Con esa felicidad reflejada en el rostro de cuando uno va a pasárselo bien, a ver a un grupo de jugadores en los que todo dan todo por todos, en los que se cubren los unos a los otros. Que Trippi sube, Llorente le cubre. Que Hermoso tuvo más que problemas iniciales con la velocidad de Dembele, Carrasco le ayuda … Carrasco. Primer nombre propio del encuentro.
El belga siempre ha sido una de mis debilidades. Me encanta los jugadores verticales, que encaran, que finalizan, que tienen gol, que driblan, que no les importa si no les sale el primero de ellos. Que no paran y siguen buscándolo una vez sí, otra también. Yannick era así antes, lo sigue siendo ahora.
Sin embargo, en esta vida siempre uno tiene que exigirse un punto más, superarse a sí mismo cuando cree que no le hace falta, darse cuenta de lo que el entorno, el Club y la afición te pide añadido, y actuar en consecuencia. Y Carrasco lo ha hecho.
Ha visto que con el talento no vale. Sin perderlo de vista, pero uno tiene que dar ese plus de sacrificio y esfuerzo en beneficio del equipo. Aunque no le mole, o no lo crea necesario. Aunque considere que no es su mejor virtud. Y, ahora mismo, Don Yannick lo da. Esperemos que no le suba a la cabeza el éxito (hoy por hoy, se lo merece, sin duda) ni el mismísimo reconocimiento de sus haters más encarnizados. No es que sea el camino a seguir, es que es el único posible. Si quiere estar aquí, al menos. No hay más.
Un primer tiempo muy bonito, la verdad, entre 2 rivales que, cada uno, a su manera, fue a la yugular del otro. Empezó la cosa con un bullicioso Dembelé dándonos más dolores de cabeza de los previstos, como ya he comentado inicialmente. Griezmann tuvo la primera (3 minutos de juego), pero su excelente remate se fue por encima del larguero. Griezmann. Segundo nombre propio. Yo no soy de los que les desea mal a casi nadie. Pienso que es un esfuerzo innecesario, por mi parte, una atención absurda, ya que el tiempo termina poniendo a cada uno en su sitio. Si ustedes ven al Antoine rojiblanco, le veían un chico feliz, con una sonrisa casi permanente en la boca, atesorando, por supuesto, su calidad incontestable, con un sacrificio enorme en defensa.
El Griezmann de hoy en día es un tipo serio, con muesca facial casi de amargado. Un tipo, que sí, pero no. Un individuo que vive más pendiente de agradar a un compañero, que de ser feliz él mismo aportando lo que sabe hacer en beneficio de su equipo. Tu lo quisiste así, machote. Yo no te puedo decir nada más.
Volvamos al partido. Un solo minuto después, este Atleti, respondón, con personalidad, que no se deja amedrentar por nadie, que juega al fútbol, por instantes, como los putos ángeles, que sabe sufrir, que sabe replegarse, que no necesita correr tanto, porque ahora el que lo hace es el balón en su poder, más que ellos mismos detrás de él, respondió con una gran jugada ofensiva rematada espléndidamente por Saúl (el enfermo progresa adecuadamente, tercer nombre propio) y atajada por un paradón de manual de Ter Stegen (Brazo extendido, mano de hierro, no hay misil que lo doblegue). El partido prometía.
A los 12, seguimos con otro de los nombres propios, Marcos Llorente. Ayer ví, una vez más, en la que tiene camino de convertirse ya (si no lo es) en mi segunda casa: el Despachum Calderoriarum, un fenómeno curioso. A los Atléticos más veteranos, nos gusta sus acciones, sí, pero siempre andamos con el freno de mano echado a la hora de terminar valorando su indudable aportación. Sin embargo, la muchachada más joven, los críos que no entienden demasiado de dónde viene, o a dónde va, sino que, simplemente, ven a un imberbe rubito un poco mayor que ellos, defendiendo su rojiblanca, les puedo asegurar que andan enamorados de él. Corean su nombre sin importarles un bledo ni su pasado ni su futuro. Ellos viven el instante, el momento, y fuera. Y, ¿saben lo que les digo? Les envidio cantidad. Qué bonito debe de ser disfrutar el fútbol así, sin cuentas pendientes, sin rencores que no le terminan llevando a ninguno tampoco a ningún lado. Tiempo de odiar siempre hay. Tiempo de disfrutar, cada día que no lo terminamos de hacer por nuestras extrañas cuentas siempre pendientes, es un día que, en el fondo, desperdiciamos de nuestra existencia. Los niños tienen mucho que aprender de nosotros, es obvio. Pero los mayores … Los mayores, también de ellos.
Llorente es, hoy por hoy, un jugador que nos da un sinfín de variantes ofensivas cuando, sencillamente, la cosa no la vemos clara en ataque. Esos desmarques endiablados, esos cambios de ritmo, siempre con la cabecita elevada. En uno de tantos, el chaval envió al larguero una (la primera, que no la última) asistencia mágica del entusiasmante Correa (seguimos con nombres propios, venga).
