Tengo 48 palos, y cincuenta cumple el Manzanares, primero, el Vicente Calderón, después (da igual el nombre, en este caso, los dos lo dignifican). Considerando que llevo yendo allí desde los 6 añitos, casi se puede decir que mi vida ha ido paralela a la suya. Por eso quiero escribir hoy estas líneas, para contaros lo que ha sido parte de mi existencia ligada a la que, sin lugar a dudas, es mi segundo hogar.
Mi primer partido.
Frente al Valencia, celebrando el título de Liga, allá por el año 1977. Recuerdo la banderita rojiblanca pequeñita que me dieron a la entrada, el llenazo total (de las pocas veces que llenaba en esa época, no se crean) y el 0-3 que nos endiño precisamente el Valencia. De primeras, ya empecé a comprender la mágica idiosincrasia de este Club.
Mis primeros años.
Como diría el Sabina, “con mi mamá (en mi caso) de la mano”. Partidos de domingos a las 16,30 h., de marcadores manuales con nombres de establecimientos que equivalían a los de los equipos que jugaban realmente, de “pipas, caramelos, copas de coñac”, de tener que entrar casi 2 h. antes para pillar sitio, de guardarnos los mismos unos a otros, de empezar a conocernos los que allí nos llamábamos entre nosotros “familia”, de botas de vino, de puros, de sol (ese córner del primer anfiteatro fondo norte es lo que tiene), de viseras realizadas de cartón grises, de banderones por todo el campo (pocos llevaban la rojiblanca puesta en aquella época, excepto un servidor, que de siempre la he portado, me siento muy orgulloso de haber sido uno de los pioneros de ello).
Partidos en los que mis hermanos no me querían llevar (Barsa y Madrid, principalmente, porque había demasiada gente, decían … ¿serán miserables? Para ver al Cádiz sí que no tenía problema). La cantidad de peña que, al llegar al estadio, escalera en mano, subían por la misma para, posteriormente, trepar por los cuadraditos que había hasta llegar arriba para colarse. ¿Vigilancia? Allí no había ni Dios. Una época sencillamente imborrable.
Partidos.
Cualquier derbi que ganásemos, la caza del vikingo en la grada, las movis que habían en casi cualquier parte del campo cada vez que marcaban y alguno quedaba al descubierto, sus previas, la puta cartera de los cojones que siempre terminaba perdiendo en ellos, botellones, alcohol, enfrentamientos con los fuleros en la calle, cargas, alguna que otra buena hostia recibida, una casi detención. Siempre resonando en mi cabeza el estribillo de los Ilegales …”Tiempos nuevos, tiempos salvajes, toma un arma, eso te salvará, levántate y lucha, esta es tu pelea, levántate y lucha, no voy a luchar por ti”. Avalancha en la celebración de un gol de Sabas, todo el fondo que nos pasa por encima. Nos la suda. Ha marcado el Atleti.
El día que le invitamos al puto Cristóbal Soria y su Sevilla a tomarse un Ballantines, suspensión del partido, el desequilibrado mental del Palop haciendo de las suyas, la que se montó. Muy guapa.
El mítico 4-3 al Barsa. Ese partido fui con 2 colegas del Barsa (uno de ellos venido de la ciudad condal y todo). No me fui del campo precisamente porque estaban ellos y no me hubiese parecido un buen comportamiento de anfitrión (siempre les estaré agradecido, si me pierdo eso me tiro al río al día siguiente). Y sí, tampoco me fui en el 0-6, uno de los días que me fui llorando a casa en el metro completamente hundido, desamparado.
Otro mítico, la remontada al Betis. 1-3 nos ganaban en la segunda parte. Dos golazos de Arteche en los últimos 5 minutos terminan volteando el partido. Él bravísimo Artechenbauer sale en camilla. Llueve a mares. El Calderón, a tope de aluminosis. Nuestro cemento, que termina por ceder y nos caemos por los botes en la celebración del cuarto gol. Por cierto, también contra el Betis, el partido del primer año en segunda. Jamás he visto en el Calderón un ambiente igual, ni un tifo tan sumamente bestial. No lo olvidaré nunca.
De los más tristes, la final de la Intertontos contra el Vila-Real en el Calderón. Recuerdo que lo ví con Rafita. Ni eso logramos conseguir en aquella época tan negra. Putos penaltis (fallamos uno al final del partido que nos hubiese dado el “título” – por decir algo de eso, claro-) …
El debut del Niño frente al Leganés. Teníamos tantas ganas de agarrarnos a algo en esos tiempos de Segunda, que fue un auténtico vuelco al corazón su debut, con Don Luis Aragonés en el banquillo.
Un partido contra el Depor. Uno de Liga. Uno lamentable. Otro más. Uno en el que, seguramente, iríamos palmando. Uno en mitad de una temporada, en medio de la nada. Uno en el que estábamos tan hastiados de todo y de todos, que nos dio por cantar el himno a todo trapo en la grada. Y de ahí, hasta la fecha …
Un partido frente al Espanyol, que íbamos palmando y logramos remontar con 9 jugadores. Creo que era de la época de Forlán y el Kun.
