Debería de estar contento, pero no lo estoy. Desde luego, emocionalmente hablando, no ha sido una buena semana, por mucho que el Atleti consiguiese 3 puntos de oro (que lo son, vaya que si lo son). Pero nada es fácil en la vida, y mucho menos en este maldito año, en el que el bastardo 2020 se quiere despedir como lleva haciéndolo todo el año: matando. Morir matando.
Champions.
AD10s.
No he visto a nadie igual, no lo veré jamás. Los que me van a venir con las pamplinas de es que su vida personal y demás, “ejemplo para los niños” (ni que hubiese sido presentador de Barrio Sésamo, no te jodes), la droga, sus juegas y demás desmanes … Como que no. No me aburran ni me den la plasta, por favor. ¿Acaso se le juzga a la Janis, al Hendrix, al Bowie, a Elton John, a Lennon, a los Galagher, por su vida social (mejor dicho, personal) o se les juzga por sus obras, por su música?
En una escena del Padrino II, creo recordar, Michael se reune en la boda de Connie con un senador, al que necesita tener en el bolsillo para que le de una licencia que le hace falta para construir un casino en Nevada. Dicho senador, en un ataque de soberbia ruin y falaz, le pone verde, indicándole que no aguanta a los italianos, con esos pelos aceitosos y demás insultos, diciendo que los mafiosos no podrán con él (más o menos es lo que viene a indicar). Pero claro, el señor “impoluto”, al final termina poniéndose un precio (“algo elevado”, según palabras del propio Michael). A continuación, y viendo el ataque de “dignidad” que le entra al susudicho politicastro, el propio Mike le comenta lo siguiente: “no se confunda, los dos protagonizamos la misma farsa”. Pues eso. Quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
A Diego Armando Pelusa Maradona yo le juzgo por su fútbol, por esa zurda mágica que tuvo, por ser un jugador incomparable, diferente, genial, por abordar retos imposibles, como fue Napoli, por ser un menda con el que cualquiera de nosotros pudo coincidir en cualquier equipo de barrio, de esos que hacíamos cuando echábamos pies, y con dos pedrolos hacíamos las porterías, un mínimo descampado, una pelota de cuero y unas botas de fútbol que como jugases en el barro te terminaban pesando 10 toneladas cada una. Un potrero en su máxima expresión, que logró representar el sueño hecho realidad de cualquiera de los pendejos que en aquella época nos daba por jugar al balón en cualquier lado, por recóndito e inhóspito que fuese.
Por recuperar el orgullo de un país entero en ese mágico partido de un mundial frente a la soberbia y rimbombante Inglaterra. Por sus jugadas imposibles, regates inverosímiles. Por hacer que el Cuernabéu entero se tragase, por una vez y sin que sirva de precedente, todo su orgullo y le aplaudiese a rabiar una vez consiguió un tanto en su propio atracódromo, representando ni más ni menos que al mismísimo Barcelona. Por hacerme ver un partido, sea cual fuese rival en el que estuviese, contrario al que se enfrentase, solamente por el placer de degustarle a él. Me da mucha pena que se haya ido así, sí, pero al final ha sido reflejo de su propia persona: tan caótica como auténtica.
Solo le faltó una cosa en la vida, y es haber jugado en el Atleti. Me lo imagino aquí, y fijo que, en más de una ocasión, hubiese tenido que ser levantado de nuevo el Calderón tras un partido que hubiese disputado con nosotros (y en más de dos). No me lo puedo ni imaginar. Has vivido como has sabido (que a veces tampoco es una cuestión de querer, sino de saber (o no), máxime en determinadas circunstancias y viniendo uno de dónde viene) y Dios te ha llevado ya en su compañía. Gracias por hacer del “10” el número especial, diferente, el del crack. Fuiste el diez por naturaleza. Y por los siglos de los siglos, lo serás. Hasta siempre, Don Diego Armando.
EL PARTIDO.
