Un partido de fútbol de Liga (es decir, de competición oficial, no es un Trofeo Naranja de la vida en sus horarios de chulo-putas habituales) que empieza en un día y acaba en el siguiente. Especialmente dedicado para que los más peques de la casa disfruten de sus ídolos y los pobres desgraciados que hemos tenido que empezar a currelar este maldito lunes del orto podamos ir plácidamente a ver dicho encuentro sin importarnos el madrugar en exceso. Eso es pensar en tu gente y tu público (presente y futuro) y lo demás es tontería.
Un encuentro en el que gran parte de esa manada de tertulianos periolísticos vaticinaban que iba a resultar insufrible, encorsetadas ambas escuadras por los planteamientos ultra conservadores de sus entrenadores, y que, sin embargo, acabó siendo un estupendo partido de fútbol, con un Atlético realizando, por momentos, un fútbol pletórico, total, y que, en auténticas avalanchas rojiblancas, tuvo durante muchos instantes de dicho partido completamente embotellado al equipo azulejero. ¡Qué sabios que son!
Un partido de fútbol de NUESTRA Competición, esa que debemos de proteger entre todos como si nos fuese la vida en ello, y que se vio emancipado por la retransmisión en abierto de otro encuentro de la Liga FRANCESA porque debutaba no se quién o jugaba también un tipo de esos con cara de dromedario que tanto suelen gustar por la zona innoble de Concha Espina (ahí, con un par, promocionando lo nuestro por encima de todo y de todos, ¡BIBA CARTAGENA!).
El rival era el Villarreal, un equipo que es como el que tiene un vecino de éstos ejemplar, muy modosito él, muy educadito, de los que van con la sonrisa bobalicona por la vida, peinado impolutamente tal y como si un vaca les hubiese dado un lametazo en el cuero cabelludo, empalagoso hasta decir basta, falso donde los haya, de los que habla de uno para malmeter al resto de vecinos, cuando no anda presente, claro, babosil, pueril. Putos Mercadonas con patas …
Un Atleti que salió desmelenado, vertical, ofensivo, presionante, dominante, con hambre voraz, pero que no logró traducir dicha avalancha de juego en superioridad en el marcador tras el primer tiempo. Fue todo tan raro que el equipo, que antiguamente era temido por su balón parado especialmente tras un saque de esquina, ayer, y tras verle sacar nada más y nada menos que 16 o 17 córners, tuve en todo momento la impresión que cada nuevo que botaba tenía menos peligro que el anterior, y hombre, es cierto que los castellonenses saben defender muy bien posicionalmente, pero carallo ... Qué le vamos a hacer.
A los 23 minutos tuvimos la mejor ocasión, en una gran jugada colectiva del Atleti, Trippier que se mete hasta la cocina, y su centro de la muerte es estupendamente rematado por Lemar en primera instancia (con un paradón no menos estupendo de Rulli, ayuda con el poste final incluido) y cuyo segundo rechace ya tuvo el mismo efecto que la cruz que tuvimos ayer con los saques de esquina, a saber, peor, bastante peor.
Los Mercadonos andaban tan atocinados que hasta Gerard Moreno se vio sorprendido al encontrarse con un balón dentro del área prácticamente solo en labores ofensivas, y se durmió pensando en los laureles, o imaginando que estaba viviendo un extraño sueño, o que no podía ser cierta dicha circunstancia, allá por el 26 de juego. Pocos acercamientos más tuvieron los forasteros, aunque sí bastante más efectivos, para nuestra desgracia.
Allá por el 39 Torpedo Correa (hiperactivo durante toda su participación en el encuentro) se encontró solo, aunque escorado, delante del Rulli ese, pero en vez de encarar vertical decidió dar el balón atrás para que Carrasco terminase rematando a puerta cuando había más tipos de amarillo sobre la línea de la portería que, desgraciadamente, peces muertos en la Manga del mar menor.