El argentino este año está descomunal. Sigue tan imprevisible como siempre, pero ya no para los aficionados propios, no, sino para los contrarios. A sus controles orientados imposibles, su velocidad, su sacrificio (con cabeza, no como el antaño Choque de Choque que era, que tanto nos desesperaba) ha añadido en su repertorio una cualidad desconocida en él: una visión de juego y un toque de balón al hueco hacia su compañero sencillamente delicioso, y letal.
Antes de seguir con Angelito, vamos a pararnos un poquito en Leo Messi (al cual, por cierto, alguien debió de ajustarle alguna cuenta pendiente, visto el estado de su labio). Nuevo nombre propio. Ni me importa ni sigo mucho la actualidad de mis rivales, pero voy a hacer un punto y aparte con Leo. ¿Qué sentido tiene seguir con un menda que, te ha dado toda clase de títulos, jugadas mágicas, victorias históricas aquí y allá, más de 500 goles (o yo qué se), minutos de gloria a raudales, si, con 33 palos, se quiere ir? Déjalo marchar, hombre. ¿Qué no pillas traspaso? Te ahorras 100 kilos de ficha. ¿Te parece poco traspaso? Ese hombre no tiene la cabeza dónde la tiene que tener, sin más. Y, sinceramente, no creo que se merezca ese trato por parte de su Club, y esos insultos gratuitos por parte de algunos de sus “aficionados”. De verdad, el día en que los Atléticos seamos así (y algunos, parecen, camino de), paren en la próxima, que el menda se baja. Esto es absolutamente innegociable.
Al borde del descanso, el citado Messi se internó en el área, buscó a un compi, no lo encontró, y remató a bocajarro sobre la meta de Oblak. Por supuesto, nuestro eslovaco (es decir, esloveno) atajó como siempre, sin conceder segunda oportunidad alguna, el balón es mío sí o sí.
Y cuando ya parecía que todo se acababa así en este primer periodo, apareció Hermoso, sacó el balón desde atrás con un regate lleno de clase ante la presión de un rival, Piqué no supo despejarlo bien, y, (volvemos a nuestro Correita), el argentino suburbial, mágicamente vio el desmarque de Carrasco, sirviéndole un pase en profundidad excelso, y el belga puso el resto: maravilloso control con espuela, caño incluido a Ter Stegen (que andaba por La Previa pidiéndose un botijo para el descanso) se lleva el balón con esa clase que Dios le ha dado, y, desde fuera del área, no se complica y consigue el tanto sin piedad. Parece un gol fácil, pero no lo es. Muchas veces perdemos ocasiones así por intentar asegurar lo que ya tienes, lo que no tiene más vueltas que dar: era un gol sí o sí. Pues mételo, coño, que esto es así de sencillo, en serio. Bien, Yannick, muy bien.
En la segunda parte, solo hubo un equipo, el Atleti, en la que, por momentos, sometió a un baile espectacular a un Barcelona que corría desesperadamente detrás del balón. Hubo como un cuarto de hora en la que la muchachada del Cholo sometió a una humillación bárbara al mismísimo Barsapasta, curiosamente, con sus propias armas que suelen alardear (en épocas Guardiolísticas, al menos). Circulación endiablada del balón, todo a un toque, con un solo punto de vista: la portería rival. No es sobar el balón por que sí, no. Todo es con una intención: no parar hasta conquistar. Una auténtica delicia para el que le guste este rollo del fútbol, y, ni que decir tiene, para los propios seguidores rojiblancos (entre los que, juraría, creo que me incluyo).
Y eso que la cosa comenzó con un susto morrocotudo en un remate a bocajarro de cabeza de Lenglet, que atajó, como siempre, Oblak. Su colocación y lectura del fútbol, es su mayor virtud. Y no para de demostrarlo.
Después se lesionó Pique, en “una dura entrada” por parte de Correa. De verdad, el cinismo y la caradura por parte del periolismo español no tiene límites. El señor Piqué (del cual, por supuesto, no me alegro para nada del tiempo que se va a tirar fuera del campo, es un menda que, aunque no comparto casi nada con él, tiene algo que me atrae, una forma de ser diferente, que me parece, cuanto menos, interesante) si quiere buscar algún culpable de su percance, que hable con su compi Jordi Alba y le pregunté por la entrada justamente anterior que le hace a Angelito Correa, por detrás (no pitó el árbitro ni falta, de este sucio pájaro hablaremos más adelante), que era una falta como el Calderón de grande, y que implicó la posterior y desafortunada caída del argentino sobre la rodilla de Gerard. Pero ya saben como funciona todo esto aquí: intoxiquen, que algo queda.
Poco después, pudo empatar al fin Antoine, en un buen remate de cabeza que se topó de nuevo con Jan.
Al final, sufrimos más de lo necesario, pero buena culpa fue por los obligados cambios que tuvo que hacer el Cholo, teniendo en cuenta que el miércoles, de nuevo, nos jugamos la vida.
