién me va a hacer ahora tus coñas sobre las Champions del Atleti? ¿Quién me va a llamar a los 7 segundos cuando me entre en mi enfermo coco una puta paranoia de las mías? ¿Quién me va a regalar botellas de vino, ese polo de El Salvador, de Rugby, equipo y deporte que tanto amabas?

No te pido más, Hermano. Espero que sigas siendo igual allí arriba. Con tu Don Santiago, con tu Don Francisco. Me importan una puta mierda tu ideología, tu equipo o tus ideas. Porque siempre, por encima de todo y de todos, has valorado una extraña palabra que cada día empieza a estar más en desuso: la AMISTAD. La amistad que te llevó a hacer cosas tan inimaginables por mí como venirte desde Pucela hasta Madrid, simplemente por el hecho de dejarme un abono, cuando mi situación económica seguía casi igual a como está ahora, con el fin de que no me perdiese un partido del Atleti contra el Valencia, aún tu sin importante entrar (que ni siquiera lo hiciste al final). Todo con la mayor de tu sonrisas. Regalaste, además, cosas a todos mis colegas. Sin importante una puta mierda que fuesen desconocidos o miembros del FA. Eras todo bondad. Todo corazón. Y mira, te vas con una de las cosas que realmente sé que amabas de nuestro equipo, nuestro admirado Calderón. Ese estadio en el que siempre te hubiese gustado que fuese de tu equipo en realidad. Al que tanto amabas. Con el que sé que lloraste con su demolición. Descansa en paz con él, Hermano. Y, conste, también llorará tu pérdida nuestro querido Niño Torres, al cual querías a la par que admirabas hasta el punto de tener todas las camisetas de los equipos en los que jugó. Ahí te importó una mierda que fueses vikingo, cabrob. Eso solo lo empleabas para mí. Cuánto te sigo queriendo … Cuánto …

Pero, mire vos por donde, ahora todo me encaja. Ya sabes que yo siempre creo  que las cosas al final, en esta vida, tienen un por qué. Y, sinceramente, le doy gracias, muchas gracias a Dios por haberme perdido en aquel día del año pasado buscando el puto  tabaco en Valladolid (tu Pucela del alma). Le doy gracias, porque a pesar de las gafas palmadas, de la puta mierda de partido que no vi, del descontrol que se apoderó de mí, al final, todo tenía un objetivo, todo un significado. Dios quiso que pasasemos nuestro último día juntos, haciendo lo que más nos molaba: birreando y gin-toneando sin parar de aquí para allá. Siempre con nuestras puyas, con nuestros piques, con nuestras historias del pasado. No me dejaste ni un puto instante solo, mamón, y mira que te dije que yo ya ese día pasaba de todo. Formas parte de mi corazón, y, créeme, puto vikingo, un trozo de carne te has llevado para allá arriba de este puto indio de mierda al que tanto querías. Me da igual. Como si te quieres llevar todo, Hermano. Me has dejado tirado, cabrob, ya no te voy a poder restregar esa puta Champions que sé que vamos a conseguir. Pero sé que, en el fondo, cuando lo logremos, te alegrarás por mí.

Siempre has sido miembro fundamental en todas las famosas Trobadas que hemos vivido juntos en ERDF. Una pena que esto al final se fue a la mierda (como tantas cosas buenas en esta puta vida, la más de las veces, sin sentido alguno), pero, al menos,  tus últimos días los has pasado en contacto, a  través del guasap, con unas cuantas vacas sagradas de esas, de las que tu eras parte intrínseca. No te voy a dar buenas noticias de ellos: el Puma no puede ni hablar, anda llorando desconsoladamente. El Abu piensa llevar un reloj que le regalaste por bandera (tu generosidad no conocía límites, Hermano). El Barra camina dándose un voltio por este maldito fango llamado vida, triste, apagado, más sombrío de lo que nos acostumbra. Cesitar se ha olvidado de sus historias por ti. Lukitas, lo que te va a echar de menos, madre … Pelegre, con el que compartías algo más que andanzas y amores, está como una lagartija a la que le han dado un calambrazo, no para de aquí para allá, inquieto, pensando en qué igual podíamos haber hecho más y no lo hemos realizado. Vespe está ya buscando contrincante para ver quién soluciona el problema de Catalunya, de su Barsapasta, aunque es consciente de que ninguno encontrará con el ingenuo y la sabiduría que tenías .Y nuestro Zulito ya sabes como es: todo corazón. Y cuando el corazón no late como debería, en tipos como él lo echamos demasiado en falta.

Yo ni te quiero contar como estoy. De verdad que paso. No puedo dejar de llorar. Lo único que te quiero hacer desde aquí es una promesa: en tu honor, en tu memoria, juro hacer todo lo posible y lo imposible por mantener tu recuerdo vivo y que este grupo sobreviva con el mismo entusiasmo, diversión y alegría, camaradería y sentimiento con el cual nos impulsó a conocernos y seguir juntos a pesar de todo durante todos estos ya ni años … Décadas. Pero hoy no me lo pidas, ¿Eh, Nachete? De verdad que no. Hoy no puedo de dejar de llorar pensando en ti. En serio que no puedo. Ya perdonarás. Te quiero tanto, cabrob …

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