Y mientras Correa seguía intentándolo todo, ya en el descuento, mágica asistencia de Lemar sobre Trippier, que, para seguir la norma de lo que fue todo el partido, y cuando se encontraba más solo que la una, decidió rematar de cabeza picando el balón (la única decisión correcta que tomó) pero hacia el lado en el que se aproximaban tanto el guardameta como el resto de defensas, en vez de aprovechar su contrapié que hubiese sido lo más lógico y normal a la par que mortal de necesidad. Así que ahí lo tienen. Jugando como los ángeles, pero acabando endemoniados mareados por la dichosa marea amarilla.
En la segunda la vida continúo más o menos igual. Córner va, córner viene, y cada vez peor, y peor, y peor.
Y mientras, Angelito, haciendo de las suyas: sombrerito de tacón al Señor Estupiñán, y remate posterior cruzado milagrosamente salvado por el omnipresente Mandi, que fue una auténtica muralla infranqueable (menos cuando dejó de serlo, claro).
¿Cuántas veces hemos leído crónicas así, o visto encuentros de este tipo, para luego continuar indicando “están perdonando demasiado, ya verás cómo nos van a llegar en una y” … Los topicazos son odiosos, sí, pero se convierten en especialmente irritantes porque las más de las veces se cumplen. Primera combinación ofensiva medio decente de los de Emery, zapatazo del incombustible Trigueros, y Oblak que apenas casi ni la ve (le jodieron la cabezadita tan rica que se andaba dando el bueno de Jan), termina recogiendo el balón del fondo de su portería. No hay quién entienda nada, porque es complejo de cojones el hacerlo, pero tranquilo todo el mundo. La fies no ha hecho más que comenzar.
Apenas 4 minutos después, en un saque de banda del Vilarreal (ojito al dato, señores) Llorente persigue un balón imposible, le pone el balón al bullicioso de Correa, y el argentino se la deja a Luis Suárez (y yo que pensaba que andaba todavía en la Copa América, válgame Dios), que anota el empate en el marcador. ¡Que corra el champlán!
Empieza el cachondeo de los cambios, y el descontrol y la sinrazón se empieza a adueñarse del Metropolitano. Mantengan sus camisas de fuerza bien amarradas, háganme el favor.
Durante este segundo tiempo, el Vila-Real realizó reiteradamente una jugada tan sumamente boba y simple, que nos terminó desquiciando por completo, a saber. Rulli tiene el balón controlado, nadie le atosiga, nadie se mueve, todo Cristo con su marca, y el arquero argentino que sigue contemplando la vida venir, hasta que uno de los nuestros decide ir a por él. A continuación, el bueno del Rulli, se la pasa justo al pibe que ha quedado libre de marca, y ahí empezaban los dolores de cabeza. En una cosa tan sencillita. Pues bien, a falta de un cuarto de hora, un tipo de amarillo, tras acción similar, pega un “brevazo vs. despeje vs. centro sin ton ni son”, topa en no se quién, el balón acaba muerto entre Giménez y Savic, y el show no ha hecho más que empezar: “¿Vas tu?”, “Qué va, toda tuya, hombre”, “¿Pero cómo, si te va mejor a ti?”, “ni de coña, que tu vas de cara”, y claro, pasó lo que pasó: Yeremi Pino se jartó del espectáculo, pilló el balón, se lo cedió a un tal Danjuma, que parece que ser que nos ha metido 500 goles ya en toda su carrera deportiva, y consigue el 501 uno de forma y manera inapelable. ¿Cómo se llamaba la película? Iba a decir dos tontos muy tontos, pero odio tan profudamente tanto dicho film como a sus propios protagonistas, que prefiero dejarlo en “¡QUE BIBA EL BINO!”. 1-2, y la cosa esta ya más que sentenciada. O eso pensábamos, ay, almas cántaras.
