30 de agosto de 2021

Atleti 2 - Vila-Real 2. La lógica de la ilógica.

Un partido de fútbol de Liga (es decir, de competición oficial, no es un Trofeo Naranja de la vida en sus horarios de chulo-putas habituales) que empieza en un día y acaba en el siguiente. Especialmente dedicado para que los más peques de la casa disfruten de sus ídolos y los pobres desgraciados que hemos tenido que empezar a currelar este maldito lunes del orto podamos ir plácidamente a ver dicho encuentro sin importarnos el madrugar en exceso. Eso es pensar en tu gente y tu público (presente y futuro) y lo demás es tontería.

 

Un encuentro en el que gran parte de esa manada de tertulianos periolísticos vaticinaban que iba a resultar insufrible, encorsetadas ambas escuadras por los planteamientos ultra conservadores de sus entrenadores, y que, sin embargo, acabó siendo un estupendo partido de fútbol, con un Atlético realizando, por momentos, un fútbol pletórico, total, y que, en auténticas avalanchas rojiblancas, tuvo durante muchos instantes de dicho partido completamente embotellado al equipo azulejero. ¡Qué sabios que son!

 

Un partido de fútbol de NUESTRA Competición, esa que debemos de proteger entre todos como si nos fuese la vida en ello, y que se vio emancipado por la retransmisión en abierto de otro encuentro de la Liga FRANCESA porque debutaba no se quién o jugaba también un tipo de esos con cara de dromedario que tanto suelen gustar por la zona innoble de Concha Espina (ahí, con un par, promocionando lo nuestro por encima de todo y de todos, ¡BIBA CARTAGENA!).

 

El rival era el Villarreal, un equipo que es como el que tiene un vecino de éstos ejemplar, muy modosito él, muy educadito, de los que van con la sonrisa bobalicona por la vida, peinado impolutamente tal y como si un vaca les hubiese dado un lametazo en el cuero cabelludo, empalagoso hasta decir basta, falso donde los haya, de los que habla de uno para malmeter al resto de vecinos, cuando no anda presente, claro, babosil, pueril. Putos Mercadonas con patas …

 

Un Atleti que salió desmelenado, vertical, ofensivo, presionante, dominante, con hambre voraz, pero que no logró traducir dicha avalancha de juego en superioridad en el marcador tras el primer  tiempo. Fue todo tan raro que el equipo, que antiguamente era temido por su balón parado especialmente tras un saque de esquina, ayer, y tras verle sacar nada más y nada menos que 16 o 17 córners, tuve en todo momento la impresión que cada nuevo que botaba tenía menos peligro que el anterior, y hombre, es cierto que los castellonenses saben defender muy bien posicionalmente, pero carallo ... Qué le vamos a hacer.

 

A los 23 minutos tuvimos la mejor ocasión, en una gran jugada colectiva del Atleti, Trippier que se mete hasta la cocina, y su centro de la muerte es estupendamente rematado por Lemar en primera instancia (con un paradón no menos estupendo de Rulli, ayuda con el poste final incluido) y cuyo segundo rechace ya tuvo el mismo efecto que la cruz que tuvimos ayer con los saques de esquina, a saber, peor, bastante peor.

 

Los Mercadonos andaban tan atocinados que hasta Gerard Moreno se vio sorprendido al encontrarse con un balón dentro del área prácticamente solo en labores ofensivas, y se durmió pensando en los laureles, o imaginando que estaba viviendo un extraño sueño, o que no podía ser cierta dicha circunstancia, allá por el 26 de juego. Pocos acercamientos más tuvieron los forasteros, aunque sí bastante más efectivos, para nuestra desgracia.

 

Allá por el 39 Torpedo Correa (hiperactivo durante toda su participación en el encuentro) se encontró solo, aunque escorado, delante del Rulli ese, pero en vez de encarar vertical decidió dar el balón atrás para que Carrasco terminase rematando a puerta cuando había más tipos de amarillo sobre la línea de la portería que, desgraciadamente, peces muertos en la Manga del mar menor.

