Ayer tocaba día de Despachium Calderoranium de nuevo, así que, me di mi buen paseíto de rigor hacia la muy nombre y Atlética Villa de Legazpi, y, sinceramente, os tengo que reconocer una cosa: me lo pasé pipa (siempre disfruto un montón, es verdad, pero esta vez fue la repera). En esta vida, hay dos tipos de personas. Gente equilibrada, que le gusta siempre el control, la tranquilidad, el sosiego y el no pasar demasiados sobresaltos, aunque a veces suelte algún que otro bostezo. Son gente entusiasta, si, pero seria. A otros, sin embargo, nos mola más el descontrol, el tobogán que sube y baja sin cesar, el toma y daca un tanto alocado, el reír y llorar casi al mismo instante, el barullo, la confusión, el caos. Para los primeros, el partido de ayer fue un auténtico suplicio (que se lo digan si no al bueno del Sr. Mármol). Para los que somos del segundo bando, también sufrimos lo nuestro, obvio, pero disfrutamos sufriendo cantidad, como niños en un patio de colegio a la hora del recreo (apunten en este segundo grupo a Don Rubio y servidor).
La primera pista de que el partido sería así nos la dio Oblak (hombre sobrio, frío y calculador dónde los haya) cuando, en un lejano disparo del enloquecido Cádiz, Perea hizo que el bueno de Jan no atajase un balón relativamente sencillo y casi se lo anotase en su propia meta. La cosa prometía emociones fuertes. Y así fue todo el encuentro.
Del equipo gaditano tengo que decir varias cosas, y todas buenas. La primera, que realizó un excelente encuentro. La segunda, que sus centros laterales fueron puro veneno para nuestra atolondrada ayer defensa. Lo tercero, que dominaron nuestra propia área, algo francamente peligroso para nosotros y complicado para nuestros rivales. Y lo cuarto, y más meritorio aún si cabe, es que jamás bajaron los brazos, a pesar de que hubo instantes que parecía sentenciado el tema. Así que oigan, no queda más que aplaudirles el estupendo partido de fútbol que hicieron. Es de ley.
Menos mal que el Atleti demostró su músculo en el intercambio de golpes, y empezó también a generar sus ocasiones. Una que se le escapa a Lemar (voy a crear una petición en Change.org para que el Cholo le de un partido completo al chaval, caramba), otra media vuelta genial en el área de Luis Suárez que tapó como un titán Marcos Mauro, y que el rechace posterior se le quedó a huevo a Saúl, que intentó colocar el balón en la escuadra, pero finalmente se le marchó un tanto elevado.
A la media hora, en una de las 554 mil faltas que recibe Joao Félix en cada encuentro, se produjo un hecho histórico. De hecho, si ví el tanto fue gracias al aviso cargado de sapiencia que me realizó el Sr. Mármol, probablemente viéndome algo despistado pensando “joder, otra puñetera falta que irá a la barrera, o a las nubes, o que se centrarán mil veces para terminar desperdiciándola”.
- Sin embargo, su voz grave me expresó tras de mí: “Tomi, eso es gol”.
A continuación, puse de nuevo mi vista sobre el televisor, y lo que contemplé fue un sensacional lanzamiento de falta marcando los tiempos de Luis Suárez, que hizo que todo el Despacho saltase enloquecido celebrando el 0-1 en el marcador. Un golazo de bandera, espectacular, maravilloso. Parecía todo visto para sentencia. Pero no fue así.
Uno pensaba que Negredo estaba ya más para inaugurar una cadena de gimnasios con sus prominentes cachas que otra cosa. Pero no. El cabrito demostró que aún vale para algo más, y apenas cinco minutos más tarde, y con Lemar recordando sus tiempos de fumeta seguidor de Bob Marley, remató de forma inapelable desde dentro del área, cruzando el balón espléndidamente ante la ojiplática expresión de Oblak. Vuelta a empezar de nuevo.
Justo al borde del descanso, un córner cuya ejecución todo el mundo criticamos, termino sacándose en corto (¡Otra vez no, pero por qué!), poniendo el balón Lemar, y Saúl (al que, a su vez, mucha gente del Despacho andaba pidiendo su sustitución previa, yo, sinceramente, le vi mucho mejor que en anteriores encuentros, aunque siga sin gustarme el que juegue de lateral) desvío el balón lo justo, convirtiéndose el mismo en una parábola inabordable para Ledesma. Otra vez de fiesta todo quisqui …
¡Ja! Que es el Cádiz, señores, y no se rinden fácilmente. Siguieron presionando como si no hubiese un mañana, y porque Gil Manzano rectificó gracias a la intervención del VAR, que si no, hubiesen tenido una pena máxima antes de pirarse al descanso. Trepidante encuentro donde los haya. ¿Se puede pedir más?
Por supuesto. Cerveza, la que quieran, y locura de partido entre los correcaminos del Atleti y los coyotes del Cádiz, también. Nada más empezar la segunda parte, penalti de Marcos Mauro sobre Lemar, que Luis Suárez transformó en el 1-3 (esta vez no lo lanzó a lo Panenka, esa delicatessen se la dedicó al portero eibarrés por osar meternos él previamente el otro día su pena máxima).
