Reconozco que ayer me fui con una sensación no tristona, pero sí con algo de melancolía del campo. El último partido ya. Qué va a ser de mi estos sábados y domingos próximos sin mi “cubo” en las previas, sin los estupendos ratos de risa y camaradería con mis Hermanos, sin que me hagan de rabiar cada dos por tres, sin mis compis de grada a los que tanto aprecio, aunque, bien pensado, esto no tiene por qué haber acabado todavía. Nos queda el Madrileño, y me muero de ganas por ir a verlo de una santa vez. Y también podemos hacer una gran previa frente a los chavales, por qué no. Ni siquiera descarto un posible desplazamiento a alguno de esos campos en los que todavía se respira ambiente de fútbol de verdad. De bocata panceta, chispacito de rigor, chatejo de vino y cubateo si procede posterior. Pero sí. Aún me he levantado con este sentimiento de melancolía rojiblanca a flor de piel. Qué le vamos a hacer, el que es gilipollas, lo es hasta el final.
Como en esta ocasión, mi cachorrín, en otra nueva, flagrante y clara dejación de sus funciones contractuales, permitió que fuese y viniese al campo utilizando el dichoso metro, y no llevándome en coche que es por lo que cobra, y bien, añado, pues no me quedó más remedio que ir y venir andando desde Canillejas, y me topé por el camino con bastante gente de la Real Sociedad con sus camisetas y sus bufandas campando plenamente también por los alrededores del campo e, inclusive, estando entremezclados entre el público en general luego dentro del campo. Por supuesto, nadie va a destacar este hecho (menos en el País Vasco). Tan supuesto que dudo yo de que la convivencia rojiblanca por los alrededores de Anoeta fuese como la que ellos tuvieron aquí. No me molestó en absoluto, ojo, pero me siguen jodiendo sobremanera las injusticias.
El partido fue bastante igualado, pero la Real careció de la profundidad final que nosotros sí tuvimos. La defensa, en esta ocasión, estuvo inconmensurable, con un Hermoso luciéndose en brillantes acciones técnicas individuales, un Giménez imperial toda la tarde noche, un Nahuel en su papel de flecha goleadora, y un Witsel que, al menos, alguna que otra defendió, tras su ridículo de Cornellá. Mientras la Real dominaba pero amasaba en exceso su juego, el Atleti se veía que tenía muchas más ganas de sangre que los guiputxis, y empezaba a generar situaciones de mayor peligro de cara a la portería visitante. Eso sí, ellos también defendieron muy bien esa última asistencia, ese último pase o salieron al paso siempre de cualquier intención de disparo que hubiese por parte nuestra.
A la media hora, Carrasco (en posición para mi de fuera de juego) la tuvo, tras aprovechar un gran pase de De Paul (¿Qué te has hecho ahora en el pelo, hijo mío? En fin), pero su remate cruzado salió lamiendo el palo. Hasta que, tres minutos más tarde, Don Diosito Grizzi recogió un medio melón de pase que le envió el propio De Paul, y lo convirtió por arte de birlibirloque en pura poesía, al controlarlo, encarar a su oponente, irse de él con una facilidad insultante para lanzar un potente disparo envenenado de esos que no sabes muy bien si es eso realmente o una asistencia. El caso es que el balón pasa por el espacio aéreo de Saúl, que deja pasar el mismo muy inteligentemente evitando el remate, y consigue que se cuele sin remisión por el segundo palo de la portería defendida por Remiro, que no supo en ningún instante cómo poder defender dicha acción. Un golazo como otro cualquiera.
Puro empatar antes del descanso Oyarzabal, pero con dicha ventaja al final nos fuimos al descanso.
La segunda parte tuvo la misma tónica que la primera. Dominio territorial de la Real, y el Atleti buscando la sentencia (aunque con nuestro equipo está visto que nunca hay sentencia alguna que valga, ni metiendo 233 goles, vamos). Diosito Grizzi siguió haciendo diabluras mientras el físico le duró, hasta que, allá por el minuto 75 de juego, llegó nuestro segundo tanto. Una auténtica delicia para enseñar en las escuelas. Angelito Correa realizó una de esas acciones tan suyas, tan mágicas y tan difíciles de ver en el fútbol, porque tiene una cualidad innata en él: sabe regatear a un rival simplemente con un amago y posterior giro de su cuerpo, sin necesidad de tocar el balón. Dicha maravilla le dio opción a irse como una flecha hacia adelante, combinar con Diosito, éste devuelve al primer toque viendo la entrada como un toro salvaje de Nahuel Molina, cuya internada hace que remate el balón con todo el alma y se cuele por la escuadra de Remiro. Solo por este gol, ya mereció la pena haber acudido al encuentro. Una auténtica delicatessen, sin más.