 

Y mientras Correa seguía intentándolo todo, ya en el descuento, mágica asistencia de Lemar sobre Trippier, que, para seguir la norma de lo que fue todo el partido, y cuando se encontraba más solo que la una, decidió rematar de cabeza picando el balón (la única decisión correcta que tomó) pero hacia el lado en el que se aproximaban tanto el guardameta como el resto de defensas, en vez de aprovechar su contrapié que hubiese sido lo más lógico y normal a la par que mortal de necesidad. Así que ahí lo tienen. Jugando como los ángeles, pero acabando endemoniados mareados por la dichosa marea amarilla.

 

En la segunda la vida continúo más o menos igual. Córner va, córner viene, y cada vez peor, y peor, y peor.

 

Y mientras, Angelito, haciendo de las suyas: sombrerito de tacón al Señor Estupiñán, y remate posterior cruzado milagrosamente salvado por el omnipresente Mandi, que fue una auténtica muralla infranqueable (menos cuando dejó de serlo, claro).

 

¿Cuántas veces hemos leído crónicas así, o visto encuentros de este tipo, para luego continuar indicando “están perdonando demasiado, ya verás cómo nos van a llegar en una y” … Los topicazos son odiosos, sí, pero se convierten en especialmente irritantes porque las más de las veces se cumplen. Primera combinación ofensiva medio decente de los de Emery, zapatazo del incombustible Trigueros, y Oblak que apenas casi ni la ve (le jodieron la cabezadita tan rica que se andaba dando el bueno de Jan), termina recogiendo el balón del fondo de su portería. No hay quién entienda nada, porque es complejo de cojones el hacerlo, pero tranquilo todo el mundo. La fies no ha hecho más que comenzar.

 

Apenas 4 minutos después, en un saque de banda del Vilarreal (ojito al dato, señores) Llorente persigue un balón imposible, le pone el balón al bullicioso de Correa, y el argentino se la deja a Luis Suárez (y yo que pensaba que andaba todavía en la Copa América, válgame Dios), que anota el empate en el marcador. ¡Que corra el champlán!

 

Empieza el cachondeo de los cambios, y el descontrol y la sinrazón se empieza a adueñarse del Metropolitano. Mantengan sus camisas de fuerza bien amarradas, háganme el favor.

 

Durante este segundo tiempo, el Vila-Real realizó reiteradamente una jugada tan sumamente boba y simple, que nos terminó desquiciando por completo, a saber. Rulli tiene el balón controlado, nadie le atosiga, nadie se mueve, todo Cristo con su marca, y el arquero argentino que sigue contemplando la vida venir, hasta que uno de los nuestros decide ir a por él. A continuación, el bueno del Rulli, se la pasa justo al pibe que ha quedado libre de marca, y ahí empezaban los dolores de cabeza. En una cosa tan sencillita. Pues bien, a falta de un cuarto de hora, un tipo de amarillo, tras acción similar, pega un “brevazo vs. despeje vs. centro sin ton ni son”, topa en no se quién, el balón acaba muerto entre Giménez y Savic, y el show no ha hecho más que empezar:  “¿Vas tu?”, “Qué va, toda  tuya, hombre”, “¿Pero cómo, si te va mejor a ti?”, “ni de coña, que tu vas de cara”, y claro, pasó lo que pasó: Yeremi Pino se jartó del espectáculo, pilló el balón, se lo cedió a un tal Danjuma, que parece que ser que nos ha metido 500 goles ya en toda su carrera deportiva, y consigue el 501 uno de forma y manera inapelable. ¿Cómo se llamaba la película? Iba a decir dos tontos muy tontos, pero odio tan profudamente tanto dicho film como a sus propios protagonistas, que prefiero dejarlo en “¡QUE BIBA EL BINO!”. 1-2, y la cosa esta ya más que sentenciada. O eso pensábamos, ay, almas cántaras.

