18 de septiembre de 2023

Valencia 3 - Atleti 0. Bochorno.

1.- Aire caliente y molesto que se levanta en el estrío.

Eso fue el Valencia el pasado sábado. Caliente, porque salieron a disputar este partido con ganas, intensidad, ilusión, siendo conscientes de la responsabilidad que tienen esta temporada los Javi Guerra, Fran Pérez, Canós, Diego López and company, portando esa camiseta y representando ese escudo con la gallardía, calidad y el saber hacer que tuvieron. Cantera al poder (no les queda otra, claro).

 

Molesto, porque no nos dejaron ni respirar siquiera por ninguna parte del terreno de juego. Tres goles de diferencia, portería a cero, apenas tuvieron apuros … Yo a eso le llamo un partido perfecto. ¿Hasta dónde van a llegar? Pues hasta donde lo hagan. Son un equipo muy joven, con todas las ventajas a la par que inconvenientes que resulta el manejar una plantilla así. Pero como tengo claro que, éstos sí, frente a Madrid y Barcelona van a jugar exactamente de la misma forma, no hay queja alguna por ello. ¿Los nuestros? Que espabilen, porque como no lo hagan, ya me veo en Octubre sin prácticamente opciones de poder disputar nada en Liga. Y el seguir a un equipo sin ilusión por nada, es lo más deprimente que le puede pasar a cualquier buen bufandero descerebrado que se precie.

 

2.- Calor sofocante.

Entiendo que esto es lo que le debió de pasar a la muchachada el pasado sábado. Salieron como cuando salgo yo de casa para ir a trabajar cualquier puto lunes del orto. La diferencia es que a mi nadie me va a ver, y, una vez desperezado y despertado del todo, saco mi trabajo adelante. El otro día nada de nada. La desgana, nuestra razón de ser. Ni orgullo, ni hombría, ni saber estar. Una auténtica pérdida de tiempo, dinero y categoría. Se intercambiaron los papeles, el VCF se disfrazó de Atleti, y nosotros, ni siquiera del propio Valencia de estos últimos años. La verdad es que verles ¿Jugar? de esta forma tan deleznable produce mucha desazón, descorazonamiento y, por su supuesto, rabia y mala hostia general. Bien abochornados quedamos, desde luego.

 

 

3.- Encendimiento pasajero del rostro.

Lo de la equipación verde que te quiero verde, ideada por algún familiar del Manzanita, es ya de nota, vamos. Lo más cojonudo de todo es que, cuando suelen hacer este tipo de atropellos con nuestra historia, con nuestra idiosincrasia y con nuestra auténtica identidad, utilizan la soplapollez de que es para que se distinga mejor en las retransmisiones de TV. Pues, en esta ocasión, ni eso, que, si no hubiese sido porque a los nuestros se les reconocía fácilmente por su inoperancia supina, lo que es a primera vista, se confundían unos con los otros. Con la Rojiblanca nunca hubo el mayor problema. Inclusive, con la segunda de esta temporada, que es también bonita hasta decir basta, tampoco. Pues nada, el caso es tocar los cojones al personal, y ponerlos la cara de sofoco del color de un semáforo cuando no deben de pasar los vehículos. Qué puto infierno de jornada, por favor.

 

 

4.- Desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta o avergüenza.

Yo sé que en la vida a veces uno no le salen las cosas por más que intente hacerlo todo de la mejor manera posible (soy un especialista en ello, de hecho). También conozco de la existencia de los rivales, a los cuales, obviamente, hay que valorar y considerar en su justa manera cuando hacen las cosas tan bien como las hizo el equipo che el pasado sábado. No todo siempre se centra en nosotros, por más que nos creamos los reyes del mambo (que no lo somos ni por asomo, por cierto). Pero, empezando por el planteamiento de nuestro entrenador (el señor Baraja le metió un bañito de tomo y lomo), continuando por el despropósito incalificable de la alineación, en lo que no entendí nada de lo que quiso hacer don Diego Pablo, para terminar contemplando a un grupo de individuos deambular por el campo como alma en pena, sin fe, sin actitud, sin aptitud, sin intensidad, dejándose llevar vulgarmente teniendo a la desidia por bandera, me da lugar a un estado de enfado, ansiedad y desesperación el cual, por momentos, me cuesta un horror el poder controlar. Y es que, a nuestro Atleti, que le ocurre esto de vez en cuando (muy de vez en cuando, de vez en cuando también, valga la rebuznancia), con verle tan solo eso, los 4 primeros minutos de partido, ya sabes que no está. Y no es cuestión del tempranero gol de turno (que también). Es una mezcla de desesperanza y desasosiego lo que trasmiten cuando están en ese estado, que uno está esperando que acabe cuanto antes para ponerse a hacer cualquier otra cosa que le pueda hacer olvidar lo que anda viendo. Odio los puzles, pero los encuentro apasionantes antes de ver un partido del Atleti así. No me gusta nada hacer la cama (aunque me resulte imprescindible el acostarme en una que esté hecha como Dios manda, cacho perros, eso de no hacerla porque luego al rato la deshaces es una falacia infame), pero sería capaz de hacerla y deshacerla durante los 90 minutos del juego continuamente, antes de seguir viéndolos arrastrarse así. Y lo que más odio de todo, que los que me conocéis bien sabéis que son los lunes, sería capaz de levantarme con una dulce sonrisita, dando gráciles saltitos saludando a todo el mundo que me encuentre camino al metro dándole los buenos días tarareando una dulce canción, que tener que soportar un espectáculo semejante al del pasado sábado. ¿Conclusión? ¿Alguien en la sala que conozca a un puto loquero medio decente, me hacen el favor?

