El Chief Executive Officer (el baranda, vamos) del blog no es muy de crónicas intersemanales. Para esos días quedamos sus sicarios (becarios, perdón). Ustedes, los fieles de Las Crónicas del CEO, han sido, son y serán siempre los damnificados. Así que ya saben, dediquen desde aquí el tiempo a cosas más beneficiosas. Si continúan leyendo es su problema; no digan que no se lo advertí.
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Hace aproximadamente un año los Tercios Atléticos se batían en retirada de todos los frentes abiertos. Derrota tras derrota, se terminó perdiendo la guerra en Europa y estuvo a punto de perderse prematuramente la patria. La Tregua Mundial permitió recomponer filas en una exhausta Tropa Atlética y afrontar las guerras locales con relativo éxito.
El Ejército Atlético, siempre al mando del Capitán General Duque de Simeone, se reorganizó durante el periodo anterior y posterior a la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Banderas nuevas se formaron con soldados viejos, reforzados por bisoños reclutas. El Maestre de Campo, Jorge de la Resurrección y Merodio, quedó al Frente Atlético del Tercio Viejo del Calderón.
Y en septiembre se abrió una nueva guerra en Europa. Italia, Escocia y los Países Bajos serían los frentes donde se volvería a combatir por la Verdadera Religión. Tras un par de victorias en campo patrio y dos resultados inciertos en tierra ajena, en los malditos Países Bajos (con ese sol invisible, frío, calvinista y hereje, sin duda indigno de su nombre: una luz sucia, …*) se iban a encontrar las Tropas Imperiales con los Ejércitos de la Holanda Meridional en una batalla que se antojaba crucial para ambos.
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El día de partido gordo, si uno no ha podido desplazarse, se hace muy largo. El tiempo no parece correr. Los nervios empiezan a agarrarse al estómago después del primer café y ya no se sueltan hasta la primera cerveza prepartido. Por talleres, aulas u oficinas no paramos de levantarnos, multiplicando por tres el fumeque.
Después de mucho tiempo, tocaba ver el partido en el Barrio de toda la vida. Pueblo Nuevo. Qué maravilla, años después, ver cantidad de gente del Atleti por la zona. Un puñado de esos Atléticos, comandados por la ayer visitante y simpar Bea, hicieron de un territorio hasta anoche ajeno, que no hostil, una nueva casa. Y, efectivamente, con el primer doble se atenuaron los nervios y con el segundo desaparecieron por completo. Sólo quedaba esperar al kick-off, que dicen los cursis y los ingleses.
El partido del Metropolitano, donde los herejes fueron muy superiores a un Atlético, mermado de efectivos y con un pico físico (vamos a creer que esto debe ser como las meigas, que haberlas haylas, aunque no creamos en ellas) muy bajo, hacía prever una noche muy, muy complicada en el mítico De Kuip.
Salieron los locales en tromba, pero apenas generaron un susto que acabó en córner. Pronto se estabilizó el partido, procediendo el Atleti a golpear donde duele. Una primorosa jugada al primer toque, desde área propia, entre Hermoso (soberbio toda la noche), Morata, De Paul, Griezmann (en Antoine toda la noche) de espuela, dejó a Álvaro sólo. La jugada merecía el gol, pero el portero holandés hizo una gran parada. El tanto llegó poco después en un balón colgado sin aparente peligro y que un rival (una especie de Lemar en alto) remató a gol, no sé si con el pecho o con el miembro. Casi sin tiempo para celebrarlo, un magnífico centro de Riquelme (espectacular toda la noche), era medio gol, fue mal rematado por Morata. Ojo, que Morata no estuviera acertado anoche de cara al gol, no quiere decir que hiciera un mal partido. Todo lo contario, cada vez parece más jugador. Con el partido absolutamente controlado se llegó al descanso con un corto, para los merecimientos, 0-1.
Un remate al palo de Griezmann metió de vuelta de vestuarios el miedo a los holandeses. Éstos insistían, pero sin apenas peligro. La única clara llegó en un exceso de confianza de Witsel. Giménez (imperial toda la noche nuestro Comandante, no el hereje) evitó lo que parecía inevitable.
Fue entonces, abrimos un párrafo aparte, que lo merece, cuando Hermoso convirtió en obra de arte un pase interior de Barrios (el Mario a pase Pablo lo he visto varias veces, tanto en fútbol como en fútbol sala. Se os quiere, Tíos). GOLAZO DE BANDERA. Un golazo para disfrutar. Habrá quién diga que fue de chorra; pero si lo mete un jugador de los otro$, anda toda la España ape$tada, pidiendo el premio poskitos. Por cierto, qué bueno es Mario cuando está concentrado y juega a lo que sabe. Ojalá renueve, ¡coño!
Con el 0-2 llegaron los mejores minutos del Atlético. Una avalancha total, con un juego espectacular, rápido y vertical. Muy sólidos atrás, nuestro mediocampo se hinchó a generar peligro. De Paul, Morata y Griezmann tuvieron el tercero, pero la sentencia se resistía. Por el contrario, en una acción aislada, llegó el gol holandés en un córner mal defendido. Obviamente, nos pusimos en lo peor. Pero no, poco después, una falta botada por Molina fue rematada espectacularmente por Giménez (el hereje, no nuestro Comandante), poniendo el 1-3 definitivo. Fue entonces cuando los holandeses firmaron la paz, muy ventajosa para los nuestros. En la tan temida bañera lo que se produjo fue un baño de los que llevábamos, hay que reconocerlo, la camiseta más fea.
En un partido coral (que dicen ahora los sabiondos), en el que todos estuvieron sobresalientes, vamos a poner matrícula de honor a Antoine (como siempre), Riquelme (cada día mejor), Pablo Barrios (jugador de época hay aquí) y el ya citado Hermoso.
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Los Tercios Atléticos, duros como el pedernal, apoyados por millar y medio de Soldados de Grada (gracias, gracias, y mil gracias a Ellos) que decidieron volver a jugar de locales, terminaron imponiéndose rotundamente en la batalla. La rendición final de los herejes evitó el Saco de Rotterdam.
Ahora sólo queda vencer al ejército del Papado. Y voto a Dios que en esta ocasión no habrá cuartel.
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¡PRIETAS LAS FILAS!
FORZA ATLETI SIEMPRE
*Cita del cronista del Capitán Diego Alatriste, don Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez.
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