 

Y córners. Y más córners. Buena ocasión de Koke que la marra por ese empecinamiento que tiene siempre en querer conseguir el tanto más bello de su carrera deportiva (¡pega un zapatazo y a tomar por culo, leñe, que no queda ná, joer!), ya en el 86, algún que otro córner más, hasta que llega el broche de oro a toda esta tragicomedia final de encuentro.

 

Minuto 95, y en el silencioso Metropolitano se oye una voz desde el palco que indica: “¡Barra libre de Gin Tonic pa’ to’ quisqui!”. Y Saúl decide desprenderse del balón poniendo un centro a la nada, y acude a la llamada de la selva. El gran Rulli decide, a toda mecha, tomar el mismo camino aceptando tal oferta, mientras que Mandi, que pasaba por allí, decide exclamarle a su propio portero “venga, va, toma, pilla el balón, y nos vamos juntos”. Craso error. Don Rulli ya estaba en la barra del bar esperando ansioso su peloti, y su dejada se convirtió en el tanto del empate castellonense. ¡Qué grande que es usted, Don Enrique! (y miren que me da grima el poner esto, pero si me encuentran otra lógica a este disparatado final de partido, el que les invita a la barra libre de Gin Tonics soy yo).

 

 

Así que ya ven. El Villarreal que no había hecho un tanto en las dos primeras jornadas, hace dos en el inexpugnable Metropolitano (o más bien tres, te cagas). Los que nunca suelen fallar (Savic vs. Giménez) ayer se liaron con la partidita de mus, y pasó lo que pasó. Un partido que empieza un día y acaba el siguiente. Dos de los mejores sistemas defensivos que ven cómo se les roba la cartera de forma infantil (porque el primer tanto nuestro tras saque de banda amarillenta, telita también, Hermano). Y para broche de oro, el final que ni el mismísimo Groucho Marx. Y el Atleti jugando al fútbol como los ángeles. Solo hay una cosa que nunca cambia: nos siguen dando barra libre de palos a diestro y siniestro. Eso que no cambie. Lo dicho: la ceremonia de la sinrazón. La lógica de la ilógica.

 

EL CRACK DEL PARTIDO:

Sin hacer un partido de fábula, pero muy trabajador y enchufado Llorente, excelentes Carrasco y Don Ángel Correa, de delicatessen final el gran Lemar.

 

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:

Suárez, reitero (y eso que cumplió con su tanto) anda todavía en la Copa América, y Giménez, y Savic, y Savic, y Giménez … Ay, señor, señor …

 

ÁRBITRO:

Un tipo que no conocía de nada, un tal Soto Grado. La lección de sacarnos tarjetas por cualquier papanotada que se le ocurra se la sabía de memoria. Por ahí las hienas de las cavernas tertulianas piden expulsión para Correa (anda y que sigan mamando, amarilla y punto, que el balón está claramente en disputa), las mismas que, curiosamente, opacan en su totalidad un claro penalti por pisotón a Carrasco de un defensor visitante. Me da que este individuo va a ser otro claramente para complementar nuestra variada colección de cavernícolas silvestres.

 

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 1 GRADO).

 

Primera bajada considerable de la temporada, 2 grados que se nos van al limbo. Y siempre igual con este equipo, oyes. El Termómetro, ciertamente, valora el gran juego desarrollado por la muchachada, pero no le gustan ni un pelo las boberías defensivas así como empatar, por qué no decirlo, de una forma final tan lamentablemente vikinga como lo conseguimos ayer, así que se acabaron las confianzas y el buen rollismo. Pónganse serios, caballeros, que hay mucho en juego. Y háganlo a la voz de ya.

 

Y ahora, paroncito de Selecciones, que yo creo que nos va a venir bien (o vaya usted a saber, porque como se nos va a ir igualmente medio equipo por ahí al limbo). A ver si por lo menos vamos recuperando ya a Joao Félix y demás, que el próximo partido liguero es contra el filial, y ya saben que son otros que nos tienen bastante ojeriza … “Yo te quiero ver Campeón”.

23 de agosto de 2021

Atleti 1 - Elche 0. El Unocerismo.

