120 años ya, de los cuales, en casi ya 55 me siento parte de ti desde el momento en que nací hasta este instante. Porque cuando se nace directamente colchonero hasta las trancas, no logra concebir uno su vida de otra forma que la de sentirse partícipe en todo momento del hecho de ser Atlético. Alrededor de esto, luego van pasando cosas a lo largo de tu existencia que rodean a este sentimiento. Unos se casan, otros tienen hijos, algunos perdemos seres ya demasiado queridos (¿Qué pasa, mami?), se superan enfermedades, se trabaja, se estudia, se coge uno su primera borrachera, echa su primer polvo, nos vamos haciendo más mayores, más gruñones, más simpáticos (no es mi caso), más sociales, más antisociales. Cada uno de nuestro padre y de nuestra madre, sí, pero con un nexo que nos une a todos como si fuese un pegamento al alma, como si perteneciésemos a una secta algo endiabladamente perdida. Todo gira alrededor de ti. Porque a los Atléticos no nos importa ganar, perder, empatar. Lo que nos mata, nos da la vida, es vivir. Y para nosotros, la vida es eso: Atleti. 120 años de vida, 120 de Atleti. Y que sean por muchos más.
El Atleti se presentó ayer en el Metropolitano con la nueva camiseta sacada conmemorativa a tal efecto. Y, cuando se hacen bien las cosas, pues se dice, y sin ningún problema. La camiseta es una chulada total, gana mucho más viéndola de cerca que en fotos, y, teniendo en cuenta que la percha que portaba el individuo que la llevaba, no es que sea la más apolínea y apuesta precisamente (cuánto le quiero, Señor Rojo), implica directamente que han realizado un fenomenal trabajo en el diseño y confección de la misma. No es tan difícil contentarnos a los Atléticos, señores de Nike. De verdad que no.
Enfrente, un Mallorca, sin ya la presión del descenso amenazante, pero que es una escuadra complicada, correosa dónde las hayan y que no se arrugan ante nada ni nadie. No cabe duda, tienen el sello impregnado de su magnífico entrenador, Don Javier Aguirre. Y que nos llevaban mojando la oreja 2 partidos consecutivos. Día de fiesta, ambiente de yupilandia, vuelven las bajas colchoneras a arrasar al equipo … Más peligro tenía la jornada que un nublao, vamos. Y a fe que empezó la cosa chunga. Los ensaimadas que se sabían la lección de carrerilla, frente a un Atleti que no tenía muy claro como ir saliendo del atolladero. Las galopadas del infatigable Carrasco o bien terminaban en su típica definición a ninguna parte, o en alguna asistencia a algún compi que pasara por allí sin tampoco gran acierto final. Así le pasó a Diosito Gizzi en el minuto 14, por ejemplo. O a Don Álvaro dos minutos más tarde.
Llega el minuto 20, y el dolor de muelas se agudiza. Córner que saca el Mallorca, el balón se pasea por el área como el Sr. Patrón por El Despacho, y un tal Nastasic (tiene más nombre de tenista que de futbolero, la verdad) remacha más solo que la una en el segundo palo el balón a la red. “Y es que, ya sabía yo que” … Cabeceaba sin cesar desde el fondo Sur en compañía de mi inefable Capo, el que esto os balbucea compulsivamente.
A partir de ese instante, exhibición defensiva de los de Aguirre, que no había forma de meterle mano, y el Atleti que lo empezaba a intentar desde fuera del área, como Lemar, en el minuto 32, pero Rajkovic (que no atajaba una, dicho sea de paso) repelió su violento disparo de su portería como si de un propio poste se tratase.
