Pues otra semana de “pasión
desbordada” con que nos ha deleitado la muchachada. Y mira que uno intenta ver
cada partido con ilusión renovada, resetear el contador de cabreos y disponerse
a disfrutar de una santa y puñetera de vez de un partido medio en condiciones
fuera de casa, pero no hay manera, oigan. Y es que empieza a resultar un
ejercicio sencillamente insoportable el visionarlos.
Tenía muy claro que en Portugal
no iban a hacer nada de nada. El Benfica es un buen equipo, en su casa aprietan
de lo lindo y nos pasaron por encima con una facilidad tal, que hasta el Cholo
dio por imposible la partida y en el minuto 59 de juego ya había quitado a los
Julián Álvarez, Griezmann, Koke, De Paul y compañía, para deleitarnos de forma
y manera un tanto tan absurda como grotesca poniendo a liderar el equipo a Javi
Serrano, canterano que ha jugado ya en medio mundo y no ha cuajado en ninguna parte.
Así nos lució el pelo, 4 y porque no quisieron apretar más, que si no …
Hablando ya del partido de ayer, el caso es que pensé que si
algo tienen los equipos de Simeone es que siempre, cuando más jodidos parecen
estar, se terminan levantando. Y oigan, dicho y hecho: apenas llevábamos 1
minuto de juego, buena asistencia de Javi Galán sobre Diosito Grizzi, este deja
de tacón ante el desmarque de Julián Álvarez de forma sublime, y el argentino remata cruzado de forma a la par inapelable poniendo el primer gol en el marcador. Sabía que no iba a ser un
partido fácil, ojo, pero mejor no se podía haber empezado. ¿Y entonces?
Pues entonces es que el equipo no
tiene ningún plan trazado más que ese, ponerse por delante en el marcador y
liarse a defender (dicho por el propio Simeone en su rueda de prensa posterior,
ojo, que no es que yo vea fantasmas). Pero es que ya ni busca contragolpear, le
da igual hacerlo que no. Se la suda intentar realizar alguna combinación
atacante o dejar de hacerla. Directamente, se recula, no lo hace a pesar de los pesares mal
del todo, con cierto orden y tal, mientras que el resto se lo deja para la inspiración divina y humana del gran
Oblak, y aquí gloria, y después, mierda. Porque, al menos para el que esto os
emborrona, me supone un espectáculo sencillamente insoportable ver tanta
dejadez, tanto conformismo, siempre llegando tarde a todo, ver individuos
corriendo, si, pero siempre un minuto más tarde que el rival, todos aculados en el
área, y a ver la vida venir.
Y menos mal que la Real tenía por
su izquierda atacante a un tal Becker, que hizo que hasta Molina me pareciera
un lateral derecho medio decente y todo (con sus cosas, pero fue el que más
ganas le echó, ojo, ofensivamente al tema, ya se pueden imaginar el resto a qué
se andaba dedicando).
A los 13 minutos, el bueno de Jan
se vio obligado a realizar una de sus dobles paradas sencillamente apoteósicas
a las que nos tiene acostumbrados, en sendos remates a bocajarro de Zubimendi
(jugadorazo total, por cierto) y otro posterior un tal Kun Aguerd. En definitiva, lo único que
funcionaba medio bien individualmente era lo que es la línea de zagueros. El
resto de jugadores rojiblancos más parecían andar participando en el casting de
la decimoséptima temporada de The Walking Dead más que otra cosa.
Todo el partido fue igual. Un
asedio continuo y constante de los donostiarras, comandados por ese diablillo
japones del Kubo, que si se olvidase de realizar el decimoséptimo regate y
disparase más a puerta, otro gallo le cantaría, salvo que el bueno de Oblak
esté en defendiendo la misma, claro, como así le demostró en el 42 tras repelerle un buen
disparo ajustado al palo. Con este dantesco panorama nos fuimos al descanso.
La segunda parte fue aún peor
todavía para nuestros intereses, porque fuimos incapaces de aprovecharnos, ni
de siquiera intentarlo, que es lo más grave, del lógico desgaste con el paso de
los minutos del equipo local.