 

El unocerismo se ha convertido en dogma de fe para buena parte de los aficionados rojiblancos. Va más allá de vencer un simple partido de fútbol por un tanto en sí de diferencia, sino que es ya todo un fenómeno social dentro del mundo futbolístico: irritante, para muchos, puro regocijo para otros. El unocerismo, por supuesto, cuenta ya con himno y todo, obra gracia de mi Hermano @Propanprul.

 

https://www.mundodeportivo.com/videos/mas-videos/20210531/6942724664811571/el-himno-de-laliga-del-atleti-la-cancion-del-cucu-marco-el-camino.html

 

El Elche, de hecho, era un excelente rival para poder desarrollar mejor este tipo de ideología: equipo modesto, relativamente incómodo, tácticamente más que correcto, con un gran entrenador que sabe lo que quiere, y cuándo lo quiere. De los que los meacolonias de turno consideran que hay que vencer plácidamente, y sin pestañear. Pero, y como ya vaticiné la semana pasada, como buen equipo modesto que es (entiéndaseme el término dentro de la mayor de mis consideraciones posibles), con un buen puñado de futboleros más que dotados, que, al jugar en estos instantes sin la presión asfixiante que les suele dar la posición en la clasificación general, se convierten en un contrincante altamente peligroso a estas alturas de temporada.

 

El unocerismo nos lo empezamos a saber de memoria. Apretamos cuando lo consideramos pertinente, aflojamos en otras muchas. Lo que mucha gente desconoce es que el unocerismo es concentración máxima, dosificación, control, rudeza, seriedad a la par que respeto en cada instante del encuentro tanto por la camiseta que se defiende como la del propio contrincante. Es concentración, colocación, solidaridad con el compañero, sacrificio y, hasta podría decir, devoción y creencia infinita en lo que uno hace.

 

El unocerismo es, por supuesto, sentimiento, recuerdo a nuestros seres más queridos (siempre en mi corazón, mamá), darse un paseo por el Metropolitano, escuchar el himno con un toque celestial de violín, en medio de un silencio sepulcral, y verter unas lagrimillas en compañía y recuerdo de los tuyos, de tu gente. Los Atléticos recordamos, aprendemos pero nunca dejamos de amar. Jamás.

 

El unocerismo es agradecimiento al reconocimiento por nuestra labor tan laboriosamente conseguida (muchas gracias, ilicitanos), sin importarnos en demasía lo que otros quizás no sepan realizar, entre otras cosas, por falta de costumbre en verse en esas lides (igual, si no se han conseguido títulos en toda su puñetera existencia, es complicado saber el significado real de lo que significa un pasillo en el partido inicial del Campeonato, igual).

 

El unocerismo suele salir en tromba, al ataque más desenfrenado,  presionar por todos lados como posesos, intentarlo en banda, con toque, o con un solo toque. Es lanzar un zambombazo desde su tierra a los 8 minutos de juego por parte de Saúl.

 

El unocerismo es jugar con inteligencia, dosificarse (máxime teniendo en cuenta los 35 grados del ala y que tu gente se está enfrentando a un equipo con su pretemporada también realizada como Dios manda, lejos de internacionalidades y demás, que sí, que para los del Elche también hacía calor, lo sé). Es adaptación, es paciencia, es sabiduría.

 

El unocerismo ha encontrado a un excelente aliado en la defensa para su causa, la denominada pausa de hidratación. Se suele aprovechar, y ayer no iba a ser lo contrario. Al poco de dicha pausa, De Paul pone un excelente servicio en profundidad sobre Torpedo Correa, Casillas sale a pedirle un autógrafo, y Angelito le dice que sí, que sin problema, pero que espere solo unos instantes para quedarse solo delante de un par de defensas rivales, driblar de tacón orientado a uno y sortear al otro con inconmensurable remate con el exterior del pie, poniendo el 1-0 en el marcador. 1-0 ya. ¡Viva el Unocerismo, carallo!

