Quién más, quién menos, estamos empezando a sentir ese cosquilleo en el estómago entre la parroquia colchonera. Como cuando te sentabas al lado en el pupitre del colegio con esa chica que te gustaba, y tenías la intuición de que ella sentía algo parecido por ti. O como cuando te había salido un examen de puta madre, empezaban a dictar las notas, y estabas convencido de que lo habías aprobado, y con suficiencia más que sobrada. Está uno con esa sonrisa medio bobalicona de cuando sabes que algo grande está por venir, pero sin tener muy claro ni el qué, ni el cómo, ni siquiera el por qué. Y es que los Atléticos, si en algo somos campeones, es precisamente en eso: Ilusión. A eso no hay quien nos pare. Y, quien más, quien menos, andamos pensado: “si andamos superando partido tras partido a pesar de vernos negras para completar una convocatoria”, “si vamos sacando los encuentros jugando bien, medio bien, regular y hasta fatal (véase Pamplona)”, “si hasta nuestros jugadores cuando centran les sale un chut sorprendente que acaba en gol”, “si estamos en toda pomada y tenemos encima un partido menos en casa”, “si cada jugador que se lesiona es sustituido por uno que lo hace igual o mejor que él”, “si somos de largo el mejor equipo del 2023, el máximo goleador (segundo europeo), si en casa no nos estornuda ni Dios” … Ayyy, el cosquilleo … Ese cosquilleo.
Sin embargo, dichas sensaciones por brillantez en el juego precisamente no son, refiriéndonos al partido de Vigo en este caso particular. Porque el Atleti salió el pasado sábado a Balaídos haciendo honor al apellido de ese estadio: “idos”. Y atolondrados. Y sin ser capaces de hilvanar apenas tres pases sin que nos robase el balón el equipo vigués (el cual, por cierto, no me disgustó en absoluto, vaya también por delante, por mucho que anden en zona de descenso). El Celta, comandado por el muñeco diabólico del Aspas, empezó a generar peligro bien pronto, en una buena combinación entre él y Mingueza que acabó con un remate facilón de Larsen a las manos de Oblak. Tres minutos de juego, y primer susto.
Un par de minutos más tarde, de nuevo el muñeco diabólico del Aspas mandó el balón al limbo tras otra buena acción individual. El Atleti no se enteraba de nada, y en otra imprecisión entre Llorente y Azpilicueta, hizo que Mingueza rematara solo en el segundo palo, afortunadamente, desviado. Ni diez minutos llevábamos de partido.
De hecho, hasta el minuto 12, no dimos señales de vida en ataque, en una buena internada de Lino cuyo remate repelió como pudo nuestro Hermano Iván Villar. Mientras tanto, los vigueses a lo suyo: el tal Larsen este (tiene un careto el menda que parece que se acaba de levantar de la siesta) seguía desperdiciando ocasiones sin parar.
Pero el Atleti supo adueñarse poco a poco del balón en este primer tiempo, y en cuanto empezó a elaborar una jugada con una posesión más allá de 3 minutos, empezó a generar, al menos, algo de sensación de poderío. Y aquí llegó la jugada clave del partido, en un intrascendente centro de Hermoso, que nuestro Hermano el gran Iván no atajó incomprensiblemente, y Don Álvaro, perfectamente asumiendo de lo que tiene que hacer un nueve dentro del área, aprovechó el rechace y el propio guardameta local, en su afán por recuperar el balón, terminó atropellando a nuestro nueve. Penalti de enciclopedia, expulsión del susodicho guardameta (de primeras, me pareció justa también la roja, luego ya de segundas, me generó más dudas), y Don Antoine que marca con maestría su segundo penalti consecutivo. 0-1, nosotros con uno más, los vigueses que andan en pleno ataque de ansiedad cada vez que se enfrentan al demonio rojiblanco … Todo parecía que iba a ser coser y cantar.
Y así lo fue, según indica el tanteador final, pero, sin embargo, en el terreno de juego no lo fue tanto, porque los de Benítez reaccionaron mucho y bien a tanta adversidad, y siguieron generando peligro como si nada les importase. Afortunadamente, el señor Larsen, por más que le intentaban desperezar dándole ocasiones de gol una tras otra, seguía en su papel de osezno dormilón, continuando mandando balones al limbo en sus remates finales.
Y Aspas seguía rematando con peligro. Y Samu Lino se lesionó tras un golpe en su rodilla. Y aún en dicho estado, pudo poner el 0-2 en el tanteador en otra buena acción individual que despejó Guaita en brillante estirada (me da a mi que el valenciano tiene más planta de portero que el tal Villar ese pero de aquí a Lima, vamos, gracias, amado Benítez). Y al borde ya del descuento de este primer periodo, Aspas seguía regalando goles a sus compañeros, y éstos seguían empecinados en desperdiciarlos. Y con este 0-1 terminó en esta primera parte, mucho mejor jugada por el Celta, pero ya saben que el Atleti, en estas situaciones de medio caos, se maneja como pez en agua (los aficionados ya ni sentimos ni padecemos en ese aspecto, sabemos que es lo que hay, y fuera, para qué más mandangas).