Contra el Valencia, la puta imagen del imbécil integral del Leandro imitando al perrito meando hacia el Fondo Sur. Lo que hubiese dado porque me hubiese pillado en esa zona del campo aquel día …
Frente a Osasuna tengo 2. Uno bueno, cuando falló un penalti Fernando Torres faltando apenas 5 minutos de juego (íbamos empatados, por cierto, creo que al final ganamos y todo) y todo el estadio se puso a corear su nombre. Daba igual el resultado. En negativo, el partidito que se marcaron los lindos muchachitos el día del Centenario. Uno, que fue voluntario llevando la banderola desde Atocha hasta el Calderón, que disfrutó de lo lindo de dicha celebración, no fue capaz ni de quedarse al final de los juegos artificiales del cabreo que tenía encima.
El festejo del lunes posterior al día del doblete frente al Albacete. Después de haber estado todo el domingo de fiesta, y después de haberme quedado flipado viendo en directo a mi Sabina y su “Pongamos que hablo, del Atleti, del Atleti de Madrid”, recuerdo el fin del día tirado en el césped del Calderón completamente extasiado y viendo la brutal tirada de fuegos artificiales, cómo retumbaba en el campo que, por momentos, parecía que se iba a hundir completamente (de hecho, hubo denuncias de los vecinos por la brutalidad de los mismos, no me extraña).
El partido del Zaragoza de la rotura de vallas debido al infausto arbitraje del malnacido de Álvarez Margüenda. La cera que dio esa gente, y la señora con los zapatos en la mano, descalza, andando por el césped en busca del árbitro. Como para olvidarla.
El Madrileño.
Recuerdos de domingos por la mañana, de los bancos de madera, de los míticos yayo-ultras que iban a dichos partidos, de ver a cantidad de jugadores que llegaron al primer equipo, de vermuthito después en Marqués de Vadillo. Guardo con tanto o más cariño si cabe sus partidos tanto como los del primer equipo.
Uno frente a Las Palmas sencillamente épico. Estábamos en 2ª, obviamente. Los canarios venían como líderes intratables. Y así lo demostraron marchándose al descanso ganando 1-3. Sin embargo, una segunda parte sencillamente maravillosa del Madrileño, comandado por el jugador que más me ha ilusionado en la historia de este Club (aunque luego se quedó en nada, una pena), el paraguayo González, hizo que diésemos la vuelta al partido y acabásemos el mismo con un espectacular 7-3 a nuestro favor (hat-trick del rojiguayo incluido). ¡Qué partido!
Esos derbis frente al Castilla. En uno, mediada la segunda parte, tuvimos una visita inesperada en el fondo: una manada de Ultra-Full apareció por sorpresa. El factor sorpresa causa su efecto y mucha peña echa a correr. Sin embargo, yo estaba con mi colega el Rezzetas, y me dijo que permaneciese quieto con él, y que metiese la mano en el bolsillo simulando como si llevase algo. A continuación, uno de los antiguos líderes del grupo que nos ve y les dice al resto: “estos 2 al menos han tenido dos cojones y se han quedado, dejadles en paz”. Y así fue. Si sois fans de las pelis del Padrino, recordad la escena en la que Michael va a ver a su viejo en el hospital y descubre que está solo, no hay ni el tato en el hospi, a lo que aparece el hijo del pastelero para hacerle también una visita, y Michael le comenta que se quede en la puerta con él, y que se meta la mano en la solapa simulando que tiene una pistola. Michael era el Rezzetas, y yo el tembloroso pastelero.
Partidos europeos.
El Calderón siempre tiene un ambiente especial en este tipo de encuentros. Mítico aquel 3-0 al Manchester, con los dos golazos finales de Paolo Jorge Dos Santos Futre (el tifo de bengalas y botes de humo de aquel día, sencillamente inigualable). Otro partido frente al Brujas, que nos eliminaron al final en la vuelta, y que en la ida, en el Fondo Norte, la gentuza de seguidores que tiene ese equipo quemaron una bufanda que tiró un chavalito del Atleti para intercambiarla con alguien. La que se montó al final, dándonos de hostias todo Dios cuando salían, teniendo los barrotes en medio que separaban ambos sectores, no tiene precio. Y, reitero, era el fondo norte. No quiero llegar a pensar lo que hubiese pasado en otra zona del campo.
Aunque para ambiente chungo, el que hubo el día de la Real Sociedad en la UEFA, cuando pasó lo del Zabaleta. Hacía un día gélido en Madrid, cierto, pero toda la peña iba en especial estado de alerta con sus caras tapadas. Se veía que algo gordo iba a pasar, como así, por desgracia, acabó ocurriendo. Era época de mucho azote terrorista en Madrid, y andábamos todos muy sensibilizados con el tema. Por decir algo a nivel deportivo, destacar también el golazo de Jugovic de chilena.