 

 

El unocerismo puede llegar a conceder algunas situaciones de peligro de gol, pero, fríamente hablando, clara clara, prácticamente ninguna. El unocerismo, por supuesto, por mucho que nos queramos convencer, por otro lado, fundamenta buena parte de su existencia en el intrínseco sufrimiento que solemos tener siempre cualquier buen Atlético que se precie. El unocerismo se sobresalta cuando, al borde del descanso, Boyé, si llega a controlar y rematar de un solo toque un balón colgado por parte visitante, puede que el resultado no hubiese sido el mismo al finalizar dicho periodo.

 

El unocerismo comienza la segunda parte tal y como acaba la primera, saliendo endiabladamente a por el rival. Giménez lo demuestra rematando un córner de cabeza obligando a Casilla a realizar una palomitesca acción para despejar dicho balón.

 

El unocerismo a veces quiere realizar cosas imposibles, rizar el rizo, como un remate posterior de Carrasco delante del portero tras complicado control del balón, intentando picar el balón en vez de rematarlo sin más en sí mismo.

 

Por supuesto, el unocerismo es humano: a veces se precipita, otras pierde el balón por demasiadas imprecisiones, todo ello, debido, principalmente, a que conoce que en sus acciones ofensivas debe de jugar a la velocidad de la luz, y no es tan fácil como la gente nos creemos.

 

En el unocerismo uno puede ser un pivote como la copa de un pino y terminar de central por la izquierda (otro partidazo del Kondogbia), puede empezar de lateral y acabar de interior (prefiero a Llorente de esto último mil veces, ya perdonarán), en definitiva, es cómo me pasaba en mis tiempos mozos cuando salía de marcha: uno sabe dónde la empieza, pero vaya usted a saber dónde la termina.

 

Y el unocerismo suele terminar siempre igual, uno sufre pero sin sufrir, suspira aliviado pero sin dejar de haber respirado todo el rato. ¿Conclusión? El unocerismo aburre, especialmente si no eres seguidor de este equipo, por dos principales motivos: uno es el que ver un partido nuestro suele ser un molesto dolor de muelas para ellos, claro. Otro, y peor aún, es que, encima, acaban con ardor de estómago añadido al contemplar una nueva muesca más en nuestro revólver en forma de victoria. Y terminan con jaqueca compulsiva. El unocerismo es irascible, saca lo peor de ellos, se revuelven en su tumba, maldicen, desprecian e intentan crear un estado de opinión general en contra nuestra. Fíjense el brutal poder de dicho fenómeno, que convierte en pichichi a un meme de jugador, que transforma en la nueva naranja mecánica del fútbol a un rival que ha empatado en casa de otro modesto, encajando nada más y nada menos que tres tantos, tratando de olvidar quién es el auténtico Líder en realidad.

 

Lo reconozco, yo no he sido muy fan de este fenómeno, pero me estoy empezando a enganchar de forma compulsiva. ¿Qué es el unocerismo, dices, mientras clavas en mi pupila rojiblanca tu pupila rojiblanca? El unocerismo, mi querido Herman@, eres tu.

 

EL CRACK DEL PARTIDO:

Con acabar en pie el partido Savic ya me resulta toda una heroicidad, vista su transformación en el puching-ball favorito de todo jugador ilicitano que se preciara. Brutal Kondogbia como tercer central, y decisivo Correa una vez más. Dicho todo esto, no hay mayor crack ayer del encuentro que la afición que acudió al Metropolitano (dentro y fuera del campo) con el único motivo de volver a sentir una previa, estar con su gente, ver o no el partido (decisión personal de cada uno, hay que respetar todas), portar de nuevo la rojiblanca con orgullo, tirar más o menos tercios de cerveza al suelo (ayyy, Señor, Señor) y … “volver a disfrutar, nada que decir, nada que pensar, tener las cosas claras para no volver atrás”…).

 

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:

Justo los contrarios. Lo que critican ir, no ir, animar, no hacerlo, tener previa, no tenerla, ver el fútbol, no verlo. Los que dan el coñazo siempre por todo. Los que si hace sol les molesta, si llueve, más, si truena, corren despavoridos, los que están sin estar, los que no saben leer. Son muy pesad@s. Pero mucho.