La segunda parte comenzó con la tónica de la primera, es decir, un Celta que estaba empeñado en que la inferioridad numérica le importase un bledo, pero ojo, esta vez sí, un Atleti que cada vez que salía a la contra, olía la sangre celeste por todas partes. El primer susto nos lo dio un tal Bamba (que nos meta un chicharro un negrito zumbón de esos con este nombre en concreto, como que no, por favor), que pegó un tirazo desde el borde del área que repelió violentamente el larguero. Pero los cambios esta vez al Cholo le vinieron de cine. Ya la entrada de Riquelme dio al equipo un puto de agresividad atacante y verticalidad que lleva el chaval impregnada en cada una de sus acciones. Sacó también al clan argentino, que tuvo una actuación notable (Nahuel, De Paul y Correa), y si añaden que el gran Benítez, de nuevo, quitó a su mayor sostén ofensivo como era Yago Aspas, la jugada terminó saliendo redonda. Porque justo a los 4 minutos de su retirada, llegó el tanto de Diosito, tras excelente jugadón individual yéndose de todo Cristo viviente en velocidad, quiso centrar con la derecha sobre el desmarque de Morata, pero dicho centro cual se convirtió en un remate inesperado a la par que envenenado hacia la portería, batiendo de forma inapelable al guardameta local. Sinceramente, yo pensé que la acción la había realizado así aposta, porque el remate le quedó del cine. Pero la sinceridad de Griezmann convirtió mi gozo en un pozo, o no … Que este gol vale igual que otro cualquiera, qué carallo.
Pero, ni aún así se rindió el Celta, y por el 68 de juego, un extraño remate de volea con el interior del pie de Luca de la Torre, hizo que Oblak tuviese que parar el mismo en dos tiempos, y de forma algo afortunada, añado. Ese remate también llevaba veneno, y toneladas de clase. Sin embargo, en la siguiente acción clavamos el tercero, en una extraordinaria galopada de Don Álvaro, combinó con Nahuel Molina o Angelito (no recuerdo bien), el argentino cedió el balón viendo a la perfección el desmarque de Diosito Grizzi al borde del área, y el francesito redondeó su excelente noche goleadora anotando el tercero en el marcador. 0-3, hat-trick y gracias por venir. Los vigueses confirmaron que juegan mejor que puntúan, la muchachada acrecentó más ese cosquilleo que venimos teniendo últimamente los Atléticos.
EL CRACK DEL PARTIDO:
Pues hombre, un pibe que clava tres goles en un partido hay que dárselo a él sí o también, está claro. Diosito tiene entre ceja y ceja ser el máximo goleador de nuestra historia, y veo complicado el que no lo consiga, inclusive, en esta misma temporada. Lo más grande que tiene Antoine es que está consiguiendo su propósito, pero sin ningún ápice de egoísmo por su parte. El equipo, ante todo y por encima de todo. Por eso está siendo, ahora mismo, quizás el jugador que más gusto da ver actualmente en el mundo, y no, no me corto ni un puto pelo en decirlo. Dicho esto, buena reaparición de Barrios, buenos minutos de De Paul, muy buenos de Nahuel, me encanta la agresividad de Riquelme, Don Álvaro no marcó, cierto, pero fue decisivo a la par que desequilibrante, por estar en su sitio y saber bien su oficio, y extraordinario partidazo que se marcó otra vez Don Boney Mr. Witsel, al cual cada día le veo mejor colocado, y utilizando más la inteligencia para suplir su innegable falta de poderío defensivo en su concepto de juego. No es un defensa al uso, está claro, pero es un tipo muy inteligente en su forma conceptual de anticiparse al rival, y estar siempre en el lugar preciso. Está de dulce total el belga.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
Completamente confirmado: Llorente es el nuevo Lemar del equipo. No se va ni de King África actualmente. Tampoco tiene especial relevancia defensiva. Por lo único que se le nota en el campo son por sus aspavientos y gestitos cervatiles, sin más. Sencillamente exasperante.
ÁRBITRO: De la Cuadra Salcedo este.
Me cae bien porque siempre que nos arbitra gana el Atleti. El penalti es inapelable. La expulsión, pues, seguramente, si le hubiese sacado amarilla os estaría escribiendo que por qué diablos no le expulsó, cuando era una más que evidente ocasión de gol. Así que sobresaliente actuación la suya.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO: ( + 17 GRADOS).
Partido de obligado cumplimiento (hoy por hoy, los vigueses no nos llegan a la altura del betún ni realizando anuncios siquiera, aunque tampoco me sentí tan gravemente ofendido como muchas otras almas sensibles que hay por ahí, el anuncio me pareció gracioso en sí, inclusive, reconocía que cómo teniendo la grandeza que tenemos, nos consideramos un equipo tan sufrido. Lo del forzado y ridiculizado acento “madrileño” sí que se lo pueden meter por dónde les quepan. Los conozco bien, ya veríamos cómo les sentaría a ellos si se pone un papanato de aquí a imitar el acento gallego).
Sin embargo, subimos 2 grados más por portería a cero, y otros 3 grados más por diferencia de 3 o más goles positiva, lo cual nos da una primaveral tarde de lunes: 17 graditos finales y subiendo, señores.
Y el miércoles, uno de los partidos que más ilusión tengo por ver en la presente temporada, rememorando el mítico encuentro de Glasgow en nuestras semis de Copa de Europa del 74. Mi más fuerte aplauso al Club, por, encima, homenajear a dicho equipo en aquel partido que, aún con 8 jugadores, logramos empatar ese encuentro. Por Reina. Por Ayala. Por Quique. Por Panadero Díaz (saca el hacha), por Ovejero. Por Irureta, Gárate, Melo, Benegas, Eusebio, Adelardo, Cacho Heredia y Alberto. Enseñemos de nuevo la lección a Johnstone de quién manda allí. Por el puto CanChanchán del Babacan. Y por su Capitán, MacNeill, el cual, en 2011, aún nos recordaba con especial cariño, devoción y sentimiento: “El Atlético es escoria”. Pues eso. Odiados … pero Presentes.
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