11 de noviembre de 2018

Atleti 3 - Athletic 2. El Metropolitano empieza a forjar su propia leyenda.


             

Cuentan los más viejos del lugar, que un 10 de Octubre del año 2018, en una tarde desapacible y fría otoñal, se disputó en el estadio Nuevo Metropolitano otro encuentro entre dos históricos en potencia de nuestra competición. Uno, el Atleti, nuestro Atleti, que venía de realizar un espectacular esfuerzo el pasado martes, superando adversidades en forma de lesiones, frente un invicto Borussia de Dortmund, que según me cuentan en esa temporada terminó ganando la Bundesliga al todopoderoso Bayern de Munich, teniendo como rival a un triste y terriblemente necesitado Athletic, repleto de jugadores millonarios en sus bolsillos, pero cuya equivalencia en su calidad futbolística equidistaba mucho de la realidad que se les presuponía. Recuerden al gran Sabina … “Eran tan pobres, que no tenían más que dinero”...

El partido no es que fuese un excelente encuentro de fútbol disputado por los del Manzanares, ni mucho menos. Tuvieron un primer cuarto de hora muy potable, pero el equipo terminó aplatanado en un espectáculo insulso en el que Herrerín, guardameta visitante, era prácticamente un mero espectador de aquella tarde que tenía pinta de transformarse en monótona, aburrida a la par que soporífera.

El Athletic, por su parte, tampoco es que hiciese demasiado a su favor en ese primer periodo, pero, hete aquí, caprichos del destino, la primera que tuvo la coló en la portería del inconmensurable Oblak, que a punto estuvo de atajar el remate inicial de San José, pero que no pudo llegar a despejar el balón del todo tras dar en su larguero, y la pantera Williams, adelantó a los del Bocho en el marcador. Con ese resultado se llegó al descanso, y, sinceramente, no tenía buena pinta el tema para nuestros intereses. El Atleti andaba sin chispa, sin ideas y francamente aletargado.

“¿Y por qué, siendo un partido tan malo, me andas contando esto, abuelo? Al final me terminaré durmiendo yo también” … -inquirió el imberbe jovenzuelo-. Pues porque, a veces, para que un partido pase a ser leyenda, no necesariamente tiene que ser un espectáculo de primera, en lo que a condiciones futbolísticas estrictamente se refieren. Hay otros aditivos que también cuentan. Porque el Atleti, fíjate tu por dónde, allá por el 20 de la segunda parte, poseía un centrocampista cuya calidad técnica y visión de juego roza lo excelso, dispone también de  un latigazo impresionante desde fuera del área (sorprendentemente infrautilizado, no me canso de inquirir). Se llamaba Thomas, y lanzó un misil desde 26 m. que casi rompe las ya, por aquel entonces, mojadas redes de la portería defendida por Herrerín.

Pero, amigo mío, justo en la siguiente jugada, el Athletic, que, justo es reconocerlo, estaba siendo mejor hasta ese mismo instante en el que empató el indolente africano (pseudónimo por el que se conocía a Thomas en uno y otro confín del espléndido Fondo Sur del Nuevo Metropolitano) durante este segundo periodo, y en su siguiente acción, se sacó una contra de manual, en el que el pitufín de Muniaín puso un excelente pase en profundidad sobre la pantera Williams, ésta destrozó tanto en velocidad como físicamente a nuestro Emperador Godín, y terminó batiendo con maestría a nuestro insuperable Oblak. Faltaba menos de media hora, y el panorama era el siguiente: el Atleti andaba perdido en el campo, sin defensas centrales (tuvieron que jugar dos de sus centrocampistas en dicha posición), y, para colmo de males, el gran Godín ya no podía apenas moverse, y no teníamos cambios para realizar, así que Don Diego Pablo Simeone le hizo jugar de algo muy típico en nuestro fútbol, que es ponerle de delantero, para que no estorbe en exceso, y si, por casualidades de la vida, enganchas una por ahí, eso que nos hemos ganado sin comerlo ni beberlo.

Eso sí, mi joven aprendiz, para poder mandar a un jugador a “arrastrarse” de dolor durante esa media hora final, tienes que tener la voluntad del propio pibe de que quiera hacerlo. Hoy en día yo he visto a gente irse de una final de Champions por dolerle el hombro, o peña pedir asistencia médica porque le han pisado una mano. Godín no. Nuestro Godín es de otra pasta. Es de esos tipos que, aunque te vean hundido en la miseria, tirado en una esquina mendigando porque no tienes pan que llevarte a la boca, él, si no te puede ayudar de otra forma, se sienta contigo en la misma esquina y se pone a pedir contigo, aunque realmente ni le haga falta ni nos tenga que demostrar ya nada al resto de los Atléticos, porque nos lo ha dado todo y sabemos que lo seguirá haciendo. La gran remontada, la gran épica, empieza en este gesto, no lo duden un instante. Continúa con la lluvia cada más más persistente que caía en esa fecha en Madrid, alidada indispensable en estas mágicas noches colchoneras, y acaba en la fe inquebrantable de un grupo de jugadores que, aun sabiendo que no andan dando una patada a un bote en esta dantesca noche, saben que se deben a unos colores, a un Club y a una excelsa afición. Coraje y corazón, hijo mío. Todo se resume en eso. Los himnos no son sólo para escucharlos ni tararearlos con más o menos estilos. Los himnos son para sentirlos dentro, y para cumplirlos en tu forma de ir por la vida. De eso se trata precisamente un himno. Por eso, en los himnos la voz no canta, lo hace directamente el corazón.