 

ÁRBITRO: De Burgos Bengoetxea.

A mi me cae bien este tipo. No le veo mala intención, y no influyó en el resultado. Bien por su labor (espacio abierto para que deis palos hasta en el DNI, acostumbrado me hallo).

 

TERMÓMETRO ROJIBLANCO: (+ 3 GRADOS).

 

Partido de obligado cumplimiento, solo faltaba. Uno puede estar de vacaciones, de más o menos buen humor, pero el sentido de la seriedad, rectitud y saber estar, no lo debe de perder jamás. Así me gusta, la sala calladita, tranquilita y aprendiendo. Como debe de ser.

 

Y el próximo domingo, el Vila-Real, ese equipo que todo lo que hace lo hace bien, modélico, aldeano, humilde, proverbial y bla bla bla. Me caen fatal (aún reconociendo su valía, no son incompatibles ambas vicisitudes). Y el Señor Mercadona, aún mucho más, pero bueno. Habrá que estar muy al loro, que vienen heridos tras no terminar de levantarse al palmar la SuperCopa …”Ni la muerte no va a separar, desde el cielo te voy a animar” …

16 de agosto de 2021

Celta 1 - Atleti 2. El Campeón, de regreso.

 

Toda la ilusión que tenía yo de que me coincidiesen mis vacaciones con mi regreso a las gradas de un campo de fútbol, tiradas por la borda, debido, por un lado, a las caprichosas medidas Covid que, como suele ser costumbre en este estúpido país, golpean más al mundo del fútbol que al de otros sectores (en España, que en el resto de Europa parece que lo tienen muchísimo más claro el tema), y, por otro, al encima más reducido aún aforo normal de Balaídos debido a las interminables obras con las que el señor Caballero castiga sin piedad al Club vigués aunque sea en plena temporada, consiguieron que evitaran mi ansiado regreso a una grada de fútbol, por más que lo intenté por activa y por pasiva. Eso sí, a un cine pude ir. Pude beber, pude papear y, obviamente, sin la mascarilla puesta. Un cine, reitero. Un sitio cerrado a cal y canto. En el fútbol no. Los afortunados que puedan ir, tienen que entrar a una hora determinada, no te puedes levantar, el bozal puesto a cal y canto, no puedes animar, no puedes fumar, no puedes comer, no puedes beber, y casi ni respirar. ¡Qué tiempos más excelsos nos está tocando vivir, madre mía!

 

Ya saben que Vigo es una sitio que me encandila, me parece salvajemente maravillosa. Dicho esto, no habrá momento en su vida (y miren que yo llevo viniendo unos cuantos años ya, pero muchos) en el que la visiten, y dicha ciudad ande patas arriba metida en interminables obras de aquí para allá. Que si el parking de Urzáiz, que si las escaleritas mecánicas de Gran Vía, que si remodelar por completo la Puerta del Sol, que si quiere también hacer lo mismo con la Plaza Elíptica … Es algo tan inaudito como difícil de entender, al menos para que esto les escribe. ¿Buscará tesoros ocultos el ínclito Caballero?

 

El problema principal que tiene el Celta es que juega en campo municipal, y ay, amigo, si resulta que el presidente de turno no resulta de la cuerda del alcalde, o viceversa, que tanto montan, montan tanto, el que paga finalmente el plato es el de siempre, el puñetero aficionado de a pie. Nada nuevo en este país. Desde luego, y hoy en día, al menos, es fundamental tener cada uno su propia casita en propiedad, y explotarla a su uso y antojo. Lo demás es aguantar cacicadas de unos y caprichos del otro.

