19 de octubre de 2022

Atleti 1 - Rayo 1. La misma historia de siempre.

Sinceramente, me empieza dar un poco de pereza escribiros siempre lo mismo. Voy a conseguir aburriros a los cuatro gatos que me seguís, pero es que ya no se me ocurren muchas más formas de darle la vuelta a la tortilla sin que parezca siempre al final lo mismo: una tortilla (preferiblemente sin cebolla, aunque si la lleva, jamás la haré ascos tampoco).

 

De primeras, muy buena parte del Atlético, que no pasó apuros apenas, dominó con más o menos insistencia, sí, pero sin pasar apenas complicaciones, a los 20 minutos se adelantó en el marcador, fruto de esa ambición, de ese querer presionar arriba, de ese tener las líneas adelantadas, de esas ganas de Diosito Grizzi, y del oportunismo del, os guste o no, único delantero que tiene gol de verdad, junto con Correa, de este equipo, que es Don Álvaro.

 

Después, vino la enésima lesión de Lemar (que tampoco es ya noticia alguna) y salió Carrasco, que se ha convertido esta temporada en el ser detestable que tanto me indicaba mi Hermano Don Rubio antaño: “la Carrasca”. Su partido de ayer, sencillamente incalificable.

 

Por cierto, hoy ando generoso: pago un mini de cerveza al que recuerde un disparo entre los tres palos al bueno de Kondogbia (que a mi me gusta un montón, ojo, pero lo de sus chuts a “portería”, que será en realidad a la de la puerta de su chabolo, imagino) es digno de estudio. Fenómeno paranormal donde los haya.

 

Segunda parte, y ya la historia de siempre. El equipo recula y recula sin cesar. Es imposible salir a la contra, porque no hay nadie en punta que pueda recoger algún balón para poder construirla, las pocas que tenemos, las desaprovechamos (especialmente empieza a ser preocupante lo de Cunha, que cada día que pasa tiene menos gol). Los cambios del Cholo son desastrosos (porque desastrosa fue la salida de Witsel del centro del campo), el rival se crece, sale un Camello que realizó una segunda parte estupenda, los nervios empiezan a florecer, los árbitros escudriñan todo lo que pueden y más por sumarse a la puta fiesta, y al final, una mano de Giménez que de toda la puta vida ha sido involuntaria, se transforma en un penalti en el minuto 90, y empate que te crio.

 

Me aburre ya todo este asunto. El Atleti recuerda que sabe atacar en ya los minutos de prolongación, le hacen un penalti clamoroso que no vamos a ver repetido en ningún lado ni, por supuesto, el VAR mandó revisar, no sea que, sobre Reinildo … Y ya está. Volvemos a la dejadez, a la  tontería esta del “unocerismo” mal enfocada, a la desesperación, a los cabreos, y a llegar casi a la 1 de la madrugada después de un interminable viaje de vuelta, que creo recordar que me resultó más corto el que hice con mi Hermano Portu en furgo desde Ferrol, años ha, que el que realicé ayer con el Sr. Marqués del Lucero (muchas gracias de todas formas, Hermano) and company. ¿Y qué queréis que os diga? Pues eso. La historia de siempre.

 

EL CRACK DEL PARTIDO:

Diosito Grizzi, por supuesto. Más no se le puede pedir al pibe. Y ya de fobias y filias hablamos otro día.

 

LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:

La señorita Carrasca, como siga en este plan, que se vuelva a China, a Sebastopol o a Leningrado, me la suda cantidad. Aire de aquí.

 

ÁRBITRO:

Iglesias Villanueva. En la línea asquerosa y miserable que nos está tocando padecer esta, me da que, interminable temporada. Todo correcto. Buen trabajo, si señor.