Solo hubo un equipo que quiso realmente ganar el partido, y fue el Atleti. Con momentos de más o menos profundidad, con ratos en el que agobiamos, con otros de paciencia, con más o menos brillantez, más o menos espesura ... pero todo con un solo fin: la victoria final. Intentándolo por banda (bien) otras con centros precipitados al área (mal). Frente a un rival bien plantado en el campo, pero con nula ambición ofensiva. Un rival que sufre los estragos del maldito fútbol moderno este en el andamos inmersos, dejándose llevar a su suerte por un caprichoso magnate chino (dichosos chinos) que hace y deshace a su antojo. Un Valencia desconocido, obviamente, y más aún en Mestalla. Un partido fiel reflejo de la situación deportiva actual de ambas escuadras.
Un Atlético que tampoco deja que el rival se aproxime en exceso, no se crean. Este equipo tiene unos automatismos defensivos primorosos, son capaces de hacerlo con los ojos cerrados. Es todo un arte verles sufrir tan poco en dichas labores. Se saben todos la lección de “p” a “pa”. Un Atleti que echa mucho de menos a Suárez (especialmente Joao Félix) no ya por su capacidad goleadora en sí (que también) sino por la cantidad de variantes ofensivas que generan sus desmarques, sus paredes, sus continúos movimientos en el campo. Hoy por hoy, y especialmente para este tipo de encuentros en sí, se me antoja francamente imprescindible la presencia del charrúa en el campo.
Un Lemar que parece empieza a despertar. Con personalidad, con libertad en el campo, soltando dos grandes peligrosos latigazos desde fuera del área espléndidamente respondidos por Domenech (uno en cada periodo). Y yo me pregunto: ¿de verdad seremos capaces de recuperar el talento de este jugador? (cri cri cri … canta el grillo sin cesar). Eso sí, les doy una pista: el Cholo anda detrás de ello. Vayan atándose los machos.
Del Valencia, ofensivamente hablando, solo recuerdo un disparo (que no era ni eso, si no más bien centro, pero en fìn) dentro del área colchonera, de un rubiales que tienen por ahí, allá en la primera parte, que Oblak mando a córner en estupenda intervención (en descarga del equipo ché, la ausencia de Gayá la notan un huevo, y parte del otro, las cosas como son, y con la plantilla que tienen, pues ya me contarán) ...
Un Hermoso en claro crecimiento, el trabajo infatigable de Llorente, un Lodi, que tiene que espabilar y mucho, porque le andan ya comiendo la tostada por momentos. Una falta al borde del área esperpénticamente lanzada por el Atleti, ya bien entrada la segunda parte, la cual ejecutaron colgando un extrañó balón bombeado como si fuese un balón de playa de Koke sobre Giménez, cuando era una acción de tirar a puerta sí o también (Dios mío, ¿De verdad que no hay nadie que se atreva a lanzar una falta así? Me quiero morir...).
Menos mal que, a falta de 11 minutos para el final, el bullicioso y valiente Carrasco, se interna por banda, sortea a su contario, lanza un centro de esos con la fuerza suficiente como para el que tenga a bien rebotar el esférico en sí mismo, consiga el ansiado tanto, Vitolenco que se dejó la sotana en el Convento de la Clínica Fraternidad, y al final paga el plato Lato, y chicharro que te crió. Tan desafortunado como justo.
Así que sigamos así. Llenemos la buchaca de puntos hasta rebosar, ahora que es el momento de hacerlo, que ya vendrán peores, y bien que tendremos que tirar de fondo de armario. Y ojito, que aún disponemos de nuestro par de bolas extras intactas que, aunque no debemos de contar con ellas, estar, están. Como el Atleti: en lo más alto, vivito y coleando.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Juan De DIOS Román. Puede que el que apenas haya disfrutado en mi vida de la figura paternal, hace que identifique tal papel en gente a la que admiro y que termino queriendo casi como si fuesen mi auténtico padre. Me pasó mucho con Calderón, que, cada vez que hablaba, me imponía un respeto acojonante. Tengo alguna que otra figura más por ahí con la que tengo tal sentimiento, pero, indudablemente, Juan de Dios Román fue otro “padre” para mí. Un tipo que me enseñó a amar al balonmano como nadie. Que me mostró cómo debe de ser y comportarse un buen y genuino Atlético. Un hombre que me hizo soñar, disfrutar en aquellas frías mañanas del Magariños como nadie, y, por ende, del deporte que él amaba tanto como a su propio Atleti: el balonmano.