 

Soltado el primer rollamen inicial que no sé si viene tampoco mucho al cuento o no, vayamos al partido. El campeón se presentaba en Vigo con una pintoresca equipación, similar la pretemporada que realizaron los del Cholo, a mitad con la muchachada del Madrileño, mientras que los vigueses venían con unos antecedentes de otra pretemporada bastante más cabal y coherente. Menos mal que el Atleti que empezó la liga fue la prolongación casi exacta del Atleti que terminó Campeón. Frente a un cuadro local duro, entusiasta e intenso y que intentó no perder la cara al encuentro en ningún momento (vamos, como debe de ser, que los Atléticos somos muy de caza de brujas y ya he empezado a oír eso de “a ver si con otros juega el Celta así”, se ve que no tenemos bastante con lo nuestro, y vamos a empezar también analizar a nuestros rivales para indicarles cómo deben y no deben de jugar contra nosotros, ayy, señor, señor), se encontró con otro que no solamente es otro rival con todas las armas ya mencionadas celestes, sino que resulta ser una versión mucho más mejorada, eficaz y perfeccionada en todos sus automatismos tanto ofensivos como defensivos, resultando, por momentos, hasta en algo insultante sobre el terreno de juego dicha superioridad. Si. Les estoy hablando del Atleti. Como debe de ser.

 

 

 

Así que, tras un intercambio inicial de golpes en los primeros 10 minutos de juego, el Atleti tomó el mando, y se hizo amo y señor del juego, hasta el punto de que a los 19 minutos de juego, una excelente internada del gran Lemar, que cintó contrarios en plan slalom como si de un esquiador noruego se tratase, dejó finalmente el balón muerto sobre el borde del área para la llegada desde atrás de Angelito Correa, y el argentino, con ese estilo potrero tan característico que tiene, fusiló de fenomenal remate sin que nada pudiese hacer el bueno de un tal Dituro. Un remate tan duro, seco y letal, que hasta el mismísimo Torpedo Müller hubiese firmado sin pestañear (descanse en paz este aterrador delantero). Dicen por ahí que se ha ido el diez de la liga. Yo digo que no, que, encima, sigue siendo también argentino, y le tenemos nosotros. Llámenme loco, sí. Total, una vez más …

 

El resto del primer tiempo, dominado a nuestro antojo sin pasar apenas apuros, salvo una cabalgada de Aspas que terminó con un remate inocente a las manos del bueno de Jan.

 

El comienzo del segundo, prolongación del primero. El Atleti en plan mandón y con una personalidad insultante sobre el terreno de juego, y el Celta que lo intentaba todo, pero que no lograba superarnos casi en ningún instante. Parecía que el partido estaba sumamente controlado y atado, pero hete aquí que Munuera decidió hacer de las suyas y convirtió una falta por juego peligroso de Aspas dentro del área nuestra en un grotesco penalti en contra colchonera por mano claramente involuntaria de nuestro Lechuguito Llorente. Y claro, Aspas aprovechó la ocasión y empató el encuentro, a los 10 minutos de este segundo periodo.

 

Pero ser Campeón te da un empaque y una seguridad en ti mismo que suele resultar determinante. Qué es este empate tras las remontadas pasadas frente a Osasuna, Valladolid, etc. cuando nos andábamos jugando la vida y se nos salía el corazón por la garganta a borbotones.  Nada de nada, hombre. El Atleti tiró de manual en una contra, en la que Saúl se disfrazó de Chus Landáburu y lanzo un pase de esos cruzados, rasos y precisos de escuadra y cartabón sobre el desmarque de Torpedito Müller Correa, y nuestro diez remató cruzado y ajustado, como mandan los cánones, ante la salida del tal Dituro ese. Golazo inapelable y el Atleti golpea con más fuerza si cabe.

 

Después vinieron los cambios (entiendo que pactados por nuestro lado), que descontrolaron por momentos a nuestro equipo, y también Coudet movió ficha por parte de la Celeste, y los locales, con más fe que cabeza, empezaron a intentar embotellarnos en nuestra área. Hablando de cambios, empiezo con mi cruzada particular sobra la dichosa sustitución “obligada” de Lemar. Por favor, Don Diego Pablo, ¿Ya volvemos este año a las andadas? Déjemele un solo partido completo, hombre. Aunque solo uno sea.