Algo grande todos sabemos que se empieza a cocer por el Metropolitano. Suena nuestro himno de música de fondo, nos ponemos a cantarlo, el Señor Mármol que nos dedica a cámara lenta un extraña parodia del baile del Papu Gómez, pero el Cádiz sigue a lo suyo. Negredo otra vez deja los anabolizantes y hace lucirse a Oblak, otro centro de Fali que da en el larguero, Súarez, por nuestra parte, que perdona otra excelente contra, Llorente que se llena de balón al no rematar él un mano a mano y termina dejándole el balón de taconazo a Suárez, que lo manda fuera de la tacita de plata, y de nuevo otro puñetero centro lateral del Cádiz, que Giménez no entiendo qué diablos quiso hacer muy bien, el balón le cae mordido a Negredo, y mansamente bate de nuevo a Oblak. Hala, 2-3 y quedan más de veinte minutos. No les digo nada, y les digo todo.
Locura total en el Despacho. Gente que se mese el pelo con la mirada perdida quién sabe dónde, otros que empiezan a ver extraños comportamientos en algún individuo suelto sito en el Despacho, y empieza a lanzar miradas algo más que amenazantes, tipos que echan una bronca monumental al bueno de Saúl ¡Por dónde salió del campo cuando fue sustituido!, sujetos que ven una paloma muerta en el campo … Todo muy Calderonario. Todo muy made in Atleti. Mientras tanto, Negredo sigue haciendo de las suyas, sale Saponjic (el que faltaba) casi mete un tanto que evitó paradón impresionante de Oblak … Todo lo que iba al área, lo remataba un jugador amarillo. Absolutamente todo. La empanada rojiblanca eran de las de época, señores.
Cuatro minutos para el final, y Fali casi empata de nuevo. Solo hay un equipo, solo hay un color. El dichoso amarillo chillón. Pero, en el 88, Correa (jugador al que le va como anillo al dedo todo este tipo de locura-histerismo de partido), hace un giro de los suyos imposible, penetra en el área y cede el balón a Koke, que remacha el 2-4 a placer (tanto que fue observado en primera línea del campo por la anteriormente citada paloma, que hasta yo me di cuenta finalmente su presencia… tabarra con la puñetera paloma, coña). Final, éxtasis total, cigarro y cervecita de la tranquilidad, y todo el cansancio de tanta tensión acumulada que se nos viene encima como si portásemos sobre nuestros hombros el mismísimo Calderón. ¿No me digan que no fue un partido maravilloso?
EL CRACK DEL PARTIDO:
El dichoso levantador de pesas, y, reitero, un espléndido Cádiz, por un lado (una gente que no baja así jamás lo brazos merece estar más que de sobra en Primera División), y, por nuestra parte, Don Luisito Suárez. Comentábamos en la previa Don Rubio y yo la frustración que tenemos porque, precisamente, el Uruguayo no pueda sentir el bramar del Metropolitano con sus goles, porque es un individuo al que nos hemos rendido ya todos delante de sus pies. Recuerdo que cuando visitó el Territorio Atleti el día de la presentación de su fichaje, y vio el mural que hay nada más entrar con los jugadores más míticos que han hecho historia con nosotros, él exclamó “Yo quiero también estar ahí”. Pensé que era una fantochada. Creo que me estoy empezando a equivocar, la verdad.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
La caraja total de Savic, Giménez y Felipe, a cual peor, vamos. No nos puede ganar un equipo nuestra propia área de esa forma. Hay que espabilar, señores. Empieza a haber mucho ya recorrido como para terminar haciendo el papanato.
ÁRBITRO: Gil Manzano.
La jugada de Koke. La mano es clamorosa, está claro, pero a mi me parece involuntaria. No corta, además, ningún remate a puerta ni nada parecido. ¿Dicho esto? Si pitan el penalti pues quizás hubiese dicho que el penalti era claro. Es que no tengo ni idea de qué reglamento se anda basando esta peña en la actualidad, máxime ante este tipo de acciones. Así que la moneda nos salió cara, y bueno está. Desde luego, por Gil Manzano no quedó la cosa, os lo puedo asegurar. Que aquí ya nos conocemos todos. Por otro lado, el penalti a nuestro favor fue de libro.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 19 GRADOS).
Esta vez no hay barra libre, señores. Partido de obligado cumplimiento, a pesar de la bravura de nuestro rival. De hecho, futbolísticamente hablando, igual habría que retocarlo un poco, pero bueno, no se puede jugar siempre impolutamente bien. Se queda como está, pues.
Próximo partido, lunes frente al Celta. Quién más, quién menos, según van pasando las jornadas, nos estamos empezando a poner cada vez más atacados. Ojito, que esto también le va a pasar a la muchachada. En cuanto más cerca vean el objetivo, más ansiedad van a tener por conseguirlos. Y, por supuesto, ante el más mínimo tropiezo, nuestros rivales sacarán toda la armada mediática a su favor para meternos toda la presión posible y más. Pero señores, somos el Atleti, y no es una situación extraña para nosotros. Para todo lo demás, por supuesto … Don Diego Pablo Simeone. “Sólo soy feliz, con el Atleti de Madrid” …