 

 

EL RINCÓN DE DÓN ÁLVARO

 

MAL NECESARIO

CHICHARRITOS A GO-GÓ

COMPETICIÓN QUE DIGNIFICAMOS

Cádiz

1

Trofero Carranza

Getafe

2

Teba's Party

Paleto-Real

0

Teba's Party

Bualensia

0

Teba's Party

Cabestros

1

Teba's Party

Canasteros

0

Unión Europea para Fastidiar al ATM

Portugueses

0

Teba's Party

Aparcacoches Desdentaos

1

Teba's Party

Trabajadores anónimos

1

Teba's Party

 

Total chicharritos: 6

 

 

 

 

 

 

Sigo diciendo que esta apuesta la gano. E imploro, suplico y necesito que le deje el Sr. Simeone le deje jugar un puto partido entero de una santa vez. Me parece muy bien que lo cambie cuando no consigue batir la portería y se le ve como a un patán descerebrado por el campo, pero quitar a un nueve cuando moja, es un pecado mortal. Esta gente vive de momentos, de sensaciones y de rachas, y sustituirle cuando tiene la vena encendida es perder tiempo, dinero y categoría, cojones ya.

 

TERMÓMETRO ROJIBLANCO (0 GRADOS).

 

Poco dura la alegría en casa del pobre, macho. Por supuesto, bajada de dos grados, y al que no le guste, se suba y pedalee, hombre. Que tenía que bajar 15, lo menos. ¡Ni una sola palabra quiero oír! ¡Ni una sola!

 

No quiero despedir esta full de cronicucha del orto con algo que sucedió ayer en el sector que ocupo en el campo del Metropolitano con un Hermano mío. Vamos a ver, otra cosa no, pero llevo casi 48 años yendo al fútbol al Calderón, al puto Páramo éste, y bastantes campos de España y algún que otro europeo por ahí, y ayer lo que me tocó vivir fue algo sin precedentes en mi ya longeva experiencia como bufandero descerebrado que bien soy y represento.

 

En mis inicios del Calderón, cuando iba con mi mamá de la mano, empecé a darme cuenta de los compañeros de grada que tuve en aquella época. Una gente adorable, super Atlética, maravillosa, que, en aquellos tiempos de cemento lleno de aluminosis, nos guardábamos los sitios los unos a los otros, bufandas extendidas sobre los asientos, y que cada uno vivíamos el rollo este del fútbol como Dios nos ha dado a entender, con nuestro carácter, nuestra forma de ser, nuestras manías, y nuestra particular idiosincrasia. Recuerdo, por ejemplo, al ínclito Mariano, “el de la rodilla” (le llamábamos así porque tenía una extraña postura a la hora de ver los encuentros, siempre sujetándose una rodilla con las dos manos y manteniéndola en vilo, la leche, la Toñi). Recuerdo que este hombre siempre iba con sus dos hijos (creo que venían o de un pueblo de Toledo o de uno de Cuenca, daba igual, no fallaban nunca), que llevaban unos banderones del Atleti con el escudo bordado y con los palos de aluminio (¿se imaginan ahora?) sencillamente esplendorosos, imperiales, relucientes, la envidia del Calderón. Bien. Este hombre era muy nervioso de por sí, y vivía a nuestro Atleti a su manera, con una especial inquina hacia mi adorable Landáburu, que le ponía enfermo, no lo podía evitar. “¡Qué malo eres, Landáburu!”. “¡No te tienes que morir nunca, te tenemos que matar!”. “¡Verte jugar al fútbol es perder tiempo, dinero y categoría!” Y así un partido, y otro, y otro. Daba igual. Nos reíamos mucho con él, y era un Atlético único y genuino. Un pura sangre Atlético.

 

También, por otro lado, había una pareja de viejetes entrañables, que mi madre y yo les conocíamos por el “gafas negras y su mujer”. Éstos, a los cuales queríamos y nos querían con locura, eran con los que más me explotaba de la risa. ¿Qué el Atleti perdía 0-5? Culpa del Sr. Plaza. ¿Qué el Atleti fallaba un penalti? Culpa del Sr. Plaza. ¿Qué ese día llovía, hacía un calor infernal o el partido era un coñazo sumun? Culpa del Sr. Plaza. ¿Qué nos robaban miserablemente encuentro sí, partido también? Culpa del Sr. Plaza (y aquí sí que tenían razón de verdad).