15 años que estuvo con nosotros …¡15! Se dicen pronto. 5 ligas, 5 Copas, aquel Subcampeonato de Europa frente a la Metaloplástica, en el que tuve la fortuna de estar presente con mi hermano, en medio de un ambiente ensordecedor, efervescente a más no poder. Lo más rojiblanco que he visto en mi vida. Lo exhaltación más elevada que he contemplado de un partido de balonmano en sí, y con nuestro (su) Atleti como protagonista principal (el resultado ya fue lo de menos, ¡menudo equipo era la Metaloplástica esa, mamma mía!).
Luego el tío como seleccionador lo bordó, en el Ciudad Real no paró de conquistar, como presidente de la Federación fuimos campeones de un Mundial por primera vez en nuestra Historia. ¿Qué más se le puede pedir?
Tengo pocos dones en esta vida, pero bueno, más que un don … Vamos a considerarlo un sexto sentido. Con ver los rasgos faciales de un individuo, obviamente, no sé de qué equipo es con exactitud, pero sí que suelo acertar casi siempre si ese alguien es de los míos o no. No me digáis por qué, pero lo sé. Calderón tenía cara de Atlético. Carlos Peña es que tiene el escudo del Atleti reflejado en su cara en cada momento. Mi hermano carnal también lo tiene. El papi de mi primera compi de grada Doña Hele tenía esa cara también. Luis Aragonés, por Dios … Qué más les puedo decir. Y, por supuesto, Don Juan de Dios Román, que nadie lo dude un momento. Véanle fíjamente su rostro, y verán reflejados en él Neptuno, el Magariños, el Calderón, a Cecilio, a Chechu, a Luisón, a Juanón, a Papitu, a Hombrados, a Urdiales … Esos duelos fraticidas frente al Barsapasta. Tiempos de Calpisa, del Elgorriaga Bidasoa, del Granollers … Tiempos de ilusión, de ser un grande de verdad, de orgullo por unos colores y de un sentimiento. Hecho de menos muchísimo el balomano (aunque como la Selección juegue, sigo sin perderme ni un solo partido siempre que puedo). A partir de ahora, también, por desgracia, voy a echar mucho más de menos al hombre que me hizo amar con locura ese deporte, y que me enseñó como pocos a ser y cómo debe de ir un Atlético por la vida: con el objetivo de ganar siempre, viviendo a tope cada instante de cualquier encuentro,disfrutándolo, sintiéndolo, no dándolo jamás ni por perdido, ni por ganado, y todo, todo, siempre con esos valores de respeto, trabajo y humildad con el que todo buen colchonero debe siempre de tener como dogma de fe. Gracias por todo, JuanDe. Gracias por tanto. Hasta siempre, Juan de DIOS ABSOLUTO DEL BALONMANO ATLÉTICO Y ESPAÑOL, Román.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
¡Vete ya, 2020! ¡Vete ya, por favor!
ÁRBITRO:
De Burgos Bengoetxea. Que se vaya también con el puto 2020, joder …
TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 5 GRADOS).
Menos mal que el termómetro va a su puta bola, y como nos ve a los Atléticos algo alicaídos por lo de JuanDe, ha decidido darnos un subidón de …¡2 GRADAZOS! Nada más y nada menos, porque nos los merecemos, sí. Qué carallo. Y ahora, que se pongan en fila todos aquellos personajes, individuos, pintorescos tipejos de ayer y de hoy de poca fe, que le han criticado y denostado hasta decir basta. Se me vayan enumerando, bien ordenaditos, y sin crear demasiado alboroto, por favor … Que les voy a canear a base de bien, carallo.
Nada más. El martes hay pocas vueltas de hoja que darles al asunto. Ganar o vencer. Juan de DIOS no se lo va a perder. Y se lo merece. Qué mejor homenaje que una victoria. Esta victoria … “Maneras de Vivir”.