En el minuto 40, sin embargo, se abrió el cielo. Todos los presentes nos mirábamos sorprendidos, alucinados, bienhallados. Nos abrazábamos los unos a los otros. “Pero, ¿de verdad es cierto?” (exclamábamos unos). “¿Qué es lo que ha pitado exactamente?”, decían los más jóvenes, ante el desconocimiento de dicho fenómeno. Pues sí. Como lo oyen. Penalti a favor del Atleti. No podía ser real. En serio que no. Y así fue. Penalti al limbo de nuevo finalmente, claro. La grada lo comprendió a la perfección. Preferimos que no nos piten la pena máxima a nuestro favor, ante la posibilidad también real manifiesta de la que terminemos errando de nuevo como acostumbramos. Todos contentos, pues. Muchas gracias, Señor árbitro, por su excelsa comprensión.
Ya nos marchábamos resignados al descanso, cuando, sin embargo, De Paul se aprovecha de un rechace desde dentro del área para conseguir meter el balón entre los tres palos y anotar el tanto del empate. ¡Albricias, un remate a puerta entre los tres palos! ¡Dios mío!, ¿Tan difícil es? Con este empate clave llegamos al descanso.
Nada más comenzar la segunda parte, un fantástico pase de Nahuel Molina, creo recordar, sobre Don Álvaro, y este remachó de forma magistral de cabeza cambiando el balón de palo. La fiesta, ahora sí, había comenzado.
Cambian las tornas, y es ahora el Mallorca el que empieza a achuchar de lo lindo, y se vuelca sobre nuestra portería. Craso error, máxime en un día en que cumplíamos 120 años. En homenaje a Merkel, Marcel Domingo, Luis Aragonés, Ivic, a nuestra historia, a nuestra idiosincrasia, llegó uno de los sellos de oro de este fantástico día. Una de nuestras mayores identidades puesta en práctica: el contragolpe. Griezmann da un maravilloso pase hacia Carrasco, al primer toque. El belga recorre todo el campo en solitario, se va en velocidad de sus perseguidores, se planta ante el portero, amaga el disparo a la par que realiza un delicioso regate sobre el mismo, apura un poco más hacia la portería y consigue un tanto, sencillamente, de bandera. ¡Qué bello es vivir! 3-1 en el marcador, que, a la postre, fue definitivo.
Deportivamente, nada más que añadir. Estupenda victoria de un equipo que sigue confirmando que cree en lo que hace, sabe hacerlo y no suele morir en el intento.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Dice la leyenda que Don Adelardo Rodríguez levantó como capitán del Atleti nuestra Copa Intercontinental, que Don Armando Ufarte era una flecha por banda, y fiel escudero de Don Luis Aragonés en su etapa de entrenador. Que Ovejero se cargó una portería de la Romareda ante la furia que desbordaba, que a Leal se le distinguía siempre por su depurada técnica y su eterno vendaje en su brazo izquierdo, que el Cacho Heredia jugador depuraba clase con técnica, y que como entrenador me hizo disfrutar de la remontada más épica jamás contada, frente a un Barcelona de ensueño, con un Calderón lluvioso, tras un 0-3 en el marcador tras el descanso.
También comentan los más viejos del lugar que Bermejo apuntaba alto, pero se nos quedó finalmente en joyita, que Don Luiz Pereira jugaba con una sonrisa inequívoca, acojonando a propios y extraños por su forma de sacar el balón jugado desde atrás, inefable collar verde en el cuello y rodillas juntas a la hora de correr con el balón en el campo. Qué decir de Don Juan José Rubio, el tímido del Atlético de Madrid, ídolo de la infancia, capaz de regatear en una sola baldosa a tres rivales sin despeinarse siquiera. Cómo no hablar del poderío físico del pibe Ruiz, un central de los de antes, de la velocidad innata de Pedro Pablo, la elengancia y el porte de Don Pepe Navarro, las diabluras del querubín Pedraza, el récord de imbatibilidad de Abel, de cómo mordía y qué velocidad tenía “muy bien Tomás”, de la lentilla de Carlitos Aguilera, o ese gol que nos dio una liga al “equivocarse” al rematar sobre nuestra portería como rival estando en el Tenerife y que nos dio buena parte del Dobleti. Del oportunismo de “Manolo Pichichi, Hierro subnormal”, la alegría que transmitía Solozábal, del escudero más fiel que te podías echar a la espalda con Don Juan Vízcaino.