Y córners. Y más córners. Buena ocasión de Koke que la marra por ese empecinamiento que tiene siempre en querer conseguir el tanto más bello de su carrera deportiva (¡pega un zapatazo y a tomar por culo, leñe, que no queda ná, joer!), ya en el 86, algún que otro córner más, hasta que llega el broche de oro a toda esta tragicomedia final de encuentro.
Minuto 95, y en el silencioso Metropolitano se oye una voz desde el palco que indica: “¡Barra libre de Gin Tonic pa’ to’ quisqui!”. Y Saúl decide desprenderse del balón poniendo un centro a la nada, y acude a la llamada de la selva. El gran Rulli decide, a toda mecha, tomar el mismo camino aceptando tal oferta, mientras que Mandi, que pasaba por allí, decide exclamarle a su propio portero “venga, va, toma, pilla el balón, y nos vamos juntos”. Craso error. Don Rulli ya estaba en la barra del bar esperando ansioso su peloti, y su dejada se convirtió en el tanto del empate castellonense. ¡Qué grande que es usted, Don Enrique! (y miren que me da grima el poner esto, pero si me encuentran otra lógica a este disparatado final de partido, el que les invita a la barra libre de Gin Tonics soy yo).
Así que ya ven. El Villarreal que no había hecho un tanto en las dos primeras jornadas, hace dos en el inexpugnable Metropolitano (o más bien tres, te cagas). Los que nunca suelen fallar (Savic vs. Giménez) ayer se liaron con la partidita de mus, y pasó lo que pasó. Un partido que empieza un día y acaba el siguiente. Dos de los mejores sistemas defensivos que ven cómo se les roba la cartera de forma infantil (porque el primer tanto nuestro tras saque de banda amarillenta, telita también, Hermano). Y para broche de oro, el final que ni el mismísimo Groucho Marx. Y el Atleti jugando al fútbol como los ángeles. Solo hay una cosa que nunca cambia: nos siguen dando barra libre de palos a diestro y siniestro. Eso que no cambie. Lo dicho: la ceremonia de la sinrazón. La lógica de la ilógica.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Sin hacer un partido de fábula, pero muy trabajador y enchufado Llorente, excelentes Carrasco y Don Ángel Correa, de delicatessen final el gran Lemar.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
Suárez, reitero (y eso que cumplió con su tanto) anda todavía en la Copa América, y Giménez, y Savic, y Savic, y Giménez … Ay, señor, señor …
ÁRBITRO:
Un tipo que no conocía de nada, un tal Soto Grado. La lección de sacarnos tarjetas por cualquier papanotada que se le ocurra se la sabía de memoria. Por ahí las hienas de las cavernas tertulianas piden expulsión para Correa (anda y que sigan mamando, amarilla y punto, que el balón está claramente en disputa), las mismas que, curiosamente, opacan en su totalidad un claro penalti por pisotón a Carrasco de un defensor visitante. Me da que este individuo va a ser otro claramente para complementar nuestra variada colección de cavernícolas silvestres.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 1 GRADO).
Primera bajada considerable de la temporada, 2 grados que se nos van al limbo. Y siempre igual con este equipo, oyes. El Termómetro, ciertamente, valora el gran juego desarrollado por la muchachada, pero no le gustan ni un pelo las boberías defensivas así como empatar, por qué no decirlo, de una forma final tan lamentablemente vikinga como lo conseguimos ayer, así que se acabaron las confianzas y el buen rollismo. Pónganse serios, caballeros, que hay mucho en juego. Y háganlo a la voz de ya.
Y ahora, paroncito de Selecciones, que yo creo que nos va a venir bien (o vaya usted a saber, porque como se nos va a ir igualmente medio equipo por ahí al limbo). A ver si por lo menos vamos recuperando ya a Joao Félix y demás, que el próximo partido liguero es contra el filial, y ya saben que son otros que nos tienen bastante ojeriza … “Yo te quiero ver Campeón”.