Pero el partido que más se me quedó grabado es el del Sion. No sé. Una sobredosis de peyote no creo que afecte tanto. Psicodelia en su más puro estado. Sentándome aún contemplo como, habiendo sacado nosotros de centro, una cesión de Marina hacia Pereira se convierte en una vaselina imposible que entra en nuestra portería sin remisión. Los pobrecitos del Sion no sabían ni cómo celebrarlo, porque ni siquiera habían tocado el balón. ¿A quién coño abrazaban? Pues bien, este equipo de electricistas, fontaneros y demás oficios de pornostars, al cuarto de hora ya nos iban ganando la friolera de 0-3. Mi hermano llegó tarde aquel día al campo (sobre el minuto 17 o por ahí) y cuando me vio me dijo: “¿Qué le pasa al marcador? Está estropeado, ¿No?”. “No, Manolo, no. No está estropeado. Vamos así” – le contesté-. No sé si articulamos ya más palabra alguna en toda la noche. 2-3 palmamos al final, y, creo recordar, el Hugo Tarugo Sánchez falló también un penalti y todo. Brutal hasta decir basta.
Jugadores.
Ufff … Imposible citar a todos los buenos que he visto: la electricidad de Futre, la majestuosidad de Schuster, Bosanova Dirceu, la magia de Kiko, la técnica de Alemao, el brutal Falcao, el gran Forlán, la sonrisa de Luis Pereira, Artechenbauer … Me voy a quedar con dos: el mago Leivinha (mi auténtico favorito de todos), y Don Juan José Rubio, el tímido del Atlético de Madrid, ídolo de juventud ya que jugaba en el mismo puesto por el que yo deambulaba por el campo. Capaz de regatear a 3 tíos en una baldosa, llevando siempre el balón pegado a sus botas (solo a Paolo Jorge Dos Santos Futre le he visto conducir así el balón), y un auténtico especialista en provocar (no confundir con tirarse, no lo hacía nunca, de hecho) penaltis. Añádanle que fue el crack que me dio mi insignia de plata en el Calderón (otro momentazo inolvidable). Un sueño hecho realidad.
Gol.
Mogollón de goles. De eso consiste este rollo. En el Calderón suenan a música celestial. Son mucho más bonitos con las mallas de las porterías en rojiblanco, y puestas en forma de cuadrado. Dónde va a parar. Pero, fíjense ustedes, me voy a quedar con uno, que vi al “señor” Hugo Tarugo Sánchez frente al Oviedo, en un desangelado partido de Copa. Lo consiguió de chilena, sí … ¡¡pero desde el centro del campo!!, viendo la posición adelantada del guardameta visitante. Bueno, sí. Y con el de Vieri frente al Panathinaikos. Desde casi la esquina, de un toque, anticipándose al portero que parecía que tenía la situación controlada, sin ángulo ninguno … Maravilloso es poco.
Ubicaciones.
Pues sí. Puedo decir sin miedo ninguno que me he recorrido el Calderón de fondo norte a sur, pasando por laterales, grada y tribunas, y en todas partes he visto el fútbol estupendamente. Mi sitio favorito es el Primer Anfiteatro, Fondo Norte, a la altura del córner … por ella. Sencillamente por ella.
Frente Atlético.
No se puede hablar del Calderón sin mentar al Frente Atlético. El auténtico corazón del estadio. Hubo un antes y un después en todo lo relacionado a este Club desde el momento de su existencia. Tuve, eso sí, que negociar con mi madre mi pertenencia al grupo (a ella no le hacía nada de gracia el tema). Al final llegamos al acuerdo de que yo podía ser miembro del Frente a condición de que en el Calderón siguiésemos estando siempre juntos. Y así lo cumplí hasta incluso cuando ya no podía ir (aunque haya visto muchos partidos también en el Fondo Sur después). Y me dejó total libertad para realizar los viajes con ellos, así que salí ganando y mucho con el trato. Porque gracias a dejarme la espalda en esos autobuses de Dios recorriendo toda España he conocido a la gente que ahora es mi amiga del alma. Fui de los fundadores de los Devils, estuve también con los Red Star, disfruté como un enano con los viajes de la Vieri … Las cosas del Frente merecían no un post, sino un libro entero aparte. Quizás, algún día …
Conciertos.
También, gracias a nuestro templo, guardaré hasta el día en que me muera el conciertazo de Pink Floyd en el Calderón. La imagen del cerdo sobrevolando el cielo de nuestro estadio de lado a lado, con sus ojos iluminados, imposible de olvidar. ¡Qué noche tan mágica!
Así que nada. Aquí queda mi ladrillo-homenaje al Calderón. Darle las gracias de todo corazón a Don Vicente, por construir una casa con los Atléticos y para los Atléticos. Cualquier parecido con la realidad actual, es pura coincidencia.