 

Teníamos más gente por ahí. El “Sin voz” (el Padrino surruraba allá en el fondo), el “Cotorruelo” (este vociferaba de tal forma que cada vez que alzaba la voz, parecía un huracán que había venido de más allá de Miami, volaban hasta las gorras que llevábamos puestas o las viseras de cartón), el “Mexicano” (con su inefable bigote a lo Pancho Villa), el “de la bota” (un hombre afable y encantador de verdad, siempre con su bota de vino fresquita ofreciéndola al personal, especialmente en los goles del Atleti). ¡Qué queréis que os diga! Bajo mi punto de vista, los años más maravillosos de mi vida (y mira que con el Frente he disfrutado lo imaginable e inimaginable). En el fondo, todos nos entendíamos, todos nos respetábamos, todos amábamos al Atleti, y cada uno lo demostraba a su gusto y disfrute según su particular forma de ser.

 

 

 

Luego ya he tenido muchos más compañer@s de grada. Recuerdo en otra época ya más avanzada, una señora que me ponía enfermo porque, cada vez que perdíamos el balón, decía insistentemente una y otra vez …”¡ACHUCHA! ¡ACHUCHA! ¡ACHUCHA!”, indicándole a nuestros jugadores (David, Rafita, ¿os acordáis?). No pasaba nada, salía con la cabeza como un bombo, pero era su forma de vivir el partido, y punto. Se la respeta como a la que más.

 

Yo mismo, pues no suelo parar de animar y vociferar todo lo que puedo, aún a mis 54 palos ya cumplidos, porque sigo sin encontrar otra forma más válida para poder aguantar la puta presión y nervios que tengo cada vez que sigo viendo a este condenado equipo. Pero ni Dios nunca me ha dicho nada tampoco, más bien al contrario, tengo el respeto de mucha gente de los diferentes vecinos de grada que siempre me han “soportado estoicamente”.

 

Sin embargo, hete aquí que ayer, a mi hermano Ralph, que vive el fútbol tal y como vive la vida, porque, sencillamente, él es así: apasionado, visceral, descontrolado, pero super enamorado del Atleti, hubo un tipo, del cual, por cierto, ya recuerdo alguna que otra movida anterior cuando el rollo de la pandemia, (porque yo no llevaba el bozal puesto -lo siento, yo animo, oiga, no tengo por qué llevarlo, le contesté un día ante su mirada despectiva-, o porque alguno que otro había fumando a su lado, producto de la puta tensión que siempre provoca este equipo de nuestras entretelas), le espetó a que se sentara y dejara de “vociferar” porque “le estaban explotando los tímpanos”. Virgen del amor hermoso, y en lo que estamos convirtiendo este estadio. Me da un asco y una repugnancia todo esto, que es para pensárselo volver a entrar a este puto estercolero, pero de verdad.

 

Agradezco de todo corazón la respetuosa reacción de mi Hermano. Primero, y principal, porque su carácter le impide ser así muy raramente. Segundo, por el respeto que tenía al hijo del interfecto en cuestión, que nos miraba entre acojonado e incrédulo cuando le decíamos a su querido padre que no llevaba ninguna razón, que si no le gusta vivir una grada, que se vaya a un palco, y que, en todo caso, cuál es el decibelio máximo permitido o por permitir. Y tercero, por el respeto que me demostró personalmente, porque sabía que estaba en “mi zona”, y no quería causarme ningún perjuicio añadido al asunto, y se fue del asiento que ocupaba.

 

Por supuesto, la segunda parte nos fuimos a tomar por culo de allí (a un Hermano jamás se le deja solo, David y yo lo teníamos claro). Nada más decirte que puede que esa fuese “mi zona” actual, Señor Patriota, pero jamás serán “Mi Familia”, como cuando en aquellos tiempos de fútbol a las 16,30 un domingo cualquiera, iba con mi mamá de la mano al primer anfiteatro, fondo norte, córner, del Calderón. O como en mis viajes con el FA. Y es que, mal que nos pese, se sigue demostrando día a día que, cualquier tiempo pasado, fue mejor. Deseando volver a compartir grada contigo, Don Ralph “Somos los Ultras del Atleti, nadie nos puede parar”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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