Cuando uno se tira sesenta minutos dejándose el alma por una victoria, enfrentándote a un rival siempre bueno a la par que peligroso. Cuando uno domina desde ese uno hasta ese minuto 60 prácticamente sin parar, de cabo a rabo. Cuando ves a tu muchachada dejándose el alma, dejarse las pelotas, sudar esa camiseta, honrar ese escudo. Cuando ves que tu rival apenas te inquieta, salvo en una contra de Bakambú que salvó espectacularmente Savic, en una acción en la que, probablemente, me haya ganado ya para siempre para la causa. Cuando ves que tu gente domina, controla. … Sí, con más o menos fútbol. Sí. Con más o menos profundidad. Sí. Con más o menos acierto. Pero no ceja en su empezó de intentarlo, aunque sea haciendo el pino si es menester. Con fútbol, ¿Eh? Con fútbol. Sobre todo con fútbol.
Cuando ves que Saúl falla un gol cantado sin Barbosa en el primer tiempo, cuando, al borde del descanso, el propio guardameta local saca una mano inverosímil a espléndido cabezazo de Godín. Cuando, por fin, todo ese trabajo, toda esa ilusión, todo ese esfuerzo, ve su recompensa, allá por el 60 ya de juego, en una brutal asistencia de Griezmann (todo el mundo en mi zona dijo “¿Pero qué hace”? “Atended, insensatos, atended” – pensé yo- sin mirar, al primer toque, en volea sobre el incansable Correa, éste hace un control orientado solo para elegidos, penetra en el área, y cuando todo el mundo esperaba el centro de la muerte, resulta que se saca un disparo seco, la par que inimaginable y genial (tal y como es él), que pone el 1-0 en el marcador, uno piensa. “¡Qué puta alegría, coño. Se lo han merecido, pero de verdad!”.
Cuando pasa todo esto, y uno rebosa de alegría … ¿Cuál es mi sorpresa? ¿Qué es lo que pollas pacha? Pues que, a partir de ese instante, sueña un extraño “click” en el campo, el mismo que sonó en Vigo. Igualito que el día del Elche. Parecido al del día del Barsa. Idéntico al día del Chelsea. Y, no sé … No sé si es que pensamos que el partido ya está finiquitado. No sé si es el Cholo el que los echa para atrás. No sé si es la puta inercia de los propios jugadores. Tampoco tengo claro si hemos jugado igual durante las últimas 7 temporadas, y es que antes no nos metía un gol ni San Apapucio, y ahora nos lo mete hasta el monaguillo bizco de las 3.000 viviendas. Sí. Se pudo sentenciar en una contra que sacó magistralmente Barbosa a Gameiro. Pero no es eso. Lo que tenemos que preguntarnos es por qué dejamos de tener el control de los partidos. Por qué reculamos en nuestro área hasta límites insospechados. Por qué suena ese puto “click” que nos desconecta del mundo cada vez que nos adelantamos en le marcador. ¿Por qué, Dios mío? ¿Por qué?
Y claro, pasó lo que tenía que pasar: si le concedes al rival (que, reitero, no hizo nada de nada en su miserable existencia para merecer eso … NADA) todo, a saber: dominio, campo, posesión, balón parado, córners … Al final, siempre hay una falta de marcaje, siempre hay una indecisión del portero, y siempre puede haber un Bacca que remate fenomenalmente un córner sacado por el pajillero mayor del reino de Castillejo, siempre puede haber un gol contra, y, sí … Siempre te puedes terminar cagando en tu puta existencia.
¿Y eso qué implica, familia? Qué TODO lo que has currado, que TODO lo que has mascado a un puto rival tan duro con paciencia, con dedicación, con disciplina espartana, y que, encima, tan mal se nos da como los putos azulejeros, que TODA la puta vida que te has dejado para ponerte, por fin, por delante en el marcador … TODO. ABSOLUTAMENTE TODO. Se te va a tomar por culo por el inodoro a la velocidad de vértigo. Y a mi me causa rabia, desasosiego, tristeza, dolor y, sobre todo, y por encima de todo, frustración. Mogollón de frustración.
EL CRACK DEL PARTIDO: Brutal Correa. Váyanse olvidando del apelativo de “coche de choque”. El chaval da la cara, lo intenta todo, y tiene ramalazos de genio. Y sí. En esta vida puedo ser muchas cosas menos 2: la primera es vikingo. La segunda es no ser justo. MAJESTUOSO partido de Savic. Sí. Con mayúsculas. Sencillamente MAJESTUOSO.
LA DECEPCIÓN DEL ENCUENTRO: Pues yo no sé ustedes, pero tengo un mosqueo de 15 pares de narices de por qué Luis FIlipe pasa ya millas de subir la banda. ¿Alguien me lo puede explicar, por favor?
ÁRBITRO: La puta momia del Undiano. Sencillamente patético. Ya no es que sea malo de por sí, es que no tiene ni pajolera idea de pitar una simple ley de la ventaja. Por favor, que se retire ya este espantapájaros. Es sencillamente grotesca su forma de arbitrar en un terreno de juego, aparte de un insulto a nuestra inteligencia.
TERMÓMETRO ROJIBLANCO (0 GRADOS).
¿Acojona, eh? Se sube un grado, me cago en la puta, que esos 60 minutos fueron pero que muy potables. Tenemos que dejar que de que suene ese puto “click” cada vez que nos adelantamos en el marcador. Pero, como el termómetro es totalmente independiente de fobias y de fibias, quiere recompensar ese buen juego, esa constancia y ese buen hacer de los primeros 60 minutos, así que, arrodíllense ante él, y, por supuesto, muestren su fidelidad a la par que admiración más absoluta a sus doctrinas. El termómetro es nuestro Pastor, nada nos falta.
Y, el martes, el Quarabag. No os digo nada. Hay que ganar sí o sí. Mensaje para el Club: ¿Ahora también las Carpas –escatológico invento vuestro, por otro lado- resulta que tampoco nos gustan? ¿Qué se supone que tenemos que hacer, pues? ¿Jugar a los futbolines humanos? ¿Comer perritos calientes hasta reventar? Anda y que os den por el puto culo, hombre. ¿Quieren guerra? La tendrán … “Ni merengues, ni marrones, a mi me gustan las rayas, canallas, de los colchones” …