A partir de ese momento, desfonde total físico del Atleti, y dominio agobiante de la Real. Hasta que en 87, galopada de Sorloth por banda (para mi en fuera de juego, pero ojo, no he visto tele), no hay nadie que siquiera se plantee el seguirle, de lo cansado que andaba la muchachada, y bate a placer ante la salida de Grbic.
De ese instante hasta el final, un auténtico martirio chino. Otro más. El Atleti era incapaz de hilvanar jugada alguna ni pasar del centro del campo, y los de Donosti apretaron sin cesar. ¿Por qué no hizo el Cholo cambio alguno, cuando ni Carrasco, ni Griezmann, ni Hermoso, ni Koke, ni siquiera Correa, que había salido en la segunda parte, podían ni con los cordones? Pues para acabar la temporada en el Metropolitano cabreándome, supongo. Como siempre le doy estopa porque hace demasiados cambios, ayer dijo que “pues hala, hoy sin más cambios, a joderse, Tomi”, y me los puso de corbata, el muy mamón de él.
Así que hasta la próxima temporada, puto Páramo de los cojones. Aunque, lo reconozco, ya te estoy empezando a echar de menos. Dichosa melancolía rojiblanca.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Las Niñas. Sinceramente, yo empecé muy ilusionado con la creación de esta sección, a la que seguía con bastante interés. Sin embargo, como tantas y tantas cosas de esta directiva, parece ser que se dejó de apostar por ella (que no creo que sea de una inversión económica desorbitada por parte del Club, precisamente), y a mi es que esto de tener un equipo femenino por el hecho del postureo de tenerlo, sinceramente, no me va. Si se tiene, se tiene. Si no, pues nada. Mucho más me jodió el tema del balonmano, así que tengo callo en el alma con esto. Se ficharon a un montón de jugadoras extranjeras sin ton ni son, con la pérdida de identidad que eso siempre implica, y del cachondeo del baile de entrenadores (algunos de ida y vuelta, inclusive) ya ni les cuento. Lo siento, yo si veo desinterés, falta de ganas, de actitud y de aptitud por hacer algo, directamente paso palabra. No me interesa.
Esta temporada, aunque también ha habido baile de nombres en el banquillo, al menos, se apostó más por traer, de nuevo, jugadoras nacionales, es decir, peloteras que, al menos, sepan de qué va la camiseta que portan y qué se les va a exigir, en consecuencia. El devenir en liga ha sido el que es, ya no tiene remedio, pero reconozco que en la final, sí que las reconocí ese espíritu innato que debe de llevar este bendito Club. Jugaron mejor que el rival (el cual, por cierto, hizo de nuevo de las suyas en el primer tanto que consiguieron, para no perder la costumbre del resto de sus secciones robaperas, claro), superaron el 2-0 que parecía definitivo, y, en medio del diluvio universal, lograron empatar y conseguir después en los penaltis el ansiado título copero (título el cual, por cierto, la Reina de España no tuvo a bien acudir a realizar la entrega, claro, fuentes fidedignas del Palacio Real me comentan que tenía “mucha plancha”, y es que, es lo que tiene el vivir permanentemente con un palo metido en el culo, no se me estrese usted, Doña Leticia, que al fin y al cabo, vive del sudor de su frente). Solo por ver el careto del viudo con gafas en la entrega de la Copa a Lolita Gallardo, ya resultó sencillamente impagable el tema. Así que enhorabuena a las Campeonas, y muchas gracias por el alegrón.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
Witsel me sigue poniendo mucho más nervioso de lo habitual, pero, en fin. Tampoco hay mucho más dónde elegir, con nuestra plaga constante de lesionados que siempre padecemos.
ÁRBITRO:
Un tal Quintana. Salvo lo del gol de la Real, no estorbó tampoco en demasía.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO: (+ 9 GRADOS).
Partido frente a rival duro e importante, así que, como queremos acabar la temporada todos contentos y bulliciosos, le subimos un par de grados más de nuevo.
Y el domingo, el Vila-Real. Ya que por narices vamos a tener que jugar la odiosa Supercopa de Arabia esa, pues vamos a intentar quedar segundos ya de paso, ¿No os parece? Sé que os importa un bledo el tema pero bueno … Tenía que intentarlo … “Por el escudo, tengo un millón de cicatrices” …