Y así, llegó la gran remontada final . Faltando 11 minutos, el propio Thomas se puso también a sacar los 432 mil córners que tuvo nuestro Atleti, y, en uno de ellos, Rodrigo, que tampoco es que estuviese dando el nivelón con que nos suele deleitar el chaval, consiguió, por fin, anotar de certero y fino cabezazo el empate en el marcador. Si vieses su celebración, esos ojos, uno rojo, y otro blanco, parpadeando sin parar mirando hacia la ya enloquecida grada local, te darás cuenta que para este tipo de partidos se necesita gente así. Peña que se encienda, y transmita.

Los minutos finales fueron un auténtico homenaje al fútbol de verdad, una ceremonia del caos total, en los que mi equipo, siempre, históricamente, termina reinando. Y así llegó la jugada letal de necesidad, que no necesariamente es ni la más estudiada, ni la mejor construida, ni mucho menos la que con más elegancia se ha ejecutado,  en otra falta sacada por Thomas, peinada por el otro neocentral denominado Saúl, prolongada con un escorzo en forma de arabesco por el cuentagotas del Antoine, y rematada finalmente por … quién si no, Don Diego Godín. Sí. El gol del cojo. A la mierda pizarras, tácticas … ve tu, muévete aquí … Recuerden: CORAJE Y CORAZÓN. No se necesita más (ni menos, claro está). El gol con el que homenajeó nuestro Uruguayo a nuestro admiradísimo  Artechembauer. El tanto con el acabas borracho de felicidad, con una sobredosis de Colchonerismo en su máxima expresión. No fue un buen partido de fútbol, pero si puede ser un punto de partida para un equipo de Leyenda, en un estadio que, por aquel entonces, andaba ya poniendo sus primeros cimientos para convertirse como tal. Un encuentro que, sin ser un título, sí que da el suficiente subidón de adrenalina para conseguirlos. Así, mi querido cachorrín, fue como el Metropolitano empezó a forjar su propia leyenda. Y no. No desesperes. Esta historia …. Continuará.

EL CRACK DEL PARTIDO:
Coraje y corazón. No cejar en el empeño. No perder jamás de vista a tu contrario. Volverte loco, hasta convertirte en un individuo probablemente insano. Ser, en definitiva, del Club Atlético de Madrid. Ustedes, nosotros, yo, y especialmente, el Capo. Mi Capo. Orgulloso de ti, bro. Ayer el crack fuiste tu. Puede que seas mi cachorro, pero a mi me queda cantidad de aprender de tu saber estar, seguir empapándome bien de tus innegociables valores, y de tu siempre lealtad que has mostrado hacia mi persona, incondicionalmente. Para el resto del Grupo 51 (Sección Casa de la Pradera y allegados incluida), recuerden siempre: No habrá paz para los malvados.

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
Lo de Diego Costa me empieza a preocupar seriamente, entre otras cosas, porque él hubiese encajado a la perfección en la Mística que hubo ayer. Él, cuando vuelva a ser él, claro … Sigamos esperando, pues.

ÁRBITRO:
Sánchez Martínez. Un tipo desagradable, chulesco, que, lejos de impartir justicia, de crear paz, se dedica a crispar, a disparar tarjetas sin ton ni son, de aquí para allá. Por cierto, me hubiese gustado ver repetida en Bein Segurola la posición exacta de la que parte Williams en el segundo tanto bilbaíno. Es una pena lo que sufre el tal Segurola, y todo, por empeñarse en no querer reconocer cuál es su auténtico equipo en la realidad. Hágalo de una vez, buen hombre. Ahí andará con su buen amigo la Jaca Paca Valdana, y demás adláteres agradecidos. Sufrirá menos, hágame caso.

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (0 GRADOS).
El ridículo de Leganés haré como si no me hubiese dado cuenta, así que lo mínimo que puedo hacer para compensar mi “despiste” es no tener en consideración demasiado lo de ayer. Se siente.

Y ahora, paroncito de Selecciones. Pues venga, a ver si Boca me termina de rematar este maravilloso fin de semana … “Atleti yo te Amo, Contigo hasta el final” …

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