9 de mayo de 2022

Atleti 1 - Ciervos 0. Maneras de vivir.

Está claro que en esta vida cada uno se toma las cosas como marca su personalidad en realidad. Mientras unos celebramos el Campeonato Liguero animando a nuestro equipo desde fuera de un campo sin público, sin necesidad alguna de obligar a compartir ni de humillar a nadie haciéndoles participes de nuestra alegría, otros, que se creen que tienen tanto, poseen tan poco que ni les vale meterse en una misma semana en una final de Champions y ganar una Liga. No es suficiente. Nunca es suficiente. Tienes que ser copartícipe necesario de su soberbia, de su puta vanidad y reverenciarles hasta la saciedad. No pueden entender que los colchoneros tengamos personalidad propia (buena, mala, pero nuestra, al fin y al cabo) y que pasamos de hacer cosas que no deseamos ni que nos las hagan a nosotros mismos, como para hacérselas a los demás (y menos aún, a ellos). Y por supuesto, añadan el beneplácito de la prensa más putrefacta y nauseabunda que se van superando cada día más, para meternos toda la presión del mundo habida y por haber. Pero, por una vez y sin que sirva de precedente, sobrevivimos, no cedimos a tan hostil entorno y aguantamos de pie. Ni un paso atrás. Maneras de vivir.

 

 

 

 

Está claro. Ellos se pueden permitir sacar un equipo como el de ayer, que más parecía el B o el C, para así, tener excusa ante cualquier contingencia que surja. Si palman, es que nos han querido regalar la Champions, como buen “Hermano” que dicen ser. Si empatan o ganan, el ridículo y la humillación ya hubiese sido elevada hacia la máxima expresión. Y ojo, hay que reconocerles, que necesitan poco, muy poco, para hacerte daño y apuñalarte sin piedad. Las tres últimas eliminatorias de Champions que disputaron los de los Jardines de Versalles en el culo así lo atestiguan. Dicho esto, a nosotros, por el contrario, nos cuesta un mundo, sudores y lágrimas conseguir algo. Hasta algo tan sencillo como debió de ser nuestra victoria ayer. Por ocasiones, por juego, por gallardía, por orgullo, por dignidad, máxime tras el ridículo presenciado en Bilbao hace una semana, debimos de ganar por más, mucho más. Pero bueno, somos así. Tendremos que quedarnos con esto. Maneras de vivir.

 

De todas formas, en este tipo de encuentros, cualquier tiempo pasado fue mejor. Mucho mejor. Infinitamente, vamos. Ayer en los alrededores apenas se respiraba ambiente de derbi, la verdad. Puede que sea una mezcla de cansancio, asqueamiento al rival, que llega hasta a exasperar hasta tal punto de que, el que antaño esperábamos como nuestro partido del año de verdad, ahora es como una especie de pesadilla, de mal sueño, del que queremos despertar y pasar cuanto antes de él. ¿Hace cuánto no hacemos un desplazamiento en condiciones al Cuerna? ¿La panchitada de ayer que vimos con camisetas blancas por los alrededores son los herederos de los desplazados a nuestro templo? Entre árbitros, prensa (especialmente éstos, desde luego, cáncer de cánceres), precios desorbitados, y hastío general que nos produce el rival, esto ya no es un derbi como los que vivíamos en el callejón, la bodeguita o el parquecito. Ni se le parece, vamos. Privilegiados somos los que vivimos todo aquello. Maneras de vivir.

 

Bueno. Yo al menos acabé con la garganta rota, sufrí como si no hubiese un mañana, y disfruté y ando hoy aún disfrutando de la victoria, en este “maldito” partido. Porque en realidad, la fiesta es el Atlético de Madrid. Y como encima, estamos contra todo y contra todos, ese espíritu de rebeldía rojiblanco debe de ser, por y para siempre, nuestras auténticas señas de identidad. Porque aunque ellos nos digan que lo de ayer no lo debemos de celebrar, yo me pregunto. ¿Quiénes son ellos para decirnos si debemos celebrar o no celebrar algo? Dichosos mequetrefes engreídos. Vivan y dejen vivir. O, mejor aún, muéranse directamente. Este mundo será mucho más limpio, puro, sano y mejor. Maneras de vivir.

 

Árbitro, la hora. Yo no sé ustedes, pero servidora anda en la reserva total (y llevo ya tiempo, ojito). Hoy es un lunes caluroso, seco, resacoso, telarañoso, a la par que asqueroso. ¿Cuándo no lo es? Pero sí. Los pasamos por la piedra. ¿Suplentes, titulares, a mi qué coño me cuentan, pesados? Hasta nunca, “vecinos”. Maneras de vivir.

 

 

EL CRACK DEL PARTIDO:

El equipo. A veces se  espesa, otras parece plano, algunas se encierra en exceso, necesitamos mil y una ocasiones para conseguir un triste gol, pero ayer, al menos, demostraron gallardía, personalidad, ganas de hacer bien las cosas, de decir basta ya, y de que volvamos a creer los más incrédulos en lo que somos en realidad. Dicho esto, vaya añito, señores. Vaya añito.

 

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:

Lo del dorsal número ocho no es normal. Ni que se corte el pelo, ni que se haga hippie, ni que se ponga trenzas, ni que parezca un mamarracho zarrapastroso, ni que fiche por Mango, ni que se afeite, ni que se ponga pendientes. El hombre lo intenta. Claro, solo faltaba. Pero buena parte de la encrucijada en la que nos hemos metido en esta temporada ha sido su prácticamente nula aportación. Está claro. En la mayor de las ocasiones, segundas partes nunca han sido buenas.

 

ÁRBITRO: Soto Grado.

El penalti lo pitó el VAR. A mi me pilló en el otro fondo, con lo cual vi entre poco y nada. Por todo lo demás, a mi me parece un arbitraje correcto (reitero, no he visto nada por televisión, me comentan por ahí que merecimos 345 mil amarillas y blablablá, berea el cervatillo sin cesar).

 

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (- 7 GRADOS).

 

El bochorno de Bilbao lo doy ya por cotidiano, asumible, con lo que el Termómetro pasa cantidad del tema, y, subimos 3 grados por el tema del derbi, porque, y aunque debería de ser de “obligado cumplimiento”, como bien me comentaba ayer Don Rubio, dichos puntos valen su peso en oro en nuestra clasificación para la próxima edición de la Champions League, así que, buenos sean.

 

Y el miércoles, a certificar el tema en Elche, el cual, imagino, se andará jugando la vida. Veremos a ver qué versión le da por dar a la muchachada si la orgullosa y valiente de ayer, o la apática y descafeinada que, en demasiadas ocasiones, hemos contemplado en este campeonato liguero que jamás se acaba. “Que se enteren los vikingos, quién manda en la Capital”.

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