Algunos otros aseguran que jamás vieron a nadie en el mundo lanzar un córner o una falta como Milinko Pantic. No se puede olvidar el gol de Roberto Fresnedoso en el Camp Nou, que parece que solo cuenta el jugadón de Don José Luis Pérez Caminero, “más cojones que el Caballo de Espartero”. De la sencillez mezclada con sentimiento de Santi, de ese maldito penalti fallado por “Juan Eduardo, mete un gol” en Champions, cómo no.
Los más sentimentales recuerdan que ningún jugador triunfó fuera de nuestra casa tanto como nuestro Niño Fernando Torres, que se marchó, si, pero fue como si no se hubiese ido nunca. Que el Mono Burgos era puro rock and Roll en el campo. Que Movilla no paró hasta que consiguió a base de mucha mili por ahí afuera jugar al final en el equipo de sus amores, que todo buen Atlético que se precie siempre andará presente a la voz de nuestro gran Capitán Gabi, que todos lloramos e hicimos nuestras las lágrimas de FranJuanfran en Milán, que alucinamos en pepinillos con los golazos y las que se marcaba ese gallego universal llamado Adrián. Que Villa en un solo año consiguió que le tratásemos como uno de los nuestros para la eternidad.
No podemos olvidar esa imagen imperial y poderosa de Don Cecilio Alonso, volando por aquel viejo Magariños, con su brazo zurdo martilleando a goles a nuestros rivales, a las jugadas inverosímiles convertidos en goles divinos de ese extremo menudito denominado Alberto Urdiales, o de ese portero al que era imposible batir de ninguna forma posible como era Don Lorenzo Rico.
Me podría tirar así un mes entero. No están todos lo que son, ni pretende serlo. He escogido, simplemente, los que ayer estuvieron en el campo compartiendo ese modesto pero sentido homenaje, en el fondo, a todos nosotros, a los presentes en el Tercer Anfiteatro o a los que, por una u otra causa, ayer no pudieron estar aquí. Todos somos Atleti, y todos han contribuido a lograr este estado de felicidad permanente que es ser de este Bendito Club. Muchas gracias a todos, pues.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
Los listos que se pillaron varias banderas de los asientos y dejaron sin la nuestra a los que nos la merecíamos como el que más. Y luego, encima, para venderla por 100 pavos en el Wallapop ese. Yo vivo de mis recuerdos y no me hace falta tener ningún trapito para recordar el cumple de ayer, pero que quede reflejado, al menos, el mayor de mis desprecios para que el comercializa con un sentimiento a flor de piel como es el ser de nuestro Atleti.
ÁRBITRO:
Uno nuevo. Ni idea de cómo se llamaba, la verdad. He visto la repetición del penalti no señalado a Don Álvaro, y, sinceramente, tengo mis serias dudas al respecto, pero bueno, que mejor así. Seguimos celebrando, pues.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO ( +9 GRADOS)
El Termómetro no escatima esfuerzos, y da la mayor subida posible al mismo, pues (otros 3 gradazos más, si es que). Se lo crean o no, el Termómetro también es parte de nuestra historia, que ni se sabe ya los años que lleva al pie del cañón, guiando e iluminando nuestros destinos. Felicítenle también a él, pues, joder.
Aunque la apuesta está ya conseguida, me falta un tanto para conseguir mi ansiado jamoncito de forma y manera definitiva, ya que el chicharrazo que le cedió generosamente el Hermano Mármol, por muy noble que sea la causa (que la es) no lo tengo en valor para este asunto. Así que uno más, por favor. Solo uno.
Y el Domingo, a Pucela. Dichosos los desplazados, que les vaya todo muy bonito y que sigan disfrutando del Atleti, en definitiva, de sus vidas. “Un Mito, Una Fe, Jamás abandonaremos”.