La victoria fue justa, corta, en un magnífico partido del Atleti (y ya van unos cuantos). Llegué al borde del toque de las doce de la noche a casa (ojito con ellos, por cierto, que al bajar del Metro mi barrio parecía en estado de queda, pero como en la guerra, lleno de maderos a diestro y siniestro). Me costó dormir, sí, pero lo hice finalmente con esa sonrisa en la boca que tiene un niño cuando ha estado todo el día feliz, sintiéndose querido entre hermanos, y disfrutando a tope de lo que más le gusta en esta vida (que, en mi caso, no es otra cosa que, mi Atleti, y mi gente.) Que no se nos vaya en toda la temporada dicha sonrisa: la sonrisa de un niño.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Brutal Oblak, muchísimo mejor nivel de Trippi, Hermoso de menos a mucho más, Savic (aún con algún despiste que otro) sencillamente inabordable, imperial Giménez, de Llorente ya hemos hablado, delicatessen Joao, excepcional Correa, grande Yannick, pero para grande, grande verdad … Don Koke Resurreción. No tengo la menor duda al respecto: hoy por hoy, no pisa un campo de fútbol ningún centrocampista mejor que él. Y, el que tenga dudas, que admire la magistral clase que impartió ayer (y lleva también toda la temporada así) en el Metropolitano. Calidad, sacrificio, presencia, personalidad … Una auténtica delicia.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
Diego ya no … Bueno, va. Desierto, joder Tomi. Hoy, desierto.
ÁRBITRO:
Munuera Montero. Arbitraje erosivo donde los haya, me explico.
Si ustedes echan un cubo de agua sobre una roca, esta acaba empapada, ciertamente, pero no termina de sufrir más daño que el chapuzón inicial.
Sin embargo, si ustedes dejan caer fijo, una gota continua y constante, día sí, año también, siempre sobre el mismo punto de mira, en la susodicha dicha roca, al final termina haciéndose un agujero irremediablemente. Así fue el arbitraje del espantapájaros este. Te amedrento a base de tarjetas ridículas, te buscó y provocó para expulsarte, se inventó faltas donde no las hay, ignoró, por supuesto, las del contrincante, y te intentó sacar del partido de forma sibilina, pero cargada de mala intención. Sinceramente, un ser despreciable como otro cualquiera.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+3 GRADOS).
¡¡Redoblan las campanas de toda España!! ¡¡El pueblo se ha lanzado a la calle enfervorecido!! ¡¡La locura infinita se ha apoderado del mundo entero!! El termómetro, en un ataque de efusividad sin precedentes, sube ¡¡3 gradazos!! Nada menos. Pero qué justo es, ecuánime como pocos, equilibrado, elegante, señorial ... Nuestro faro, nuestro guía. Nuestro amigo más fiel. Nos dice siempre no lo que queremos leer, si no lo que es en realidad. Roguemos al Termómetro, te rogamos óyenos.
Voy a acabar esta infumable parrafada con un consejo para el triste lector que haya llegado hasta aquí. No hay diferencia, no, entre los unos y los otros. No saben lo simple que es y comportarse en la vida. Es algo tan sencillo como: “has sido mejor, enhorabuena”, y fuera. No señor, no. Ellos siempre tienen que apuntillar con su punto de soberbia en el cual denotan el desprecio y el mal perder que tienen, por encima de todo. Son así. Viven en su mundo permanente (apoyados, por supuesto, por su amada prensa, en la que leen y escuchan exactamente lo que quieren leer y escuchar), mirándose continuamente al ombligo, sin tener jamás en cuenta mérito alguno de nadie que no sea su propio ego. Por supuesto, “somos favoritos” porque como ellos están tan mal, y el otro anda peor, pues, como que te perdonan la vida, como que te dan un toque en el hombro y te dicen… “venga, va, que esta te lo dejo”.
Había una escena genial en la brutal peli “La lista de Schlinder”, en la que, el colgao jefe del campo de concentración Nazi, cuando se despertaba por las mañanas, cogía su fusil y se liaba a tiros contra el primer desgraciado que viese desde su balcón. A todo esto, Shclinder (inteligente donde los haya) le hace ver que demuestra mucho más poder perdonando al “enemigo” (por decir algo) que demostrando su superioridad matando a peña sin ton ni son.
Total, que, en uno de sus cruces de olla de cada día, este “emperador” nazi, está a punto de cargarse a otro individuo. Sin embargo, finalmente piensa en lo que le dijo Schlinder y, poniendo 2 de sus dedos sobre la cabeza de su futura víctima, dice eso tal como … “Te perdono”. Así son ellos. No son capaces de ver ninguna virtud ajena. Son ellos, solo ellos y solamente ellos. La mala bilis es lo que tiene. Anden con cuidado, que somo la sigan vertiendo en tales cantidades, es probable que se terminen ahogando sin remisión.
Nosotros, a lo nuestro, el miércoles, de nuevo nos jugamos la vida en Champions. No nos interesan ni favoritismos, ni “reconocimientos” de nadie. Poseemos identidad y personalidad incontestable. Sí, se siente. Somos del Atleti, ya perdonarán… “Atleti tu eres mi vida, tu eres mi pasión” …