 

Y así fue transcurriendo ya la tarde, hasta que en el descuento, Carrasco tuvo la sentencia tras una muy meritoria galopada en solitario, pero respondió bien el guardameta local, reivindicando, al menos, que sí que parece un portero de fútbol de verdad.  Después vino el gran error del Celta, al provocar el retrasado de Mallo una espectacular tangana cuando era precisamente lo que menos necesitaba su equipo (este tipo, ojito, es el Capitán de dicho Club, reitero, Capitán, ojo avizor al dato, un pibe que es capaz de organizar ese pollo en el descuento cuando su equipo palma por la mínima, la ración de cerebro el día de su nacimiento andaba más cara que el kilo de percebes en Nochevieja, vamos) y acabó con la expulsión del vigués junto con la de Hermoso, al cual, por cierto, también se le fue la pinza cantidad. El único que se rió de todos ellos en el suelo, fue el bueno de Luisito Suárez. Su plan funcionó a la perfección. Tal y como lo hizo su equipo, que no sigue siendo otro que, efectivamente, el Campeón. Que ya anda de vuelta por esos campos de Dios …

 

EL CRACK DEL PARTIDO:

Muy buen Saúl (¿Ves como si que cuentan contigo, machote?), bien también Lemar, maravilloso Correita, que ha empezado igual que acabó, repartiendo felicidad a diestro y siniestro, pero el premio final se lo lleva Kondogbia, que estuvo descomunal tanto en la recuperación del balón como en la distribución final del mismo. Ha empezado como un auténtico ciclón el costamarfileño. En plan amo y señor.

 

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:

No diría decepción, ojo, pero sí que vi un poquito atolondrado a De Paul en su debut liguero. Bien es cierto que jugó muy poco y acaba de aterrizar, así que hay que darle tiempo. Y el Cholo se lo dará, y si no que se lo cuenten a Lemar, a ver qué opina del asunto.

 

ÁRBITRO: Munuera.

Sin lugar a dudas, el mejor jugador local a la hora, especialmente, de mantener esa durísima presión sobre nuestros jugadores que hacía el equipo vigués. Fue director de orquesta, vamos. Permitió todo lo que le dio en gana y más, nos frío a amarillas, por momentos, insultantes, marcó sus diferentes claros baremos de medición según fueses celeste o colchonera (si es que a la equipación de ayer se la puede decir colchonera. Claro) y se sacó de la manga un penalti que hasta el bueno de Aspas dijo no saber por qué lo había pitado. Excelente refuerzo el tal Munuera este para las huestes de nuestros rivales. Ya lo demostró en temporadas pasadas, pero, téngalo muy presente en esta para futuras confrontaciones, porque el pájaro anda en un momento de forma descomunal. En resumidas cuentas, un malparido como otro cualquiera.

 

TERMÓMETRO ROJIBLANCO: (+ 3 GRADOS).

 

Ante la insoportable tensión recibida durante la temporada pasada por parte de determinados energúmenos que me acechaban sin parar a mi a mi familia, y tras extraordinaria reunión de tan magnánimo y Excelentísimo Comité Termometril, hemos considerado tener a bien ser más benévolos en la ejecución del mismo durante la presente temporada, y puesto que, al fin y al cabo el año anterior se fue Campeón, es decir, se consiguió la perfección divina, vamos a  mantener otro criterio de puntuación en el presente año, así que, y como quiero tener el veranito tranquilito, empezamos dando nada más y nada menos que 3 gradazos para empezar así, sin pan ni ná. Gracias, muchachada, muchas gracias. El populacho quiere grados, pues grados ahí tiene. Y no se hable más.

 

Y el domingo que viene, el Elche de Escrivá. Ojito a los mal llamados “pequeños” en los principios de temporada, que no tienen nada que perder, y andan sin presión alguna y con ganas de demostrar al mundo lo buenos que son. Ni confianzas, ni leches, máxime, encima, que es en otro partido que no voy a poder ver in situ debido a la continuación de mis más que merecidas vacaciones. Da igual. Les sigo vigilando. “Eso que dice la gente, que somos borrachos, vagos, delincuentes”

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