Solo dimos señales de vida en una
contra en la que Julián Álvarez comandó viendo el desmarque de Antoine, éste
puso el balón al segundo palo ante la llegada en tromba de Molina, que venía como una
flecha, pero su disparo salió por encima de la portería. Toda nuestra ambición
ofensiva se redujo a esto que les cuento: Nahuel Molina. Te cagas, vamos …
En el 59, la moñiga esa del
Olarzabal ya tuvo el empate en sus botas, desbaratando prodigiosamente de dicha
acción Javi Galán (que, futbolísticamente hablando, que es en lo que consiste
básicamente el hecho de ser un futbolista) le da como mil millones de vueltas a Reinildo, y yo me
pregunto. ¿Y dónde pelotas ha estado estos 2 años? Siendo de los mejores de la Real en
la segunda vuelta del año pasado, por ejemplo. Ver para creer.
Con estos condicionantes, más la
“decisiva” salida al terreno de juego del Señor De Paul (que trotó como siempre
que lo hace desde el banco: sin actitud, aptitud ni concentración alguna), dio
lugar a la tragedia final. Una cesión suya hacia atrás sin molestarse en mirar
siquiera, se convirtió en un balón regalado a Brais, este conectó con un tal
Sucic (que ya había avisado de sus intenciones en otra acción previa), al menda
este le salió el disparo de su vida, y el pobre Oblak vio todo su esfuerzo
desarrollado a lo largo del partido marcharse al garete (es un golazo del copón
bendito, las cosas como son).
En descarga del sinvergüenza del
fornicador de la Patagonia, eso sí, tampoco tenía a nadie por delante
para pasar el balón, con lo cual, pues si hubiese actuado de dicha forma,
hubiese sido también el enésimo esférico entregado al contrario absurdamente.
Estas son las cosas que tienen el prescindir por completo de tu centro del
campo durante los encuentros que disputas fuera de casa. No son creadores de
nada, porque no poseen esa función. No son más que peones absurdamente
distribuidos por el campo que se limitan a recular (mal) y defender (peor), pastando miserablemente por el campo, sin más ambición ni pretensión alguna.
El gol de la Real fue en el 84, y
ojo, no se me vayan a pensar que el Atleti aprovechó estos minutos finales para
volcarse sobre la portería local y demás. Que va. Hay que aguantar el
empate, que es un “fantástico” resultado. Digan que sí. Estupendo, diría yo. Lo
dicho: esto es sencillamente insoportable.
Árbitro: Díaz de Mera.
Yo diría que impecable labor la
suya. Cuando de los árbitros no me acuerdo al día siguiente de su nombre, y me
tengo que liar a buscarlo por ahí, es la mejor señal posible.
EL CRACK DEL PARTIDO:
La línea defensiva, que no me
disgustó en absoluto, desde Molina hasta Lenglet, pasando por el Comandante
Giménez, Witsel y Galán, pero el premio mayor se lo doy de nuevo a Oblak,
porque él de nuevo, nos mantuvo vivos en el encuentro.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO:
La ausencia tan grotesca y
delirante de nuestro centro del campo. Yo no sé si es por un problema de
personalidad en el campo de los jugadores, por indicaciones del entrenador, o
por lo que sea, pero de esta forma, téngalo todo el mundo bien clarito, no se
puede aspirar absolutamente a nada ni siquiera medio decente. Sin construcción
de juego, ya te puedes gastar mil millones de euros en delanteros, no va a
brillar ni Dios. Y ya está. Y si el Cholo no lo ve, no se qué cojones hacen el
medio millón de colaboradores que supuestamente le asesoran. Me resulta tan
irritable como inexplicable el tema.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO: (- 7 GRADOS).
Y bajar, y bajar, y bajar, y
volver a bajar. Dos nuevos grados a la vista. Y pocos grados negativos me
parecen, visto el esperpéntico espectáculo que anda ofreciendo la muchachada en
sus entrañables visitas a esos campos de Dios.
Así que, ahora llega un
maravilloso parón por la Selección. Una auténtica bendición, si lo próximo que
nos tocase fuese otro desplazamiento fuera de casa, desde luego. Hala, me piro a reflexionar
sobre lo Divino y lo humano para realizar el Camino Lebaniego con los Herman@s,
en busca del centro del campo perdido … “Poco a
poco, me enamoré de ti, poco a poco, Atleti de Madrid”…
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