 

 

 

5.- Excusitas.

Y acabamos con unas cuantas excusitas, que tanto nos gustan a los Atléticos, venga, va:

 

  • Es que en sábado, fuera de casa, y en ese horario tan tempranito, no ganamos ni al Trival Valderas de Alcornocón. (Inútiles).
  • Es que llevamos sin disputar un partido de Liga desde el 28 de Agosto, y claro, eso rompe el ritmo a cualquier rival que se precie (Haber peleado mejor el que, el partido del Cerdilla, se disputase el lunes siguiente, que aquí da la impresión de aguantamos cualquier capricho que se precie de quién sea sin rechistar).
  • Es que tenemos tropecientos lesionados. (La vida).
  • Es que no hay centro del campo. (Berreada contra el palco en los próximos partidos por no haber hecho caso al Cholo en sus peticiones).
  • Es que nos falta otro nueve. (Idem a la anterior).
  • Es que Carrasco se nos ha ido a última hora. (mentira, lo de Carrasco se sabía desde Junio, lo que pasa es que esta miserable directiva ha hecho su típica Heitingada, perfecta definición de traspaso de jugador en el último minuto, para embolsarse el dinerito sin gastarse un chavo con la excusa de que no ya no tienen tiempo de reacción, de primero de Gilismo Hijoputismo, vamos, más berridos contra el palco).
  • Nos arbitra Gil Manzano (Ni molestarse que tuvo el hombre. Su partido más plácido de todos. Y la mar de contento que se fue) …

 

En definitiva, un  bochorno todo. Puro bochorno.

 

EL CRACK DEL PARTIDO:

Don Pepe Domingo Castaño. Lo siento, pero es que uno ha crecido escuchándole prácticamente en casi todas las etapas de mi vida, y no puede más que seguir acordándose mucho de él. De pequeñajo, de hecho, hasta me gustaban sus canciones y todo, y recuerdo perfectamente que mi madre me regaló por aquel entonces una camisa de cuadros que tanto puso él de moda con una de sus canciones.

Luego están infinidad de viajes, tardes de paseos en solitario, estancias en hospitales, malos y buenos momentos que siempre pasé oyéndole. Es curioso, porque soy un individuo que odia profundamente la publicidad, especialmente radiofónica. Todos sus anuncios me parecen repelentes, y  tan detestables, que estoy convencido de que el único objetivo real que tienen muchos de ellos es ese precisamente: crearte tal estado de enfado y de malestar, que haga que recuerdes la puta marca que anuncian y te la  grabes a fuego en tu mente. El odio también vende.

 

Él no. El hacía todo lo contrario: hacía de la puñetera publi algo ameno, divertido e, inclusive, hasta original. Mención especial a cómo terminaba sus carruseles antaño, con la melodía de Louis Amstrong,  “What a Wonderful Word” de fondo, a eso ya de las tantas de la noche, mientras resumía la jornada liguera con un fantástico verso que describía a la perfección el devenir de la jornada. Siempre que escuchaba esto, ahí sí, ya sabía que el fin de semana estaba concluido de verdad.

También tengo que agradecerle lo mucho y lo bien que acompañaba a mi madre en sus últimos años, en las que su maldita ceguera hizo que un pequeño transistor fuese su mejor y gran compañía debajo de la almohada de su cama. Ella ahora estará contenta, probablemente ya le amenizará su instancia  en el cielo cuando sintonice Radio Eternidad y escuche su melodiosa voz.

Así que sí, dentro de este fin de semana de mierda que me ha tocado vivir (todo aderezado de un lunes de lo más repelente, también, para no perder la costumbre), mucha de mi tristeza se ha producido al escuchar el domingo a primera hora de la mañana su fallecimiento.

Por otro lado, sé que es un tipo que ha vivido la vida a tope de verdad, y no creo que se haya dejado absolutamente nada por hacer que no le apeteciese hacerlo. En ese aspecto, no pierdo cuidado alguno. Voy a obviar, eso sí, su última etapa de Tiempo de Juego, en la que ese programa otrora dirigido fantásticamente por Paco González, se ha convertido en un nido bochornoso (nunca mejor dicho) de madridistas escocidos, del cual, como no puede ser de otra forma, terminé huyendo despavoridamente. Da igual, Don Pepe. Me dio tanto, que no tengo problema alguno. Mi último purito, no lo dude, será siempre en su honor.

 

 

 

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:

 

 

Quito al chaval de la foto, y acabo antes.

 

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (+ 3 GRADOS).

 

Partíamos de nueve grados el día del Rayo. Tres grados menos, por derrota en partido de obligado cumplimiento, se nos queda en seis. Y bajo 3 grados más por haber encajado 3 o más goles tras palmatori. Se queda la cosa en 3 grados positivos, y gracias.

 

Y mañana, a Italia, Champions. Ojito que el fútbol italiano ya anda hoy en día un escalón por encima del nuestro, y, encima, vamos con 4 jugadores del Madrileño. Tenemos tanto que agradecerte, Gil Marín, que vivo sin vivir en mí. Mira, que paso … “Viste pantalón vaquero, y las camisas, de cuadros” …

 

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